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El imponente castillo de Alcañiz.

Ruta por Alcañiz (Teruel): guía práctica

Alcañiz, gótica y motera

Actualizado: 06/09/2021

Fotografía: Michael Romano

El 'Monaco' español. Así era conocido su pionero circuito urbano de motos, el más antiguo de España donde en 1965 se corrió el Primer Premio Ciudad de Alcañiz. Pero esta ciudad turolense, entre el Maestrazgo, el Bajo Aragón y la Comarca del Matarraña, lleva siglos conjugando el arte y una vitalidad comestible desde primera a última hora del día. Sacia tu inquietud cultural y gastronómica cercado por una naturaleza de lujo.
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Cargamos las maletas de cuero, las botas en los estribos, el manillar suelto y visitamos una ciudad que empieza a rugir. Ruido, muchas ruedas y arte a los pies de un castillo. Sobre este escenario, Alcañiz recibe cada temporada el Gran Premio de Aragón, que este año se celebra el 11 y 12 de septiembre y cuyos detalles puedes consultar en Box Repsol. Energía, movimiento y a la vez sosiego, el que trasmite su Estanca, el lago de agua salada que rodea el circuito. Os proponemos una ruta por sus calles y su subsuelo de pasadizos, sus vestigios medievales y, por supuesto, lugares de buen comer. En moto o a lomos de un caballo en plena Edad Media.

¿Cómo llegamos?

Alcañiz se encuentra a solo una hora de Zaragoza en dirección a Castellón. La nacional que nos conduce a la capital del Bajo Aragón, la N-232, cambia de cara conforme nos acercamos a la ciudad, a mitad de camino entre el valle del Ebro y el litoral mediterráneo. El paisaje se puebla de pinos, aves migratorias y agua, el agua de su laguna salada, La Estanca, rodea el circuito automovilístico que concentra a miles de moteros cada mes de septiembre.

Alcañiz. Castillo
El Castillo de los Calatravos es el mejor mirador para contemplar Alcañiz.

Pero Alcañiz es mucho más que motos. A lo lejos, a un par de kilómetros antes de llegar nos saluda imponente su Castillo de los Calatravos, en lo alto del cerro que ha sido testigo de la historia de la ciudad. La fortaleza tuvo un importante papel en la Reconquista de la villa en 1157. Tres siglos más tarde, en 1411 fue sede del Parlamento de la Concordia, creado para elegir al sucesor de la Corona de Aragón. Desde aquí se siguieron también en el siglo XIX, durante las guerras carlistas, las hazañas del conocido como Tigre del Maestrazgo. El castillo hace que Alcañiz sea visible desde cualquier punto, también si accedemos desde el Mediterráneo, a través de los puertos de Morella y Beceite.

Alcañiz. Iglesia de Santa María la Mayor
La Iglesia de Santa María la Mayor, del siglo XVIII.

¿Por dónde empezamos?

Estamos en el punto cero de nuestra visita. Sobre el cabezo de Pui Pinos, sede del Festival del Castillo que cada verano reúne en su anfiteatro a conocidos actores y actrices del panorama nacional, dominamos la comarca a vista de pájaro. A nuestros pies se asienta la población, ceñida por uno de los muchos meandros que el río Guadalope –en latín agua de lobos– dibuja en su lento discurrir por esta tierra baja.

Alcañiz. Castillo
En el interior del castillo, convertido en Parador Nacional.

La fortaleza, que hoy en día funciona como Parador de Turismo, nos sorprende sobre todo por el esplendor barroco de su fachada y por la colección de murales góticos que alberga su Torre del Homenaje, uno de los conjuntos de frescos góticos mejor conservados de España. Para poder verlos, la Oficina de Turismo de Aragón organiza visitas guiadas a las 11 de la mañana y a las 5 de la tarde. Después podemos tomar algo en la remodelada cafetería, expuesta a cualquier visitante, decorada con un mural que representa los torneos cortesanos de la Edad Media. También tiene mesitas escondidas en sombríos rincones del jardín donde es una delicia descansar y tomar algo.

Alcañiz. Castillo
Varias de las mesas que nos permiten tomar un café en los jardines del castillo.

Para los huéspedes del Parador, cuyo bolsillo se lo permite, la mejor opción es hospedarse en uno de sus torreones dúplex, que deparan unas vistas panorámicas sin igual de todo el Maestrazgo. No obstante, el mirador al que accedemos desde la muralla nos regala igualmente una fantástica visión de la ciudad y de los tejados antiguos de Alcañiz.

Desayunamos entre callejuelas

Desde el castillo bajaremos rodeando la muralla. Es un encanto perderse por las callejuelas y descender a pie hasta la plaza de España. Allí continuamos nuestro recorrido con un buen desayuno. Nos lo prepara con todo su cariño nuestro amigo Pedro, en el 'Café LaLola' (c/ Alejandre, 2).

Alcañiz. Café La Lola
Es un encanto perderse por las callejuelas y descender a pie hasta la plaza de España

Mientras lo degustamos, vemos cuál majestuosa se alza ante nosotros el principal ágora alcañizana, centro neurálgico donde se concentran las principales edificaciones de la localidad. Nos deslumbra por su amplitud y por ser uno de los más bellos ejemplos de arquitectura renacentista aragonesa. De esa época y estilo es la elegante Casa Consistorial del siglo XVI, aunque por su mayor antigüedad habría que hablar en primer lugar de la preciosa Lonja gótica construida entre los siglos XV y XVI que se encuentra adosada al Ayuntamiento. Juntos, los dos monumentos forman un matrimonio arquitectónico perfecto, escenario de representaciones como la de San Jorge, el 23 de abril, patrón de Aragón.

Alcañiz. Café La Lola
Pedro y alguno de los platos que podemos degustar en el Café La Lola.

Todavía sentados con nuestro café, escuchamos el volteo de las campanas de la Ex Colegiata de Santa María La Mayor que marcan las doce. Se trata de un edificio religioso del siglo XVIII situado en el extremo opuesto de la plaza, que nos recuerda que es hora de continuar nuestra visita. Apenas abandonamos la plaza, se hallan ubicadas dos construcciones del siglo XIX: el Teatro Municipal, que posee un cierto aire modernista en su decoración, y el antiguo Mercado de Abastos.

Alcañiz. Casa Consistorial
Al fondo, la Casa Consistorial del siglo XVI.

Bajo la misma plaza, debajo de nuestras pisadas, se halla la red de pasadizos subterráneos a los que se accede desde la Oficina de Turismo, al comienzo de la calle Mayor. Es la puerta de entrada al Alcañiz oculto, a las entrañas de la ciudad antigua. Además, dentro de ellos también están la bodega y la nevera, lugar en el que se almacenaba la nieve durante el invierno para ser utilizada después durante todo el año con diferentes fines.

Alcañiz. Oficina de Turismo
Desde la Oficina de Turismo se accede a una red de pasadizos subterráneos.

Si somos de los que nos ruge el estómago a mitad de mañana, otra buena opción es hacer un brunch al estilo alcañizano en el 'Gran Pitufo' (Rda. de Teruel, 52), donde los bocatas, aparte de ser recomendados en toda la comarca, tienen nombres de santos. El más conocido, el San José, lomo con ajos tiernos sobre un pan recién hecho que sabe a gloria. También frecuentado por los alcañizanos es el bar 'Las Eras' (Av. Zaragoza, 75), que además nos pilla de camino si vamos al circuito. Algo tan sencillo como un huevo de corral con longaniza y olivas negras se convierte en este local en un auténtico manjar.

Alcañiz. Oficina de Turismo
Estamos en el Alcañiz oculto, a las entrañas de la ciudad antigua.

Comemos en el barrio de Los Almudines

Volvemos a la superficie. Merece la pena recorrer otros metros para visitar la Biblioteca Pública de Alcañiz, que tiene su sede en el antiguo Palacio Ardid, edificio palaciego de estilo renacentista con elementos de tradición gótica, ubicado en la misma calle Mayor. Y un poco más abajo, ya rehabilitada nos encontramos la denominada Casa Julve, una antigua casa solariega que hoy alberga la Escuela Municipal de Música. Muy cerca, en el barrio de Los Almudines, podemos tomar una cerveza en el 'Doble As' (c/ la Cueva, 23), bar de moda donde se sirven cervezas de diversos países y una salmuera casera exquisita.

Alcañiz. Empeltre
'El Empeltre', uno de los Soletes Guía Repsol de Alcañiz.

Son casi las dos y el estómago nos pide ayuda. Muy recomendable es comer en 'El Empeltre' (c/ Ramón J. Sender, 8. Solete 2021), restaurante de cocina moderna y a la vez tradicional, situado en la parte nueva de la ciudad. Allí nos podremos deleitar con el huevo a baja temperatura, especialidad de la casa o el ternasco de Aragón, uno de los platos típicos de la zona. Pero antes, hacemos una breve parada en la cafetería 'El Guadalope' (Plaza España, s/n), el bar más emblemático de Alcañiz y cuyas patatas caseras, fritas en el momento, no pueden faltar en el vermú.

Alcañiz. Empeltre
Tataki de atún rojo con verduras salteadas al wok, soja y wasabi, de 'El Empeltre'.

Pero si lo que nos pide el cuerpo es sentarnos a cuerpo de rey con mesa y mantel y darnos un homenaje con productos típicos de la zona, 'Meseguer' (Recomendado Guía Repsol) es el restaurante ideal. Sus recetas han pasado de generación en generación y a fecha de hoy continúan mejorándolas los tres hermanos, Pedro, Alberto y Fidel Meseguer. Recomendamos sus cocochas de bacalao con borrajas, una verdura muy típica de Aragón.

¿Qué gastronomía nos llevamos?

No podemos irnos de Alcañiz sin llevarnos en la maleta otras exquisiteces de su gastronomía, como las que nos ofrecen las panaderías de la localidad. La ciudad tiene una cocina propia y unos deliciosos lamines, tales como las tortas de alma, los mantecados, los almendrados, las harinosas ciegas o las Rosquetas de Pascua que, junto a las tortas del Santo Entierro, se elaboran para Semana Santa. Para los que prefieren el salado, muy recomendable es probar las tortas de pimiento y tomate, parientes próximas de la pizza italiana pero con un toque aragonés, que admite varios rellenos, como el chirigol, compuesto de pimiento, cebolla y berenjenas. También las hay de sardinas, arenques, de bacalao o de patata y jamón.

Alcañiz. Empeltre
'El Empeltre' es un restaurante de cocina moderna y a la vez tradicional.

Cuando cae el sol, es hora de buscar un lugar donde el arte y el buen comer vayan de la mano. Para eso, nada mejor que unos tacos al estilo aragonés en la terraza de 'El Liceo'. Situado en la misma calle Mayor, la más emblemática de Alcañiz, algo que supo ver un joven chef alcañizano, Luis Estopiñán, que le ha dado un aire vanguardista a su cafetería en la que organiza eventos gastronómicos y culturales.

Pasión por las motos

A su exquisita gastronomía y al calor de sus gentes hay que añadir que, desde hace décadas, Alcañiz rezuma pasión por la velocidad y por el motor. Fruto de esa pasión fue el viejo circuito urbano de Guadalope, que ha visto correr a pilotos de la talla de Villamil, Carlos Sainz, Jesús Puras o Luis Pérez-Sala. Es el más antiguo de España, ya que el primer Premio Ciudad de Alcañiz fue disputado en septiembre de 1965. Por el conocido como Mónaco español han competido máquinas gloriosas que hoy forman parte de los principales museos mundiales del motor, como los Porsche Carrera 4, Carrera 6, 911 o los Ford GT 40, los Abarth 2000, las barquetas de montaña y los mejores vehículos participantes en los campeonatos de España de turismos y superturismos.

Alcañiz. Circuito
Vista aérea del circuito de Alcañiz.

El circuito urbano, hoy utilizado ya únicamente para exhibiciones, fue el germen de uno de los proyectos más importantes de Aragón: Motorland Aragón, un complejo deportivo, tecnológico y de ocio en el que se celebran pruebas de gran renombre internacional como el Campeonato del Mundo de Moto GP, el Mundial de Superbikes o las World Series by Renault. Un circuito que sitúa a Alcañiz en el mapa, donde no obstante, hace siglos que está.

¿Algo más que ver en los alrededores?

Si disponemos de algunos días más, después de visitar Alcañiz, la zona ofrece un itinerario monumental y paisajístico de lujo, a caballo entre tres comarcas: El Bajo Aragón, el Maestrazgo y el Matarraña. Las tres tienen su encanto. A diez minutos, Calanda, pueblo donde nació el célebre cineasta Luis Buñuel; a veinte, Valderrobres y los puertos de Beceite y Calaceite, una mezcla perfecta entre naturaleza y arte que hacen que al Matarraña se le conozca como La Toscana Aragonesa, con establecimientos como 'La Torre del Visco', donde es casi imposible llegar si no es por referencias de vecinos de la zona.

Masía Torre del Visco
La Torre del Visco, un imprescindible. Foto: Eva Máñez

A algo más de media hora tenemos Mirambel, con sus calles de piedra que nos transportan a otra época, junto a Cantavieja, las dos poblaciones más importantes del Maestrazgo turolense. A la misma distancia pero en dirección contraria, Morella y sus impresionantes murallas, pero en el Maestrazgo castellonés. Los amantes de la bicicleta también pueden recorrer a dos ruedas la Vía Verde de la Val del Zafán, una antigua ruta férrea hoy convertida en un camino solitario que cruza el Matarraña, alejado de los pueblos y las carreteras principales, una perfecta puerta de entrada para descubrir esta preciosa zona del Bajo Aragón.

ruta tierra y libertad mirambel teruel
Paseando por Mirambel, otro destino que merece la pena visitar. Foto: Eva Máñez