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La bonita Cala de Moraig, situada al final de la carretera de la urbanización Cumbres de El Sol en Poble Nou de Benitatxell, Alicante, es el punto de partida de nuestra aventura. Hay para todos los gustos: desde una ruta en busca de adrenalina, a un mirador donde tomar un pícnic con buenas vistas o una ruta por los acantilados para toda la familia.
Esta propuesta es para los más aventureros. Conocida como la ruta dels Testos o el Barranco del Infierno, lleva hasta la cala del mismo nombre. Su difícil acceso ha permitido un gran nivel de conservación de esta luminosa playa virgen incrustada entre las paredes verticales de los acantilados y el imponente Morro Falquí. Aunque el punto de partida es la cueva que hay más arriba, comenzamos en la entrada de escalones de piedra que hay junto al aparcamiento de la Cala Moraig. Antiguamente se ponían recipientes de arcilla (testos) para recoger el agua que gotea de las bóvedas de la cueva y de esta costumbre proviene el nombre de la cueva, de la cala y del barranco.
Se trata de una ruta bastante complicada de apenas medio kilómetro, que se debe de hacer con calzado apropiado de montaña (nada de chanclas) y no es recomendable para niños ni para personas que no estén en buena forma ni tengan experiencia en barranquismo, ya que tiene tres descensos o destrepes por cuerda fija de entre 8 y 12 metros.
Conforme se avanza en la senda pedregosa, el Morro Falquí va descubriéndose majestuoso al lado izquierdo. El camino es sombreado y sopla la brisa, mientras la vegetación se hace cada vez más frondosa con sotobosque arbustivo y de calidad, formado por pequeños olivos silvestres, algarrobos, lentiscos, aladiernos, aliagas, jaras y espinos negros además de fragante romero y tomillo. Las adelfas, los cardos y las amarillas cistaceas llenan de flores y mariposas el camino.
En un último rellano, antes de comenzar el descenso, se puede ver ya la pequeña Cala dels Testos. En ese punto se inician los tres tramos con alta dificultad donde son necesarias las cuerdas para realizar el descenso. Entre la segunda y tercera cuerda podemos continuar una senda hacia la izquierda, que lleva hasta la Cueva dels Testos, la cual ofrece vistas a la costa sur. Para volver, es necesario trepar por esas mismas cuerdas para ascender y regresar al camino.
Volvemos al aparcamiento de la Cala Moraig, desde donde podemos acceder andando o en bicicleta hasta el mirador Dels Testos, un amplio balcón al mar desde donde tenemos unas magníficas vistas de la cala del Moraig , de la dels Testos y del Morro Falquí, un espolón de 200 metros de altura sobre el nivel del mar, llamado así por los halcones (falcons) que anidaban en la zona. Ya no hay hacolnes, pero hoy en día se observan aves como el vencejo común o el avión roquero. Estamos en uno de los pocos lugares que quedan casi vírgenes de la costa mediterránea y está declarado Zona de Especial protección para las Aves (ZEPA) de la Comunidad Valenciana y Lugar de Interés Comunitario (LIC): los Penyassegats (acantilados) de la comarca de la Marina.
Entre los miradores hay una zona recreativa con mesas y bancos de madera protegidos con la sombra de los pinos. Un lugar perfecto para hacer un pícnic y disfrutar de unas sugerentes vistas. También podemos desviarnos unos metros del camino para conocer un antiguo horno de cal, una construcción que se utilizó hasta los años setenta del siglo pasado y en la que se convertía en cal la piedra calcárea que se extraía de las canteras. Era una propiedad comunal y la cal que se obtenía tenía numerosos usos, desde blanquear las casas hasta utilizarla para limpiar al rebaño o para macerar las olivas y las uvas pasas.
Llegamos a la ruta más impactante: la de los acantilados de Benitatxell. Además de ser la más bonita de la zona, se puede hacer con niños y bordea toda la costa. Como el resto de las propuestas, el recorrido comienza desde el parking de la cala Moraig: subiendo unos metros por la carretera, encontramos una senda que señala el camino hasta la cala Llebeig. Su duración es de aproximadamente una hora de ida y otra de vuelta. Es importante llevar calzado cómodo para caminar, agua y, aunque no sea verano, lo más recomendable es hacerla temprano o después de las 15:00 horas, ya que en esa parte de la montaña el sol de levante cae a plomo durante toda la mañana. O mejor todavía, esperar a que baje el sol y disfrutar de los atardeceres otoñales, con sus cielos rojizos, anaranjados, rosas y púrpuras.
El camino nos va guiando a media altura por los impresionantes acantilados, provocados por la brusca caída del Puig Llorença sobre el mar. Desde aquí también se puede vislumbrar el Morró Falquí, situado al norte de la Cala Moraig. Un camino que discurre durante cuatro kilómetros de belleza desbordante donde mar y montaña son la misma cosa en un paisaje abrupto entre el océano resplandeciente y la majestuosa montaña.
Durante el recorrido podemos ver junto a la pared vertical del acantilado diversas cuevas excavadas en la roca y pequeñas construcciones de piedra en seco que, hasta mediados del siglo XX, fueron refugio de pescadores, agricultores o contrabandistas. Estas cuevas servían como resguardo de la noche y del temporal, para dejar los aperos y, en algunos casos, para ocultar objetos de contrabando, como tabaco, azúcar, café, telas o armas. Son construcciones rudimentarias, aunque algunas tienen hornos de pan e incluso establo.
La belleza no solo está en las vistas al mar. La vegetación que acompaña el camino es fragante y su aroma se entremezcla con la brisa marítima. Encontraremos especies comunes en el litoral de la Marina Alta como el lentisco, el romero y los pinos, acompañadas de otras como el esparto, el bayón, la lavanda, el palmito (margalló), la aliaga, el tomillo, la efedra, la madreselva, la clavelina, la campanilla valenciana, especie muy rara y endémica de la zona, así como el espino negro de roca. También hay higueras, algarrobos y olivos que plantaron los antiguos propietarios de las cuevas. La influencia y cercanía del mar se hace notar en la forma moldeada y frondosa de la vegetación.
Al final del sendero se halla el único momento de dificultad de esta ruta, sobre todo si vamos con niños: se trata de la bajada a la cala del Llebeig. El esfuerzo vale la pena, las piedras son un poco resbaladizas, pero con cuidado podemos descender como si fueran escalones hasta esta cala virgen, uno de los rincones mejor conservados de la Costa Blanca. Aquí encontramos varias casitas de pescadores abandonadas y la Caseta dels Carabiners, desde donde la Guardia Civil controlaba a los contrabandistas.
La cala del Llebeig es fantástica para darnos un merecido baño y descansar antes de emprender la vuelta o incluso para practicar snorkel o pasar el día. Eso sí, es una playa de rocas por lo que es recomendable llevar cangrejeras o escarpines y por supuesto tener agua para hidratarnos. A esta cala solo se puede acceder caminando o en barco, lo que la convierte en un paraje natural de lo más tranquilo, lejos de masificaciones, sobre todo en otoño. Para los senderistas más expertos y con más ganas de caminar, desde aquí se puede llegar hasta el pueblo de Moraira por el Barranco de la Viuda, una hora y media de camino que se complica por los grandes cantos rodados que lo forman. Una aventura que se merece un capítulo aparte.