Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Las Glosas Emilianenses ocupan un rinconcito en la memoria de los millones de bachilleres que hablan español en el planeta. Aquí se copiaron lo que para muchos son los códices más importantes y hermosos de la península y aquí, en este lugar que comenzó con una gruta excavada en la roca, reposan los ancestros de nuestra lengua. Bienvenidos al Monasterio de Suso –y al de Yuso– en el pueblo de San Millán de la Cogolla, seña e identidad de una región tan única como La Rioja.
Montaña, santuario y monasterio componen una triada de esas que hacen una escapada memorable. Como esculpido en las escarpadas paredes de la montaña, se erige como uno de los símbolos más reconocibles de Cataluña: el Monasterio de Montserrat (Barcelona). Este rincón, en el que se funden devoción, arte y naturaleza, atrae a millones de peregrinos y turistas de todo el mundo. Una oportunidad para ver de cerca y tocar a la Moreneta, contemplar uno de los tres Caravaggio que hay en España o perderse por los caminos escarpados de la sierra siguiendo el rastro de una salamandra. Tienen hospedería y es nuevecita, renovada en el 2012.
Decían hace cientos de años, incluso cuando en el Imperio Español hacía tiempo que se ponía el sol, que el Monasterio de El Escorial, levantado por Felipe II, era la séptima maravilla del mundo. Sí, eran un poco exagerados, pero su biblioteca es un lugar único, para soñar. Hubiera podido concursar en el cine con las mejores, como la de El Nombre de la Rosa que fascina a Guillermo de Baskerville y a Umberto Eco; o con la de Hogwarts de Harry Potter, aunque J.K. Rowling escogió otra, la Biblioteca Lello de Oporto; o la de Nueva York, de El día de mañana, donde hay que escoger entre los libros o sobrevivir a otra Edad de Hielo. Y de paso, la visita a El Escorial, el sueño del último gran rey del Imperio, te permitirá entender por qué los escritores extranjeros tumban en un diván de psiquiatra a nosotros, pobrecitos pero honrosos y pacientes españoles.
Excavado en la roca por aquellos eremitas que se hicieron santos –o sabios– a base de soledad y desprecio por las banalidades mundanas, San Juan de la Peña (Jaca, Huesca) destila fascinación. Aquí, ante estas rocas y estos pórticos, cayeron rendidos los reyes navarros y los escritores extranjeros –y nacionales claro–, con casi mil años de diferencia. Llueva, haga frío o calor en su exterior, recorrer sus salas, sus altares, para terminar luego en dos tesoros como Santa María y San Caprasio –en la cercana Santa Cruz de la Serós– es asegurarse una jornada memorable en ese paraíso para los amantes de la montaña que es Jaca. No olvides un buen libro y darte el banquete en sus pastelerías y calles de tapeo.
Sería un pecado mortal –de esos que los monjes benedictinos del Paular recriminarían– si vas a Rascafría y no visitas el Monasterio. Son dos kilómetros desde el pueblo, pegados al río Lozoya, a la sombra de los chopos centenarios, que iluminan el paseo con sus hojas amarillas mojadas. Todos en Rascafría te recomendarán la parada en el Paular, para contemplar su retablo gótico de alabastro y la colección completa de cuadros de los cartujos, que pintó Vicente Carducho en el siglo XVII y que regresó en 2011 a su ubicación original, el claustro mayor. Sus alrededores, con el Puente del Perdón y su centro de Educación Ambiental son perfectos para los niños. Y la hospedería de los benedictinos, que presumen con razón de ser la primera cartuja de España, una experiencia.