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Estas sierras situadas al norte de la provincia de Jaén permiten el milagro de estar en Andalucía en pleno verano y no pasar calor. La media estival de este parque natural, que es el espacio verde más grande de España, es 25 ºC inferior a la que se registra en la vecina Córdoba.
Con una extensión cercana a las 21.000 hectáreas, similar a la de algunas provincias españolas, como Vizcaya, el Parque Natural de las sierras de Cazorla, Segura y Las Villas es el más extenso de España y el segundo de Europa. Con semejante extensión, aquí hay mucho que ver y bastante por hacer.
Los más tranquilos buscarán pasear por localidades como Cazorla, hermoso pueblo tutelado por el castillo de la Yedra, explorar los castillos de Segura de la Sierra, La Iruela y Hornos de Segura, donde existe un centro de interpretación de la astronomía. También asombrarse en la cámara sepulcral ibérica de Toya y las ruinas romanas de Bruñel e intuir las maravillas de su naturaleza en los centros de visitantes del río Borosa, el de especies amenazadas de Cazorla y el parque cinegético Collado del Almendral.
Los aventureros disponen de una completa oferta de ocio y turismo multiaventura, que incluyen desde paseos a caballo a recorridos en kayak, sin olvidarse del barranquismo, la espeleología y el paddle surf. Aunque lo más recomendable de la naturaleza en Cazorla es recorrer su completa red de senderos. Destaca entre todos el Sendero Bosques del Sur, ruta pedestre de 479 kilómetros que visita una docena de refugios y da la vuelta a esta extensa mancha verde.
Algunos noches de verano aquí hace menos de 10 ºC. Ahora las temperaturas son aún más bajas, aunque sin llegar a las típicas del invierno. La cabecera del río Sella aúna dos atractivos formidables para estas fechas: temperaturas moderadas y ser el lugar más accesible del primer parque nacional español.
Fuente Dé es un fantástico lugar acodado al pie de los Picos de Europa donde hace días que ha aterrizado el otoño. Aquí nos esperan cielos limpios como en ninguna otra época del año, un sol suave bajo el que se agradece sentarse a la caída de la tarde y el regreso a la vida sosegada, pasada la vorágine del verano.
En este enclave se localiza el teleférico de Fuente Dé, que en un viaje aéreo de apenas tres minutos, nos eleva 800 metros para depositarnos en la entrada de las montañas cantábricas. Aquí, al pie de cumbres tan impresionantes como Peña Vieja, la torre de Horcados Rojos y el pico Tesorero, es posible excursionear con la tranquilidad esfumada por la masificación estival.
No se preocupen quienes no gusten de la alta montaña. Para ellos aguardan los hayedos que tapizan el fondo del valle de Liébana. Espesos bosques que pueden recorrerse por una red de senderos apta para todos los públicos, que permiten llegar de una localidad a otra y alcanzar rincones tan hermosos como apartados. En uno u otro caso, conviene no olvidar una prenda de abrigo y, al final del día, recuperar las fuerzas a discreción (y acaso calentar un poco el cuerpo) con un imprescindible cocido lebaniego.
La capital del Pirineo oscense ha visto algunos años la visita de la nieve por estas fechas. Nada extraño para un municipio donde no es demasiado raro que nieve en pleno mes de julio. De momento esta temporada la cosa aguanta. Con temperaturas algo por encima de la media de los últimos años, las primeras jornadas otoñales discurren como lo que son: días de fresco cuya brisa se ha llevado el sofoco estival.
De momento las previsiones no señalan lluvias, aunque eso sí, no hay que retrasarse demasiado; los más viejos del lugar aseguran que todos los indicios auguran que a partir de noviembre, empezará a caer agua abundante, preludio de un invierno bastante húmedo.
Situado junto al río Esera, el casco antiguo de Benasque es un importante conjunto monumental con calles y edificios históricos en torno a la iglesia de Santa María. Llaman la atención las casa Juste y Faure y el palacio de los Condes de Ribagorza. Las cercanas localidades de Cerler y Anciles presumen de encantos parecidos, a los que hay que añadir su situación más apartada.
Los alrededores no son menos sobresalientes. Aquí se extiende el Parque Natural Posets y Maladeta, donde se alzan las montañas más elevadas de los Pirineos, presididas por el Aneto. La ascensión a este pico es un clásico, aunque para acometerla se necesita cierta experiencia y forma física, siendo lo mejor recurrir a la Compañía de Guías de Benasque.
No es necesario alcanzar sus alturas glaciares para disfrutar de la naturaleza del Alto Esera. Excursiones como las de Aigualluts, Cregüeña o Batisielles colman las expectativas de los caminantes más esforzados. En el Centro de Visitantes del parque natural brindan información sobre estas actividades.
Albarracín presume de ser uno de los pueblos más bonitos de España. También, junto con su serranía, de tener las temperaturas más frescas. En la vecina Griegos por ejemplo, todos los veranos hay algún día con 0 ºC. Quedémonos con Albarracín.
Situado a 1.180 metros, en plenas montañas turolenses, su clima tiene mucho que ver con tan importante altura. Las previsiones para los inicios del otoño auguran eso, temperaturas frescas pero estabilidad atmosférica. Nada que no se pueda solucionar con un forro polar.
El conjunto monumental de la localidad turolense aparece encintado en su amplia muralla, que acoge un casco antiguo rebosante de rincones y casas con los típicos rasgos de la arquitectura local. Caracterizada por el color tierra de sus fachadas y un uso importante de la piedra y teja árabe.
Lo mejor de todo es que no se encuentra un solo elemento discordante en toda la geografía urbana. Ni un cartel desafortunado cuelga de ninguna fachada, ni una máquina expendedora a la puerta de cualquier bar. La tutela de la Fundación Santa María la Real tiene mucho que ver con tanto primor, limpieza y respeto a la tradición. "Albarracín y su patrimonio son nuestra razón de ser", subrayan.
Cuentan las crónicas, y reflejan las estadísticas meteorológicas, que el 17 de diciembre de 1963 aquí hizo -30 ºC. No vamos a llegar a esos extremos, ya que aún queda lejos diciembre y el cambio climático está calentando la cosa, pero es seguro que lo que se dice calor, en Calamocha no vamos a pasar.
Aparte de por sus bajas temperaturas, la capital del Jiloca destaca por poseer un rico patrimonio histórico y cultural. Pasear por su casco antiguo es encontrarse con casas solariegas como las de Tejada y Vicente, ambas en la calle Mayor, y el palacio de los Valero de Bernabé.
La robusta iglesia arciprestal de Santa María la Mayor es el edificio más destacable. El templo fue construido sobre el castillo que defendía la villa y resalta su fahcada del siglo XVIII y los dos retablos barrocos de su interior. Sin dejar el aroma religioso, merece la pena el convento franciscano recepcionista de San Miguel Arcángel, también de sofisticadas trazas barrocas.
Más antiguo es el puente romano tendido sobre el Jiloca. Situado junto al convento de San Miguel, conviene acercarse hasta este agradable rincón donde junto al fresco, el aire de otros tiempos permanece junto al molino harinero, el lavadero de lanas y el martinete que aquí se conservan.
En los alrededores de Calamocha hay varios lugares naturales de gran interés, como las choperas del Pancrudo y la sierra de Fonfría. Sobre todos ellos sobresale la laguna de Gallocanta. Es la mayor laguna salina de Europa occidental. Más que por esta particularidad, el humedal tiene gran importancia por ser lugar de invernada de más de 200 especies de aves migratorias, entre las que destaca la llegada desde mediados de octubre de 40.000 grullas.