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Interior de la mezquita de Almonaster la Real

Qué ver y hacer en Almonaster la Real (Huelva)

Encuentro con el pasado en la sierra onubense

14/10/2024 –

Actualizado: 11/10/2024

La huella de tiempos remotos abraza a cada paso cuando se trata de descubrir las bondades de este caserío serrano. Almonaster la Real (Huelva), hogar, a lo largo de los siglos, de romanos y visigodos, árabes y cristianos, concentra la esencia de una tierra colmada de historia a la que pocas son capaces de superar en belleza. Sus apenas 450 habitantes viven de cara a la antigua mezquita, emblema inigualable de este pueblo onubense que no escatima en tradiciones, leyendas y rincones bonitos.
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La mejor manera de explorar el que, no hay duda, es uno de los pueblos más afamados de la sierra onubense, es olvidándose del coche. Solo así se podrán andar y desandar sin miramientos sus empinadas calles y plazas adoquinadas, sus rincones más secretos y sus cerros cercanos, con un claro objetivo en mente: empaparse del alma de una localidad que, a cada paso, regala una lección de historia.

Mezquita de Almonaster la Real
La mezquita, icono del pueblo serrano de Almonaster la Real (Huelva).

Ubicada a solo 20 kilómetros de Aracena, a 100 de la capital onubense y a 40 de la frontera con Portugal, ya solo el enclave en el que se halla Almonaster la Real le confiere un aura incomparable: envuelta por la naturaleza más pura, esa que protagonizan los paisajes de bellas dehesas colmadas de castaños, encinas y alcornoques y que tan bien definen al Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche, es difícil de superar.

Paseo por las calles de Almonaster la Real y detalle de un azulejo en una de las plazas.
Almonaster cuenta con apenas 450 habitantes.

Por algo este destino ha sido escogido a lo largo de los siglos por todos aquellos pueblos que por él han pasado. Vestigios de la Edad del Cobre demuestran que desde bien temprano sus dominios fueron habitados, aunque los más abundantes corresponden a época romana. Más tarde llegarían los visigodos, a los que le seguirían los árabes, que dejaron tras de sí el que se acabó convirtiendo en el símbolo más absoluto de la localidad. Finalmente, cómo no, sería conquistado por los cristianos. Todos fueron dejando tras de sí un poquito de sí mismos. Identidades de lo más dispares que, metidas en una coctelera y agitadas con suavidad, moldearon lo que hoy es Almonaster la Real: un paraíso colmado de patrimonio en el que celebrar la riqueza cultural.

Qué ver en Almonaster: su legado histórico

Se empiece por donde se empiece el paseo que lleva a explorar las callejuelas de Almonaster, siempre dominará la escena la omnipresente mezquita. No importa si nos sentamos en el banco de una de sus plazuelas, si alzamos la vista tras subir una de sus empinadas cuestas o si oteamos el horizonte al asomarnos a un mirador: allí, casi al alcance de la mano, la que está considerada la única mezquita andalusí que se conserva prácticamente intacta en un entorno rural, nos tentará a guiar nuestros pasos hacia ella. Sin embargo, lo bueno, siempre se hace esperar.

Panorámica de Almonaster la Real
Un pueblo integrado en la serranía onubense.

Por eso nos decantamos por regodearnos en el recorrido tranquilo por las coquetas vías del pueblo antes de caer rendidos a su símbolo arquitectónico. Almonaster lo conforma un caserío declarado Conjunto Histórico desde 1982 que luce espléndido en otoño, cuando los cerros que rodean la localidad estallan en colores cobrizos. Junto a la entrada a la zona antigua se halla el Punto de Información y Sala de Exposiciones Don Manuel Vázquez Vargas, el lugar perfecto para hacerse con un mapa de la localidad —aunque, ¿qué mayor placer que el de dejase guiar por la intuición?— y aprovechar para disfrutar de la colección de cuadros y esculturas legadas al municipio por el propio Manuel Vázquez: obras del barroco y del romanticismo, así como algunas modernistas de autores tan dispares como Francisco Jover o Lucas Jordán, aportan el primer toque cultural a la visita.

Escultura en la Sala de Exposiciones Don Manuel Vázquez Vargas
Una escultura de la Sala de Exposiciones Don Manuel Vázquez Vargas.

Después llega el turno de su centro urbano, donde el empedrado de las calles hace de guía en busca de la Iglesia Parroquial de San Martín, levantada originalmente en el siglo XIV. Aunque no es fácil encontrarla abierta —a no ser que coincida con horario de misa—, su fachada ya supone en sí misma un festival de estímulos: levantada en estilo gótico-mudéjar y de gran valor debido a la bóveda de cañón apuntado presente en sus tres naves, es, sin embargo, su Puerta Manuelina del Perdón, del siglo XVI —la iglesia sufrió grandes daños a lo largo de su historia y necesitó ser reconstruida— la que concentra todas las miradas.

Puerta del Perdón de la Iglesia San Martín de Almonaster la Real
La Puerta Manuelina del Perdón de la iglesia de San Martín.

No será del todo extraño que las campanas del templo nos acompañen con su tañido mientras avanzamos, un poco más, hasta la Plaza de la Constitución, donde de nuevo un edificio religioso es la estrella: allí se halla la Capilla de la Trinidad, pequeñita y coqueta, desborda de estilo barroco con su planta irregular consecuencia de tener que adaptarse al solar en el que se construyó. La fuente central de la plaza invita a bajar pulsaciones mientras contemplan los chorros de agua brotar de sus esculturas con forma de peces. Un espacio en torno al que se reparten diversos bancos a menudo disputados por los locales: no hay mejor rutina que la de una charla distendida entre vecinos para animar el día.

Plaza de la Constitución y ermita de la Trinidad de Almonaster la Real
La ermita de la Trinidad en la Plaza de la Constitución.

Las habladurías, eso sí, nos llevan a poner el foco en otro edificio: la Casa de D. Miguel Tenorio de Castilla, esa que luce en su fachada pequeños relieves coloreados, fue levantada en el siglo XIX y en ella nació el político y diplomático. Un personaje que acabaría trabajando como secretario de la reina Isabel II, con la cual —repetimos: son leyendas urbanas— se cuenta que tuvo un idilio amoroso. Es más: si hacemos caso al cotilleo puro y duro, atención, porque hay quien asegura que dos de los hijos de la reina realmente fueron de él.

Paseo por las calles de Almonaster la Real
Calles empinadas y plazas adoquinadas.

Agua, símbolo de vida

Es por todos sabido que ya los musulmanes consideraban el agua como símbolo de vida y abundancia, y que por ello solían colocar fuentes a cada paso en sus poblaciones. Muchas de las que conforman el patrimonio arquitectónico de Almonaster datan de bastante después, pero por qué no imaginar que ese vínculo ya venía de lejos. Sea como sea, las fuentes se hallan desplegadas por toda la localidad. Una de las más afamadas es la Fuente del Concejo, del siglo XVIII, construida gracias a la financiación de los vecinos. Sin embargo, hubo quien aprovechó la ocasión —sin querer señalar a nadie— para colocar sobre ella el escudo real y, de alguna manera, adjudicarse el mérito.

Fuente del Concejo de Almonaster la Real
Fuente del Concejo, del siglo XVIII.

En la misma fuente se encuentran los antiguos lavaderos, hoy en desuso, pero mantenidos a modo de homenaje al pasado. Algo más céntrica, y de un estilo mucho menos espectacular, la Fuente del Llano luce junto a un azulejo pintado en el que hay plasmado un poema. Algo más alejado del casco histórico se conserva, a pesar del paso del tiempo, la antigua Tenería, una fábrica de curtido de pieles perteneciente a la Edad Media. Su fachada, construida ya en el siglo XIX, es de estilo neoclásico y se accede a ella tras cruzar el Puente Medieval. Se cree firmemente que esta última reliquia patrimonial pertenece a la época romana, pues por la zona transcurría, precisamente, la llamada vía Julia, la calzada romana que unía Riotinto con Mérida.

Fuente del Llano de Almonaster la Real
Las fuentes son también protagonistas de este pequeño pueblo.

La mezquita de Almonaster: la guinda al pastel

El esfuerzo que supone subir las empinadas cuestas que conducen hasta la mezquita resulta insignificante cuando se conoce la recompensa. También ayudan las vistas que se disfrutan por el camino: cuando se va dejando atrás el corazón de Almonaster, la localidad luce en todo su esplendor con el cerro de San Cristóbal de fondo. Si nos fijamos bien, además, podemos ver su cima, objetivo de una ruta circular de senderismo con la que descubrir la riqueza natural del entorno.

Mezquita de Almonaster la Real
La mezquita se encuentra edificada en una colina que domina el pueblo.

Volviendo a lo que nos ocupa, resulta que por fin alcanzamos la mítica mezquita. En cuanto traspasamos su entrada la sensación de haber viajado atrás en el tiempo se cierne sobre nosotros: solo mirar a nuestro alrededor nos permite hacer un auténtico repaso a la historia. Los orígenes de este templo religioso se hallan ya en la época romana, aunque también los visigodos aprovecharon el lugar para levantar un monasterio. Para comprobarlo, nos basta con mirar, una vez en el interior, a nuestro alrededor: los musulmanes, durante el reinado de Abd Al-Rahman III, aprovecharon todo tipo de material —desde columnas, aras funerarias, sillares y capiteles romanos de los siglos I y II, a elementos visigodos como el cancel de iconostasis o el dintel que corona la puerta de entrada, de los siglos V al VII— para alzar su propia mezquita.

Arco y shan de la mezquita de Almonaster la Real
Arcos y 'shan' se conservan todavía en el interior.

Por eso la experiencia se vuelve especial, casi mística. Algunas piedras muestran motivos árabes grabados que bien podrían representar frases del Corán. Esta “iglesia antigua de moros”, como se le denominó en un documento datado en 1583, resulta recogida, pequeña, única: un elegante ejemplo del periodo omeya repartida en dos espacios perfectamente definidos. Por un lado, el shan o patio abierto para las abluciones, y por otro, el haram, sala de oración cubierta.

Recorremos en silencio las cinco naves separadas por arcadas de ladrillo originalmente de herradura —posteriormente fueron modificadas a arcos de medio punto por los cristianos al considerarlas profanas— y colocadas en dirección al mihrab, que se conserva casi intacto gracias a que, durante siglos, se mantuvo oculto tras una pared. Ya con la conquista cristiana se añadió a la estructura un ábside, probablemente románico, que aún se conserva.

Vista de la mezquita desde la Placeta de San Cristobal de Almonaster la Real
La mezquita siempre está presente desde cualquier rincón.

De repente, todo cobra sentido: es este lugar el símbolo de una fusión de culturas única que representa como pocas la identidad de la localidad. Un enclave que cada año, durante la celebración de una de las fiestas más aclamadas de Almonaster, las Jornadas Islámicas, recupera su función primigenia cuando la comunidad musulmana de la región vuelve a utilizarla para llevar a cabo la oración.

Fuera, sentados de el porche, admiramos una vez más las vistas del entorno, donde llaman la atención los restos de la antigua muralla fortificada que los árabes levantaron en el siglo IX. En aquella época, Al-Munastyr era la población más importante de la comarca, por lo que protegía de esta forma todo lo que se construyó en su interior, donde verdaderamente transcurría la vida: la medina, la aljama y, seguramente, el alcázar. Sin embargo, es al subir al antiguo alminar, convertido posteriormente en campanario del templo, cuando Almonaster se muestra deslumbrante a nuestros pies.

Interior de la mezquita de Almonaster la Real
Un rincón para el recogimiento y la desconexión.

Pegada a las antiguas murallas de la fortaleza que marcan el perímetro de la zona, eso sí, se halla la plaza de toros, de 1821, otro ejemplo más de arquitectura popular que es símbolo e identidad de este pueblo serrano. Un destino de lo más especial que, sin duda, no deja indiferente a nadie: acabamos de descubrir uno de los mayores iconos de la sierra onubense.

Plaza de toros de Almonaster la Real
La plaza de toros se construyó en 1821.