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La nieve ya ha llegado a Sierra Nevada y lo ha hecho acompañada de buenas noticias: Cetursa –empresa pública que gestiona la estación–se alía con Repsol para alcanzar la neutralidad de emisiones en 2050. De esta manera, la compañía multienergética suministrará a las máquinas pisapistas combustible 100% renovable que evitará la emisión de 180 toneladas de CO2.
Gracias a esta alianza, la estación de esquí granadina será la primera instalación de estas características en España que utilice en equipos pisapistas los combustibles 100% renovables producidos por Repsol a partir de residuos, en un entorno que alcanza en invierno habitualmente -6ºC de media al caer el sol. Con esta buena noticia y de cara a la nueva temporada de nieve, proponemos varios planes fuera de horas para disfrutar del manto blanco granadino de una manera diferente:
Cuando el reloj se acerca a las cuatro y media de la tarde, los esquiadores de Sierra Nevada saben que es hora de ir terminando. Es el momento de hacer la bajada que tenemos por delante e ir recogiendo. O también, para los más ansiosos, es la señal que nos indica que tenemos que acelerar y hacer esa penúltima bajada rápidamente, de modo que podamos volver a coger el remonte que más lejos nos lleve y nos quede un rato para una última bajada de muchos kilómetros. Una buena combinación de remontes nos llevará suficientemente lejos como para, haciendo uso de las pistas traseras y laterales, cerrar la jornada de esquí sintiéndonos campeones mundiales del disfrute.
Con la marcha de los últimos esquiadores de la zona de Borreguiles, pasadas las cinco de la tarde, se ponen en marcha las máquinas pisanieves de Sierra Nevada. Un desfile de orugas rojas de más de 10 toneladas, que se encargan de dejar la nieve preparada para que a la mañana siguiente la pista esté en perfectas condiciones, sale de su aparcamiento. Y en una de ellas puedes ir tú. Es una de las diversas actividades que Cetursa ofrece para quien aún tenga fuerzas para alargar el día.
El bullicio de una hora antes se desvanece; la sierra te pertenece de pronto. El manto blanco, valga el estereotipo, pierde los cientos de manchas de los esquiadores y sus ropas llamativas. Nadie baja a lo lejos. Cierra la cafetería, cierran los remontes y cierran los clubes de esquí en Sierra Nevada. Todo cierra. La tranquilidad se apodera de la estación y allí estamos solos con David Gutiérrez, el conductor de la Pisten Bully 600, una de las bestias capaces de subir y bajar cualquiera de las cuestas que un rato antes han bajado los esquiadores y de mover muchas toneladas de nieve en una jornada.
David conoce bien la nieve. Durante una década compitió como snowboarder profesional. Sus últimos siete años los ha pasado en Sierra Nevada, en el equipo de técnicos al mando de estos bichos pisanieves. La bestialidad es, en realidad, solo una pose de la máquina. Sí, son bestiales sus movimientos desde fuera pero, en su interior es, realmente, una máquina sutil, con un volante como de consola. La imponente pala con orejas se gobierna con un joystick a un lado del volante. David Gutiérrez hace la primera subida por Borreguiles explicando cómo funciona eso de pisar nieve.
Lo primero que se aprende es que la pista no se arregla echando "la nieve hacia abajo, para eso ya están los esquiadores, que lo hacen durante toda la jornada", señala Gutiérrez. El trabajo consiste en subirla, pisarla arriba y que nunca falte en las partes altas. Tras la primera vuelta con David al mando de la máquina, el invitado ya puede tomar los mandos. Una máquina enorme que requiere precisión en brazos y pie. El más mínimo toque al volante hace que la máquina gire bruscamente. "No pasa nada, pero ten cuidado; hazlo suavemente, no se vaya a salir la cadena y tenemos un problema", sonríe el maestro. Probablemente exagera, pero quién sabe...
También el acelerador es sensible. No hay freno en la Pisten Bully. Si aceleras, la máquina anda. Si sueltas el pedal, se frena en seco. Más vale hacerlo con suavidad. Minutos después, el piloto novato ya se ha hecho –más o menos– con la bestia y es hora de seguir la rutina pisapistas. Hay que coger el hilo que ha dejado otra máquina que ya ha pasado por la zona y continuar el pisado. Las ranuras en la nieve dan la pista de por dónde ir. Casi sin querer, ha pasado poco más de una hora y toca bajarse. Hemos disfrutado de la conducción de una máquina curiosa y contribuido a que mañana, imaginamos, la pista esté en excelentes condiciones.
Al bajarnos de la Pisten Bully 600, el silencio sigue reinando en Borreguiles. Pero el sol quiere contribuir al espectáculo. La sierra está en sombra, una penumbra previa a la marcha del astro rey. Pero esos últimos rayos los deja caer sobre el Veleta, que tiene una belleza espectacular a media tarde. Hacia allá se dirige también David, en otra de las experiencias que pueden disfrutarse en Sierra Nevada: atardecer en la cumbre. No hay mucho más que añadir, solo vivirla. Una Pisten Bully 300, dotada para la ocasión con una cabina capaz de llevar a un grupo de entre 10 y 12 personas, es la encargada de transportarnos, pico del Veleta arriba.
En esta ocasión, saliendo desde Pradollano –la zona urbana de la estación granadina–, el conductor te acerca hasta el Veleta, uno de los sitios más espectaculares posibles. En el Collado de la Laguna, una mesa con champán y bombones es un buen modo de contemplar uno de los atardeceres más increíbles mientras la vista, en los días claros, deja ver el Mediterráneo y los muchos pueblos de la costa granadina y almeriense. Hemos alcanzado –o casi– el Veleta, el tercer punto más alto de la Península con sus 3.398 metros de altitud y, mientras pisamos la nieve, vemos el mar rodeados de amigos. El mejor fin de jornada posible.
Aunque, en realidad, hay otros modos de acabar la jornada. Si las ocho horas de esquí nos han parecido pocas, todavía podemos sacar dos horas y media más. Los sábados, de 19 a 21 horas, Sierra Nevada abre la pista de El Río para hacer esquí nocturno. Edgar viene de Valencia y es el primero en completar la bajada nocturna este sábado. "La nieve está recién pisada y es una locura", cuenta entusiasmado mientras agarra su snowboard y se da prisa en volver a montarse en el telecabina para hacer otra bajada.
Efectivamente, entre las 5:00 y las 7:00 de la tarde, las máquinas de la estación, entre otras cosas, se han afanado en dejar la pista como una autovía. Ancha, lisa, bien iluminada. Espectacular es la palabra que utilizan varios de los que completan la bajada. Miguel, periodista, reconoce que "la bajada es diferente: te acompañan la luna y las estrellas, apenas nadie en la pista, que está recién pisada… y además he sido el segundo en bajar", dice con orgullo olímpico. "Puedes ir más rápido", añade mientras pone pies en polvorosa camino del siguiente descenso.
"Menos gente, más tranquilito", apunta Dani, también de Valencia. 3,3 kilómetros que "dependiendo del ritmo, puedes hacer en cuatro o cinco minutos con una tranquilidad especial". Ana y Moisés vienen a Sierra Nevada desde Madrid y nunca han esquiado de noche. Su percepción es especial. Les ha sorprendido el silencio. Una de las ventajas de tener la estación, y la luna, casi en exclusiva.