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El municipio de Getxo ha sido tradicionalmente punto de encuentro de los sectores más potentados de Euskadi. Allí han decidido vivir durante décadas destacados representantes del mundo empresarial, la burguesía y la banca, y su lustrosa huella arquitectónica ha dado carácter elitista a barrios como Neguri y Las Arenas. Lógicamente, la gente bien, la gente de dinero, de posibles que se dice, también ha colonizado allí la línea de la costa, haciendo suyas las vistas al mar y a la bahía de el Abra, donde desemboca el río Nervión convertido ya en ría. La disposición en línea de sus casas señoriales y mansiones, de sus palacios y palacetes, permite realizar un paseo de lo más agradable entre el puente Bizkaia y la playa de Ereaga.
Son apenas tres kilómetros para soñar con una vida mejor, para disfrutar la brisa mientras se observan miradores, columnas, arcos, hastiales, chimeneas, torres y más detalles decorativos enmarcados en estilos como el old-english y el regionalismo vasco, y para ratificar el privilegio que supone vivir en este rincón de Bizkaia maitea.
Nuestro recorrido por este paseo de las grandes villas de Getxo, salpicado con placas explicativas del mismo y de su idiosincrasia, comienza en el popular Puente Colgante, el primer puente transbordador de estructura metálica construido en el mundo, que une las localidades de Getxo y Portugalete gracias a una barquilla móvil suspendida de un travesaño a 45 metros de altura, para permitir el paso de barcos de gran tonelaje. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, el ingenio fue inaugurado el 28 de julio de 1893 y remite a la arquitectura de Gustave Eiffel y sus acólitos, caso del ingeniero Alberto Palacio y Elissague, su responsable.
Estamos en la margen derecha del Nervión, caminamos hacia su desembocadura y nuestros pasos son vigilados desde la otra orilla por la silueta del monte Serantes, cima de Santurtzi (452 metros), y por el Muelle de Hierro de Portugalete, otro Bien de Interés Cultural, con la categoría de Monumento. Pronto llegamos a un parque presidido por el monumento dedicado a Evaristo de Churruca, el responsable del citado muelle, una compleja obra de ingeniería, inaugurada en 1887, que permitió hacer navegable la ría que vertebra el corazón económico del País Vasco.
Su solución terminó con la temida barra de Portugalete, barrera transversal de bancos de arena móviles que provocó cientos de naufragios, y permitió el desarrollo de una potente industria siderúrgica y naval: Altos Hornos de Vizcaya, astilleros como Euskalduna y La Naval… De ahí que en el gran homenaje, inaugurado en octubre de 1939 y consistente en una torre-faro de estilo art decó, diseñada por Ignacio María Smith, y un conjunto escultórico en bronce, obra de Miguel García Salazar, veamos representada la industria, la navegación y la lucha del hombre con la naturaleza, la pugna de Bilbao contra Neptuno y "el triunfo de los trabajadores sobre la furia del mar, la victoria de los vizcaínos sobre la barra, la ría y el Abra".
Toca girar a la derecha y emprender una larga recta que discurre en paralelo al arbolado paseo de Zugazarte y arranca en la pequeña playa de Las Arenas, núcleo inicial del desarrollo turístico de Getxo, allá por el Siglo XIX, cuando el comerciante Máximo Aguirre se propuso establecer una población balnearia, aficionada a los baños de sol y las notables villas residenciales. Ello justificó la existencia de balneario, hipódromo, casino, campo de golf… y también que Alberto de Palacio, arquitecto responsable en Madrid de la estación de ferrocarril de Atocha y del Palacio de Cristal, diseñara en 1894 Cristina Etxea, edificio de viviendas que fue su residencia veraniega y su lecho de muerte.
Los mástiles de veleros amarrados en el embarcadero, donde se cruzan paseantes, deportistas y pescadores, nos saludan e indican que allí, donde en 1868 erigió la familia Aguirre el Establecimiento de Baños de Mar Bilbaínos, se encuentran hoy las instalaciones del Real Club Marítimo de el Abra, que en 1905 organizó la primera edición de la Copa del Rey de Vela que actualmente acoge Palma de Mallorca. La sede actual se construyó en 1975 en sustitución del edificio histórico destruido dos años antes por el incendio que provocó un atentado terrorista.
La pesadilla terminó y lo celebramos entre este bello rosario de edificios con la firma de arquitectos vascos como Manuel María Smith, Rafael de Garamendi y Severino Achúcarro. Ellos son los principales responsables de tanto boato. Muchas de sus obras han experimentado lógicas modificaciones, reformas, ampliaciones y reconstrucciones estructurales, alguna también luce desconchones, pero todas mantienen su esencia original y la riqueza de la confluencia de culturas y corrientes.
Así, por ejemplo, dejados atrás los aires nórdicos de Kai Gane y el aspecto británico de la reformada Villa ABCD, es una gozada recrear la vista con el estilo regionalista de inspiración neovasca palaciega de Bidearte, salpicado con rasgos montañeses y la influencia británica Reina Ana.
A mitad de camino, aproximadamente, se encuentra Villa Ariatza. El imponente caserón de Smith, muestra del estilo regionalista vasco de inspiración popular reconvertido en un cuatro estrellas por 'Ercilla Hoteles', constituye la única opción de tomar un tentempié. El hotel 'Embarcadero' dispone de restaurante y de un bar con terraza donde es complicado vencer la tentación de comer unas rabas –anillas de calamar rebozadas que en estos lares son las grandes protagonistas a la hora del almuerzo–, cuando el cuerpo pide asueto y un trago de vermú o txakoli, el vino vasco a base de uva hondarrabi zuri.
Uno se limpia con la correspondiente servilleta, reemprende la marcha por el muelle de Las Arenas y pasa junto a Kaialde, Kaiertza, las tres casas Cisco y Eguzkialde antes de llegar a la minúscula playa de La Bola, visible con marea baja, y trazar otro ángulo recto, esta vez a la izquierda. Allí, sobre la Campa del Loro se erige imponente Lezama-Leguizamón, un palacio burgués de postal que hasta 1933, cuando las llamas devoraron todos sus libros, albergó la que fue considerada mejor biblioteca privada de España. Ella ocupa uno de los tres volúmenes de la fachada orientada al Abra; los otros dos son el cuerpo principal de la vivienda y una torre central inspirada en el Palacio de Monterrey de Salamanca (siglo XVI).
Los estilos arquitectónicos se suceden nuevamente en este tramo del paseo que dirige nuestros pasos hasta la bella base de salvamento marítimo de Cruz Roja, antaño Estación de Salvamento de Náufragos de la Asociación de Navieros de Bilbao, que impacta con su faro, su basamento abierto de pilares de sillarejo grueso cubierto por arcos de medio punto... Estamos en una buena encrucijada, pues a la izquierda se extiende el Puerto Deportivo de Getxo, un terreno ganado al mar para instalar cines, restaurantes, amarres, el Getxo Aquarium (donde 16 acuarios muestran distintos ecosistemas del mar Cantábrico y del océano Indo-Pacífico) y una Terminal de Cruceros donde hacen escala colosos como Queen Mary II. Todo ello dispuesto a los pies del viejo paseo del faro, 1.090 metros en línea recta.
En esta ocasión la recomendación es, en cambio, torcer a la derecha y caminar junto a la playa de Ereaga mientras observamos el estado ruinoso de Punta Begoña, mucho más que un muro de contención surcado por galerías y miradores concebido por el arquitecto Ricardo Bastida. A pocos metros se encuentran el antaño Balneario de Igeretxe, otro clásico del turismo de baños local, y 'Tamarises Izarra', un restaurante comandado por el chef Javier Izarra cuyas creaciones permiten poner punto y final al Paseo de las Grandes Villas de Getxo con el mejor sabor de boca. Izarra desarrolla allí una cocina sencilla, de base tradicional, bien presentada y elaborada con buen producto y técnicas varias en pos de alimentar lo emocional.
'Tamarises Izarra' es el sueño de Javi Izarra, un restaurante de corte clásico, entre comillas. Se aprovecha un poquito de las nuevas técnicas, pero realmente es una cocina producto, cocina mercado, cocina sabor. "Lo que predomina sobre todo en mi cocina es el sabor, ese recuerdo de antaño que tenemos todos metido en la cabeza, de lo que nos daban, de lo que comíamos de niños. Intentamos recuperar el sabor de cada cosa, que durante unos años en algunos casos se ha llegado a evaporar", sostiene un cocinero que antes de emprender camino en solitario se curtió en los restaurantes 'Etxanobe' (Bilbao), 'Alcalde y Gilda' (Madrid), 'Campo de Golf de La Arboleda' (Valle de Trápaga) y 'Akebaso' (Axpe). Curiosamente, todos llevan la firma de Fernando Canales, hoy responsable en la capital vizcaína de 'Atelier Etxanobe' y La 'Despensa de Etxanobe'.
Es verano y entre las sabrosas opciones que ofrece 'Tamarises Izarra' figuran mariscos como el bogavante (acompañado con mahonesa emulsionada con sus propios corales, aliño y lechuga), la cigala y el carabinero, este en tartar. El toque "de autor" que anuncia la web del local se aprecia en creaciones como el falso huevo de bacalao, donde una esferificación de pimiento representa la yema y una brandada hace las veces de clara sobre un ajoblanco, y la gilda deconstruida, que aúna en la concha de un gran berberecho crema de guindilla y pimiento italiano, anchoa, aceite arbequina y aceituna negra deshidratada y molida. Es su revolucionaria adaptación de la clásica banderilla que atraviesa con palillo aceituna, anchoa y guindilla.
El sabroso poso tradicional se aprecia estos días en preparaciones como la croqueta de txistorra, el salteado de setas, el milhojas de cordero y la tostada caramelizada con confitura de naranja amarga y helado de dulce de leche, que confirman a 'Tamarises Izarra' como admirable ejemplo de regularidad, calidad y, no lo olviden, sabor.
Únicamente se puede echar en falta un aparcamiento particular, más cuando los bañistas acuden en masa al arenal que se extiende frente a las terrazas y los ventanales del restaurante, pero acordaos de que hemos venido hasta aquí a pie, contemplando la huella de una época de esplendor quizá irrepetible; basta recordar que hace un siglo las familias de Neguri controlaban las tres cuartas partes del acero y la mitad del hierro que se producía en España y buena parte también de la producción eléctrica. Dejemos la preocupación para quien acuda en coche el día más complicado y disfrutemos del camino de vuelta, a ser posible contemplando un bello anochecer desde el Muelle de Las Arenas. ¡Buena marcha!