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Paseando por La Alberca uno tiene la sensación de haber viajado al pasado más de un siglo, a un tiempo en el que por estas estrechas calles discurrían tanto los vecinos de esta destacada localidad de la Sierra de Francia como el ganado que servía de sustento, una época de la que aún resuena el eco a pesar de la infinita mejora de las vías de acceso a este rincón del sur de Salamanca. De hecho, son tan identitarias las particularidades que encierra que las autoridades tuvieron a bien convertirlo en el primer pueblo de España declarado Conjunto Histórico Artístico en 1940.
A pesar de contar con edificios insignes civiles y religiosos, son sus casas, construidas con materiales modestos como la piedra y la madera que dibuja los patrones geométricos del entramado, las que primero llaman la atención de los visitantes. Se trata de construcciones de entre dos y cuatro alturas en las que cada planta superior sobresale con respecto al piso inferior, haciendo que los tejados de las casas enfrentadas apenas se separen por unos centímetros en algunos puntos del pueblo.
Una bonita y curiosa imagen del casco antiguo en la que, además, la hora del día a la que se contemple tiene un papel fundamental al generar un juego de luces de los más mágico. Además, uno de los elementos más diferenciales de estas viviendas se encuentra en sus dinteles, cincelados con una inscripción de la fecha de su fundación y distintos signos de fé, cuyo origen se vincula al deseo de algunos conversos al cristianismo por mostrar su nueva condición.
El recoleto trazado lleva inevitablemente a la Plaza Mayor, donde una fuente y un crucero del siglo XVII decoran el espacio que preside el Ayuntamiento, donde se aprecia esa identidad arquitectónica que domina las calles. Los soportales que rodean la plaza son el hogar de bares, restaurantes y tiendas en las que degustar la gastronomía local o adquirir algún souvenir artesanos.
Sin embargo, si hay algún producto que combina ambos, ese es el turrón artesano de La Alberca. Todos los días del año, las artesanas de este dulce instalan sus puestos en la plaza para gusto de vecinos y turistas, que descubren una golosa tradición que data de los tiempos de dominación árabe y que lleva más de dos siglos endulzando la Navidad de la provincia a base del único turrón autóctono.
Como no podía ser de otra forma, La Alberca cuenta con una ilustre parroquia en la que merece la pena detenerse. Se trata de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, una construcción del siglo XVIII a cargo de Manuel de Lara Churriguera, sobrino de Alberto Churriguera, en la que se aprecian elementos próximos al Neoclasicismo. Una vez en su interior, hay que detenerse a admirar el púlpito de piedra policromada del siglo XVI o el recientemente restaurado retablo de la Virgen del Rosario.
Como curiosidad, la de puerta del solano cimero es el hogar de uno de los personajes más entrañables de La Alberca. Se trata de la talla en piedra de un cerdo que recuerda la festividad del marrano de San Antón, una tradición en la que un cerdo recorre las calles del pueblo desde San Antonio de Padua, 13 de junio, hasta el mencionado San Antón, el 17 de enero, siendo alimentado por los propios vecinos.
La privilegiada ubicación de La Alberca en las inmediaciones del Parque Natural de Las Batuecas y la Sierra de Francia convierte al municipio en el campo base ideal para practicar turismo de naturaleza. Los bosques de castaños y nogales y los arroyos que los serpentean albergan diversas rutas verdes en las que la práctica del senderismo resulta una experiencia de lo más sugerente.
Una de las más destacadas es la ruta La Alberca-Las Batuecas que, a pesar de exigir un mínimo de preparación física debido a sus varios desniveles, cuenta con el atractivo de poder contemplar el entorno de Las Hurdes, Monasterio de las Batuecas y, si se realiza en invierno, admirar el paisaje con las nieves que suelen cubrir los tramos de mayor altitud. El cercano bosque de Honfría es otra escapada a la naturaleza cargada de sorpresas.
Tras la ruta, nada mejor que reservar una mesa en el restaurante ‘Las Bóvedas’ (Recomendado por Guía Repsol) o ‘El Soportal’ (Solete Guía Repsol). Ubicado en el hotel ‘Abadía de los Templarios’, el salón del restaurante hace gala de su nombre con un imponente techo de bóvedas de crucería. Una ambientación que atrapa las miradas antes de que los ojos se posen en alguno de los platos de la carta de temporada, donde encontrar recetas tradicionales como las patatas meneás al estilo de la Sierra de Francia, mollejas de lechazo salteadas o steak tartar de ternera morucha.
En el caso de ‘El Soportal’, la vista desde su terraza a la mencionada Plaza Mayor de La Alberca es uno de los grandes atractivos para una comida más informal. Cañas bien tiradas, pinchos de tortilla, raciones de setas o asados componen una oferta con la que degustar algunos de los productos más destacados del entorno de la Sierra de Francia.