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La corta distancia y la facilidad del recorrido lo convierten en una ruta ideal para hacer en familia.

Ruta de las ermitas de Tella (Huesca)

El Puntón de las Brujas asomado a las cumbres del Pirineo

28/10/2025 –

Actualizado: 25/10/2025

Fotografía: Mónica Grimal

Las leyendas de brujas siempre atraen, pero más aún en escenarios naturales tan espectaculares como Tella. Este pueblo oscense con vistas al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, invita a dar un paseo en familia por sus viejas ermitas y de paso descubrir el enclave ideal del Pirineo para la celebración de misteriosos aquelarres protagonizados por las hechiceras venidas de cualquier rincón de estas montañas.

Antaño, cuando las gentes pirenaicas recurrían a la brujería para explicarse lo inexplicable, se solía decir: “Tella, Dios nos libre de ella”. En cambio, hoy bien se puede proclamar que no hay excusa para no escaparse hasta este pueblecito de Huesca cuyo hechizo radica en su paisaje, su patrimonio y por supuesto en la magia de unos hechos legendarios que, acaecieran o no, le proporcionan un encanto especial.

El emplazamiento de Tella es tan remoto como atractivo.
El emplazamiento de Tella es tan remoto como atractivo.

Entre esas leyendas están las que relatan aquelarres de brujas sobrevolando las inmediaciones del caserío a lomos de escobas hechas con ramas de boj. Aunque en Tella aguardan muchos otros relatos mágicos, desde forzudos personajes capaces de mover rocas imposibles hasta un gigante que vivió en una cueva junto al pueblo. Unos viejos cuentos que se sienten y se descubren paseando entre montañas, bosques y viejas ermitas medievales.

Cómo llegar a Tella

Esta localidad se aúpa hacia las nubes. Está a más de 1.300 metros de altura. Así que para llegar, hay que salvar una fuerte y curveada ascensión desde la carretera A-138 que discurre junto al río Cinca y llega a la frontera con Francia. Pero semejante subida merece la pena. Conforme uno se acerca se intuye la belleza del vecino Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Y la recompensa final se alcanza al aparcar a la entrada de Tella, contemplando el risco donde se elevan las casas y asimilando la primera leyenda que envuelve estos parajes.

 La iglesia parroquial de San Martín es el comienzo de la ruta de las ermitas.
La iglesia parroquial de San Martín es el comienzo de la ruta de las ermitas.

El carácter remoto del núcleo se siente en cuanto se pone el pie en el lugar. Dada la geografía, se comprende que existiera el miedo a quedarse aislados. Algo que plasma la historia del brujo capaz de apartar del camino una gigantesca piedra desprendida tras una tormenta. No hay fechas, ni certezas, pero se cuenta que aquella mole pétrea cortaba el paso y amenazaba con separar a los vecinos del resto del mundo. Solo la magia evitaría el desastre, por eso se pidió a un hechicero que les salvara. Él accedió pero con dos condiciones. No se le podía mirar mientras quitaba la roca y además quedaría exento de hacer más trabajos en el pueblo. Obviamente se aceptó el trato, así que es bonito pensar que hoy llegamos aquí gracias a un personaje de leyenda.

El camino alterna senderos muy despejados con otros pasos cubiertos por vegetación.
El camino alterna senderos muy despejados con otros pasos cubiertos por vegetación.

Hacia el Puntón de las Brujas

Nada más aparcar, se distinguen las señales de la ruta de las ermitas. El inicio es la iglesia de San Martín, situada en la parte alta del núcleo histórico. Curiosamente de todos los templos que componen la ruta, la parroquial es la más moderna. Un adjetivo algo relativo, ya que se trata de una construcción originada en el siglo XVI. Desde ahí se emprende un camino por el que es imposible perderse hasta llegar a un espeso bosque donde siempre hay sombra. Los árboles son un túnel natural hasta que, en más o menos un cuarto de hora, el sendero se despeja para dejarnos boquiabiertos con el panorama. Al fondo se distinguen los tresmiles de Ordesa y mucho más cerca se alza el Puntón de las Brujas.

La ermita románica de San Juan y San Pablo es la más antigua del conjunto.
La ermita románica de San Juan y San Pablo es la más antigua del conjunto.

El topónimo evidencia que era aquí donde se reunirían aquellas mujeres poderosas y temidas, venidas desde otros enclaves de fuerte carga telúrica como el Pico del Turbón o el Macizo de Cotiella. Estaba tan extendida la creencia entre las gentes de hace siglos, que los poderes de la Iglesia querían acabar con tal superstición. Por ese motivo, el obispo de Roda de Isábena ordenó construir a los pies del peñasco la ermita de los santos Juan y Pablo. Esta ermita de exquisito estilo románico se levantó en los primeros compases del siglo XI y todavía se mantiene en pie. Y como el resto de ermitas de la ruta permanece abierta a los excursionistas. Lo cual es de agradecer, porque así se aprecia su austero interior y una oscura cripta oculta bajo el ábside y el altar.

Seguimos la ruta

La ermita a la sombra del Puntón de la Brujas permite otear la Garganta de Escuaín, una de las joyas de Ordesa. Eso invita a la contemplación y a tomar las fotos de rigor. Pero hay que seguir. Y el destino al que dirigirse es casi visible desde aquí. Al menos se intuye un recio campanario al final de una corta y muy agradable ascensión. Esa torrea con arcos para las campanas corresponde a la ermita de la Virgen de Fajanillas. También románica como el anterior, aunque algo posterior.

 La ermita de la Virgen de Fajanillas es inconfundible gracias a su potente campanario.
La ermita de la Virgen de Fajanillas es inconfundible gracias a su potente campanario.

Se piensa que Fajanillas pudo ser la parroquial de Tella hasta que se construyó la iglesia de San Martín en el núcleo urbano. Por lo tanto hay que imaginarse la fe de los antiguos pobladores, obligados a darse un largo paseo para ir a misa. No obstante, llegar hasta aquí les proporcionaría no solo alivio espiritual, también el disfrute de unas vistas impresionantes. Algo que ahora gozan los excursionistas tratando de identificar los diferentes picos del entorno o algunos rincones igualmente ligados a la Tella más legendaria.

El atrio de Fajanillas se convierte en un mirador espectacular.
El atrio de Fajanillas se convierte en un mirador espectacular.

Por ejemplo, hay quien busca entre los roquedos cercanos la conocida como cueva del gigante Silván. Un malvado personaje que en un tiempo indeterminado salía de su refugio para ir a robar a Tella alimentos, bienes y hasta mujeres, como la joven Marieta. El rapto de aquella bella muchacha fue el detonante para que la población decidiera hacer frente al gigante. Pero como no iba a vencerle por la fuerza, optaron por la argucia de envenenarlo mediante la leche que les robaba.

e mire donde se mire se puede sacar una hermosa panorámica del entorno.
e mire donde se mire se puede sacar una hermosa panorámica del entorno.

En realidad, si se miran los paredones rocosos de los alrededores se ven numerosos abrigos naturales. Algunos de los cuales cobijan secretos que van más allá de hechos imaginarios. Por ejemplo, existe la Cueva del Oso. Ésta es visitable mediante guías que muestran el lugar donde los paleontólogos hallaron restos de fauna ya extinta, como el mítico oso cavernario que campó a sus anchas por estas montañas hace unos veinte milenios.

La última ermita de la ruta

Desde el atrio de la ermita de Virgen de Fajanillas se advierte perfectamente el sube y baja que lleva al tercero y último de los templos en el itinerario, dedicado a la Virgen de la Peña. Se construyó en el siglo XVI en un punto más levantado, ofreciendo así una fantástica panorámica de la zona, incluyendo el Puntón de las Brujas dejado atrás hace un rato y las casas de Tella que son el final del paseo. A partir de aquí sólo queda un suave descenso hasta el pueblo. Primero entre bojes y matorral, y luego rodeados de fresnos, manzanos y pequeñas terrazas de cultivo. Casi sin querer, en apenas 20 minutos se pisan de nuevo las calles empedradas del diminuto pueblo pirenaico. Donde todavía nos aguarda una última sorpresa relacionada con la magia y las tradiciones.

Comienza el regreso hacia el pueblo, todo en un suave descenso.
Comienza el regreso hacia el pueblo, todo en un suave descenso.

En la misma calle que lleva a la iglesia de San Martín estuvo la vivienda de la maestra que ahora se ha reconvertido en Casa de la Bruja. Sus estancias acogen una exposición sencilla e ilustrativa para demostrar que las llamadas brujas más que ilusionistas y hechiceras eran unas profundas conocedoras de su territorio. Mujeres observadoras y con un saber adquirido de generación en generación. En especial en todo lo relacionado con las plantas y sus propiedades.

En las calles de Tella se puede visitar al Casa de la Bruja.
En las calles de Tella se puede visitar al Casa de la Bruja.

No es que echaran conjuros mágicos, sino que sabían hacer pócimas, cataplasmas o brebajes naturales para sanar ciertas enfermedades. Algo que podía parecer magia a algunos. Y a otros les podía parecer demoniaco. Tal vez a estos últimos que las acusaban de seres maléficos y las perseguían, sí que les echaran de vez en cuando algún conjuro y un poquito de veneno natural en la bebida. Pero no era nada satánico, sino defensa propia.