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El Templo de Diana al caer la noche.

Ruta por Mérida (Badajoz): seis motivos para visitarla

Curiosidades que nunca te contaron de Mérida

Actualizado: 14/06/2017

Fotografía: Hugo Palotto

Viajar se puede viajar de muchas formas y conocer una ciudad se puede conocer desde muchos puntos de vista. Si no, que se lo pregunten a Mérida, que ofrece una urbe romana, otra visigoda, la árabe y una moderna al mismo tiempo y sin despeinarse. Y todo esto, a su vez, con rutas y propuestas diferentes. Aquí va nuestra peculiar forma de acercarnos a ella.
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La sensación de haber montado por error en el coche de Regreso al Futuro le invade a uno nada más poner un pie en el recinto del Anfiteatro y Teatro Romano de Mérida. Y me refiero a estos lugares porque son los primeros que visita el turista en la ciudad, pero la impresión de haber viajado a una época mucho anterior al enamoramiento de los padres de Michael J. Fox, persiste en cada rincón de la ciudad pacense. Está ciudad da motivos para visitarla y realizar una ruta diferente.

La ciudad tiene muchos lugares interesantes para visitar, especialemente los relacionados con su legado romano.
La ciudad tiene muchos lugares interesantes para visitar, especialemente los relacionados con su legado romano.

En Mérida, hay muchos lugares para visitar y mucho por hacer. Desde el recorrido por todos los restos arqueológicos, que son muchos y de diferentes épocas; hasta sus festivales de teatro o música; pasando por degustar su gastronomía, por ejemplo. En este contexto, es difícil que el viajero se marche decepcionado. Pero como siglos tiene muchos, fue fundada en el año 25 a.C., y ya se ha hablado mucho de ella, nosotros queremos darte otra perspectiva, a caballo entre aquella época romana y la actual.

1. De gladiadores y toreros

El Anfiteatro te remonta en un periquete a las luchas gladiatorias de la época romana, que estaban entre los espectáculos favoritos de la ciudad junto a las carreras de cuadrigas. Tenía capacidad para 15.000 personas, que se dice pronto, y cada espectáculo era gratis (normalmente lo financiaba algún rico de la ciudad). Y todo era una fiesta tremenda cuando se celebraba algún juego, que no eran tan comunes y se anunciaban con bastante antelación para que pudieran llegar todos los habitantes de la provincia (entonces, Lusitania).

En este recinto se celebraban las luchas gladiatorias, que nos recuerdan películas como 'Gladiator'.
En este recinto se celebraban las luchas gladiatorias, que nos recuerdan películas como 'Gladiator'.

La fiesta arrancaba con una procesión (la pompa), que venía desde el foro y entraba en el Anfiteatro al más puro estilo taurino. "La pompa se daba varias vueltas al Anfiteatro –al ruedo como diríamos hoy– con los gladiadores con sus mejores galas para que la gente admirara a los que iban a combatir", cuenta Silvia Herrero, guía turística del Consorcio de Mérida, en un tour nocturno por los dos monumentos más importantes de la ciudad: el Anfiteatro y el Teatro Romano.

Las luchas de gladiadores contra animales eran frecuentes en Mérida.
Las luchas de gladiadores contra animales eran frecuentes en Mérida.

Salvando las distancias, obviamente, también tenían su propia versión del torero actual. Se trataba del gladiador conocido como 'venator', que estaba especializado en cazar animales en la arena. Y no solo tigres, leones o elefantes, que es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en un gladiador enfrentándose a un animal, aquí en Mérida, se usaba fauna local, por una cuestión de presupuesto básicamente.

En este escenario –y con la cabeza repleta de películas y los restos imborrables de aquellas clases de latín en el instituto–, uno se acuerda de Máximo (Russell Crowe) en la película Gladiator luchando y siendo aclamado en El Coliseo por el público romano. Y es que en Mérida, es fácil recrear la historia y aprovechar –ya que estás aquí– para desmontar algunos mitos hollywoodenses, como que todos los combates eran a muerte. No, eso no era así. Después de formar a un gladiador no te lo ibas a cargar a la primera de cambio: no hubiera sido rentable. Aunque, no nos equivoquemos, a los romanos les gustaba "gozar de la sangre humana", como lo describió el filósofo Lucio Anneo Séneca.

Los gladiadores, cuando eran buenos, se convertían en auténticas estrellas para el público.
Los gladiadores, cuando eran buenos, se convertían en auténticas estrellas para el público.

"Ser gladiador era una profesión remunerada. A parte de esclavos, prisioneros de guerra, a esto se metía gente muy pobre que lo veía como la única forma de salir de la pobreza. Porque, de hecho, si conseguían ganar 30 combates podían alcanzar la libertad y dedicarse a otra cosa", cuenta Herrero. Además, si eras bueno te terminabas convirtiendo en el "Paul Newman de la época o un Kevin Costner", (un Justin Bieber, para las generaciones posteriores).

Otras muchas veces, Hollywood ha acertado. Cuando en Gladiator por fin se va a enfrentar Máximo al malo malísimo –el emperador Cómodo (Joaquin Phoenix)– suben los dos por una especie de ascensor hasta la arena mientras caen pétalos de rosas en todo el Circo. Eso está todo correctísimo. En la época romana la puesta en escena era casi tan importante como el combate; y, además, para salir del foso a la arena se usaban esa especie de ascensores. "En el Coliseo de Roma se han documentado hasta 18 elevadores que lo que hacían era subir las fieras o los gladiadores a la arena directamente que salían mediante trampillas. Eso le daba todavía más espectacularidad". ¡Como si hiciera falta!

2. ¡Mucha mierda… A las mujeres también!

Ni Aitana Sánchez Gijón ni Amaia Salamanca o Gisela, por poner un ejemplo de las actrices que actuarán este año en el Festival de Teatro de Mérida, podrían haber pisado el escenario durante la época romana. Por hacer, no habrían podido ni sentarse en el graderío intermedio. Resulta que en aquellos años, las mujeres entraban directamente al gallinero, nada de estar en las gradas inferiores, reservadas para las hombres. Y lo de actuar, más bien poquito.

Las actrices que participan este año en el Festival de Teatro Clásico no habrían podido hacerlo en la época romana.
Las actrices que participan este año en el Festival de Teatro Clásico no habrían podido hacerlo en la época romana.

"Las mujeres no solo estaban discriminadas en el graderío, tampoco podían ser actrices. Solo en el mimo, que era el único género en el que podían actuar porque no podían usar máscaras, pero para todo lo demás eran actores los que representaban los personajes femeninos", asegura la guía turística.

Estatua en el teatro romano en honor a la actriz Margarita Xirgú.
Estatua en el teatro romano en honor a la actriz Margarita Xirgú.

Tuvieron que pasar casi 1.500 años para que viniera otra mujer a resarcir al género. En 1933, se reinauguraba este escenario con la obra Medea de Séneca, traducida por Miguel de Unamuno, con la actriz Margarita Xirgú en el papel. Hoy, en uno de los pasillos que da paso al escenario del teatro se yergue una estatua que la recuerda.

3. El primer circuito de Fórmula 1

Fernando Alonso se lo habría pasado pipa en siglo I d. C. en Mérida, que fue cuando empezó a funcionar el Circo Romano, uno de los lugares favoritos de los emeritenses de aquella época, con sus carreras y sus pilotos dándolo todo en una extensión de 30.000 metros cuadrados, que era el tamaño de la zona de competiciones. El amor por la velocidad viene de lejos y a los romanos, especialmente, les fascinaba. (Películas como Ben-Hur, tanto la antigua (1959) como el remake (2016), recrean esa emoción perfectamente).

En el Circo Romano se celebraban las carreras de cuadrigas, que hemos visto en películas como 'Ben-Hur'.
En el Circo Romano se celebraban las carreras de cuadrigas, que hemos visto en películas como 'Ben-Hur'.

Sí, es cierto. El circuito del Circo –por falta de curvas– quizás no se pueda comparar a los de los GP de F1, sin embargo, otros muchos detalles sí. Los pilotos estaban divididos en facciones (como ahora lo hacen en escuderías) que se diferenciaban por sus colores; calculaban cómo vencer al rival usando bien la posición de sus caballos (ahora, el cambio de neumáticos); daban siete vueltas alrededor de la barrera central del Circo y cuando ganaban eran aclamados como auténticos héroes y premiados con la corona de laurel (lo que viene a ser el podio y el trofeo actual). Y en medio, la afición se entregaba a las apuestas que hacían ricos a unos y pobres a otros.

Las carreras movían apuestas que hacían ricos a unos y pobres a otros.
Las carreras movían apuestas que hacían ricos a unos y pobres a otros.

El verdadero protagonista de los juegos circenses era el auriga (lo que vendría a ser nuestro piloto actual) que conducía la cuadriga (el carro tirado por cuatro caballos). Algunos de ellos "llegaron a ser aclamados por las multitudes como auténticos héroes. Su fama y consideración en la sociedad romana podría compararse con la que actualmente disfrutan los deportistas de élite", cuentan en el Circo Romano.

Mérida tuvo su propio Fernando Alonso: Gaius Appuleius Diocles, que llegó a hacerse rico y famoso con más de 1.462 victorias a lo largo de su carrera en el Circo Máximo de Roma. Todo un campeón en aquella época de origen lusitano.

4. Las dos 'mentirijillas' de la ciudad

Mentiras, mentiras, tampoco son, más bien confusiones que se han mantenido a lo largo de los años. Dos monumentos de la ciudad llevan nombres equivocados o, al menos, que no se corresponden con sus orígenes. Y aunque todos los emeritenses, o casi todos, saben de esto, es mejor dejarlo claro desde ya porque no es lo mismo Trajano que Tiberio, ni Diana que Augusto.

El Templo de Diana, aunque no era ella, luce así de impresionante por las noches.
El Templo de Diana, aunque no era ella, luce así de impresionante por las noches.

Con una altura de 15 metros y una anchura de seis, es normal que alguien creyera que el Arco de Trajano era algo triunfal y no una simple portería. "El Arco es anterior a la época de Trajano. Lo manda a construir en el siglo I. d.C. Tiberio, el hijo que tiene con su tercera esposa Octavio Augusto. Cuando se hacen estudios en siglos posteriores se llega a esa conclusión de que era de Trajano porque a él le gustaba hacer edificios monumentales y arcos de triunfo. Y por eso en su inicio se pensó que era un arco de triunfo, pero para nada, era una puerta de acceso al foro provincial", explica Estefanía Mostazo, guía turística de Activa Viajes.

El Arco de Trajano, si tampoco era de él, ¿de quién era?
El Arco de Trajano, si tampoco era de él, ¿de quién era?

Entre Diana y Augusto anda el segundo baile onomástico de la ciudad. El Templo de Diana es "la segunda mentirijilla que tiene la ciudad en sus nombres porque no tiene nada que ver con Diana. Un arqueólogo descubre el templo y piensa que le suena mucho, que lo ha visto en algún lugar. Y en vez de irse a documentos o a estudios, se va a viajar por el mundo como Willy Fog y llega a Éfeso, Turquía, donde está el Templo de Artemisa, la diosa de la caza griega, que en su versión romana es Diana, pues pensó 'el Templo de Diana' y se queda así, con ese nombre", asegura Mostazo.

Lo cierto es que "no se sabe a quién se rendía culto porque no hay ninguna inscripción. Se supone que al estar dentro de la plaza pública a quien se le rendía culto era a Octavio Augusto, el emperador. Si ustedes hubieran vivido en esa época lo que se habrían encontrado sería una gran escultura de Octavio Augusto. Por eso el nombre real debería ser Templo de Augusto", aclara la guía turística.

5. La cigüeña viene de Mérida

Y te estarás preguntando qué tiene ver el viaje en el tiempo o cualquier emperador en este punto. En realidad, lo más importante de este apartado sería destacar el gran sistema de distribución de agua que tenía la ciudad en la época romana. Todos los acueductos son un gran ejemplo de ello, destacando por su belleza a la luz del atardecer el Acueducto de los Milagros, que traía el agua desde el Embalse de Proserpina a la ciudad. Y por este otro súper dato histórico: Todo el sistema de cloacas estaba tan bien construido que alguna ha servido hasta el siglo XX.

El Acueducto de los Milagros es uno de los sitios favoritos de las cigüeñas.
El Acueducto de los Milagros es uno de los sitios favoritos de las cigüeñas.

Sin embargo, viendo la cantidad de cigüeñas que han anidado sobre los arcos del acueducto, (en realidad, lo han hecho en mayor o menor medida por toda la ciudad) resulta difícil no hablar de ello. Y no es de ahora, ya los romanos la consideraban un ave sagrada. Puede ser porque cae bien y no solo porque su leyenda cuente que viene cargada desde París con los bebés colgados del pico. Se trata de un pájaro muy grande, monógamo, completamente dedicado al cuidado de su familia… Además, construye unos nidos gigantes con su pareja, que luego les sirve de hogar y para reproducirse durante varios años. El colmo de la monería es que producen un sonido muy característico con el pico –conocido como el 'crotoreo', según SEO BirdLife– que hacen para saludar a su pareja. Sagrada o no, en épocas pasadas y en la actual, la cigüeña viene de Mérida, seguro, no de París.

6. ¿Quién dijo calor cuando existe Proserpina?

El embalse de Proserpina, a 5 kilómetros de la ciudad, data de la época romana, aunque ha sufrido muchas transformaciones a lo largo de los años. Según explica el Consorcio de Monumentos de la ciudad, este embalse "recoge agua procedente de las lluvias así como la que aportan los arroyos de las Adelfas y las Pardillas", y que los romanos usaban para sacar el agua que se llevaba hasta la ciudad mediante su avanzado sistema de acueductos.

Este embalse en verano es un desahogo para los emeritenses.
Este embalse en verano es un desahogo para los emeritenses.

Afortunadamente para los emeritenses, hoy en día, se ha convertido en un lugar de baño, donde además de darse un chapuzón, uno puede disfrutar de varios deportes acuáticos. Y eso, con las temperaturas que se alcanzan en Mérida en verano, es mucho más que una salvación.