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Vista panorámica de la ciudad de Cuenca

Cuenca: qué ver en la ciudad, historias y leyendas

Una ciudad de postal con espíritu abstracto

20/10/2024 –

Actualizado: 01/02/2023

Fotografía: Alfredo Cáliz

Una catedral inacabada y de vidrieras abstractas, la ronda que homenajea al mozo del tamborilero que llegó a capitán de los Tercios de Flandes, la parroquia con cúpula octogonal como guiño a sus orígenes musulmanes o un castillo que durante siglos fue Cárcel Perpetua de la Inquisición. El casco antiguo de Cuenca esconde, protegido por la belleza abrupta de las hoces del Júcar y el Huécar, muchas historias y leyendas en sus monumentos, callejuelas y miradores.
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Cae la noche y la pequeña ciudad de Cuenca, enclaustrada desde sus orígenes por el entorno escarpado que la rodea, empieza a teñirse de luz. Las Casas Colgadas asomadas al precipicio sobre crestones de piedra caliza, el castillo desnudo de almenas y torres o la fachada inacabada de la catedral de Santa María y San Julián despuntan entre numerosos palacetes, campanarios y pontidos donde se esconden las sombras. A la ciudad la protege, por ambos costados, el abrupto paisaje pintoresco que han configurado durante milenios los cauces de los ríos Júcar y Huécar.

Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1996, Cuenca sigue siendo una ciudad de paisaje pintoresco.

Declarada Patrimonio de la Humanidad en 1996, Cuenca sigue siendo una ciudad de paisaje pintoresco.

“La naturaleza ha dado una fortaleza intrínseca a Cuenca. Para bien y para mal, hemos sido siempre una ciudad pequeñita y eso nos ha dado el carácter de resistencia”, asegura con cierto orgullo el conquense Cristian Herráiz López. Él nos hará de guía por los rincones del casco antiguo, desempolvando leyendas e historias de una ciudad de postal cuyo origen se remonta a la época musulmana. “No parece que los romanos se asentaran aquí, a diferencia de lo que hicieron en gran parte de la provincia. Qünca comenzará a cobrar relevancia a partir del siglo X, al ser un lugar estratégico entre urbes importantes como Toledo, Madrid, Valencia o Zaragoza”. Esto configura lo que serán sus tres grandes industrias: la ganadería, al ser paso obligatorio para la trashumancia; la madera, con los gancheros que transportaban los troncos por el Júcar hasta su desembocadura en el Mediterráneo; y la textil, llegando a ser uno de los grandes centros de producción de paños y tapices de Al Andalus y los reinos cristianos. “Llegamos a ser una de las cinco grandes ciudades del Reino de Castilla, pero una crisis textil a principios del siglo XVI -motivada por la exportación de paño flamenco que impulsa el rey Carlos I- nos sume en un progresivo abandono que no logra revertirse hasta la segunda mitad del XX”, comenta Herráiz.

Casas Voladas o Colgadas, ¡pero no colgantes!

Un símbolo de esa decadencia y resurgir son las icónicas Casas Colgadas. “El estado precario en el que se encuentran a principios del siglo pasado obliga a derrumbar cinco de las ocho originarias. Eran palacetes góticos del XIV que se conocían como Casas Voladas, por estar sobre unos voladizos, y que son rebautizadas como Colgadas -¡qué no colgantes, por favor!- por los escritores Alejo Carpentier, Pío Baroja y Federico García Lorca”, recuerda nuestro guía. Es en 1926 cuando el Ayuntamiento ordena su demolición por un incidente que había ocurrido 31 años antes.

Casas Colgadas

Eran ocho en origen las Casas Colgadas, pero cinco tuvieron que demolerse en 1926.

Aquel 23 de febrero de 1895 se produce la detonación de 16 kilogramos de dinamita –“ese día los conquenses pusimos en práctica el dicho mejor que sobre a que falte”- para tumbar el antiguo puente de piedra de San Pablo, que cruzaba la hoz del Huécar y que usaban a diario los monjes dominicos del convento, hoy espectacular Parador Nacional. “Aquella deflagración provocó que se reventaran las ventanas de la mayoría de las viviendas -solo resistió una de las vidrieras originales de la catedral- y fallas en el asentamiento de cinco Casas Colgadas, precisamente las más alejadas del puente”. Tras la demolición final de las Casas en 1926, las supervivientes son remodeladas con sus actuales balconadas de madera de estilo turco-tibetano y son adquiridas en 1962 por el artista filipino Fernando Zóbel, que acaba estableciendo aquí el Museo de Arte Abstracto Español. “Ese Museo, que es el primero en España con mujeres comisarias de exposiciones, rescató del ostracismo y olvido al casco antiguo de Cuenca, que vive un resurgir que culmina con la declaración de Patrimonio de la Humanidad en 1996”.

Una catedral inacabada y abstracta

La silueta de las Casas Colgadas nos acompañará durante todo el recorrido por el casco antiguo, que arranca en la Plaza Mayor. “Como ocurre en casi todas las ciudades, es el punto neurálgico donde se concentraba la mayor parte de las actividades. Pero en el caso de Cuenca, al ser la zona más ancha de una urbe muy estrecha, vivir alejado de este lugar significaba desprotección”. La Plaza Mayor es apodada por muchos conquenses como el Vati, “porque parecíamos un pequeño Vaticano, con apenas 10.000 vecinos teníamos 15 conventos, 14 iglesias, 23 ermitas, el Palacio Episcopal, el Museo Catedralicio y muchas viviendas propiedad del obispo”. Entre estos edificios religiosos destaca la Catedral de Santa María y San Juan.

Plaza Mayor de Cuenca

La Plaza Mayor es conocida por algunos vecinos como ‘el Vati’.

“Es nuestro monumento principal, aunque hay que reconocer que es rara de narices”, apunta Cristian. Llama la atención porque al contemplar su fachada, que traslada la impresión de estar inacabada, no parece que estemos ante una de las 10 catedrales más grandes de España (más de 10.000 metros cuadrados y 41 capillas). “Fue la primera de estilo gótico del Reino de Castilla, coetánea con la de Ávila, entonces Reino de León. Se empieza a construir en 1183 y es el único templo normando que hay en la Península. Esto se lo debemos a la esposa del rey Alfonso VIII -el de la batalla de Navas de Tolosa y el que conquista la ciudad tras un feroz asedio de nueve meses-. Leonor Plantagenet era hija del rey de Inglaterra y hermana de Ricardo Corazón de León y Juan Sin Tierra. En su niñez había visto la construcción de las catedrales de Chartres, Ruan o Notre Dame, por lo que pide a canteros franceses que ayuden a los castellanos a levantar el templo que conmemora la primera gran victoria del matrimonio real”.

Fachada de la catedral de Cuenca

La fachada inacabada da la sensación de estar ante una catedral pequeña.

La portada que vemos hoy en día es la tercera que ha tenido la catedral en sus más de ocho siglos de historia. La primera, de estilo gótico, acaba víctima de las llamas en un incendio en el siglo XV. En la segunda, que se demora casi 200 años en levantarse, ya se impone el barroco entre el pastiche de estilos arquitectónicos. Pero aquella voladura del puente de San Pablo a finales del XIX también afecta a los cimientos de la Torre del Giraldo, anexa a la catedral y que albergaba ocho grandes campanas. “A las 10 de la mañana del 13 de abril de 1902, mientras tocaba las campanas de final de misa la hija del campanero, la torre colapsa y sepulta a la niña y a otros menores que estaban jugando allí, provocando serios daños en la estructura del templo”. Las tareas de reconstrucción se encargan al arquitecto y restaurador Vicente Lampérez “que decide inventarse una de estilo neogótico, sin referencias reales de la original. Pero como ocurre con las reformas del baño en casa, las obras se alargan en el tiempo, el presupuesto se dispara y Lampérez fallece en 1923 sin acabarla y sin discípulo oficial que la continúe”. Y así se quedó, sin su tercera torre y sin campanas incrustadas.

Juego de colores de las vidrieras de la catedral de Cuenca

Las nuevas vidrieras de la catedral se encargaron a artistas abstractos.

Vidrieras de la catedral de Cuenca

Algunos, como el conquense Gustavo Torné, apostaron por aunar ciencia y religión.

Las vidrieras tampoco se libraron de la deflagración del puente, del derrumbe del campanario y de los bombardeos de las sucesivas guerras. “En 1990 se obró el milagro, pues se encargó a un grupo de artistas de estilo abstracto su reposición. El interior de la catedral ha recuperado esa entrada de luz que significa el gótico; invita a la reflexión y a la contemplación del juego de colores reflejados en sus muros. Incluso se produce un curioso hermanamiento entre fe y ciencia, pues la que diseñó el conquense Gustavo Torner es una alegoría de las partículas del Big Bang y la doble hélice del ADN”.

Parador Nacional de Cuenca y las hoces del Huécar

La hoz del Huécar, con el antiguo convento de San Pablo, hoy Parador Nacional.

Al fondo, cruzando un claustro, está el Patio de la Limosna, “que era una antigua calle donde los mendigos venían a pedir a los feligreses. Sin embargo, los marqueses propietarios de la capilla anexa decidieron cerrar esa vía” y ahora es un mirador desde el que contemplar los farallones del Cerro Socorro, con el Sagrado Corazón de Jesús en lo alto, los cipreses y álamos moteando el paisaje rocoso y, junto a la ribera del Huécar, los hocinos -antiguos molinos bataneros donde se lavaba la lana- con sus huertas. “Alguna de esas casas han sido remodeladas y otras dieron cobijo a ilustres vecinos, como el poeta Federico Muelas, al cubano Alejo Carpentier, al pintor Antonio Saura o al cronista César González-Ruano”.

La inspiración del capitán Alatriste

De la Plaza Mayor parte la Ronda de Julián Romero. Es la vía principal del casco antiguo y rinde homenaje a un conquense (nació en Huélamo) que empezó de mozo del tamborilero y acabó como capitán de los Tercios de Flandes en el siglo XVI. “Se le conoció como el medio hombre, al igual que a Blas de Lezo, porque perdió una pierna, un brazo y un ojo. Julián Romero participó en las batallas de Gravelinas, San Quintín, Argelia o Jemmingen. A él le debemos la táctica militar de la encamisada, que consistía en vestir con camisas blancas para reconocerse de noche cuando atacaban los campamentos enemigos. Y también introdujo a Europa el chocolate”, cita entre otros rasgos de su biografía nuestro guía. El retrato que le hizo El Greco cuelga en el Museo del Prado, Lope de Vega le compuso una comedia y Arturo Pérez Reverte se basa en él para su afamado personaje de Diego Alatriste.

Pontidos en la Ronda de Julián Romero

Cada rincón encierra sus leyendas e historias.

La ronda comunica la catedral con el alcázar, protegida por la muralla. Aquí nos encontramos con la planta, el ábside románico y el arco gótico de una iglesia templaria -se encontraron dos sepulturas con lápidas negras-, así como numerosas casas nobles: la de Juan Bautista Martínez del Mazo, artista, yerno de Velázquez y heredero de su taller, se reconvirtió en colegio de los niños del coro y en la posada ‘San José’, que montó Fidel García Berlanga. La residencia del artista José Luis Perales, entre 1982 y 2002, es ahora el restaurante ‘Figón del Huécar’.

Cristo del Pasadizo en la Ronda de Julián Romero

La talla antigua del Cristo del Pasadizo se conserva en el Archivo Diocesano.

El paseo por los pontidos, pasadizos techados que van atravesando la ciudad y que surgieron al unir las casas nuevas con las viejas de los nobles, supone un viaje en el tiempo. Entre estos pontidos, el más famoso es el del Cristo del Pasadizo, enrrejado “porque lo robaban mucho, al existir la creencia de que hace milagros”. La figura original data de 1682, y el Ayuntamiento no le pone protección hasta 1911. “Los que se atrevían a llevárselo tenían que devolverlo para que el milagro no se convirtiera en su peor pesadilla”, asegura Cristian. El Cristo cuenta con su propia leyenda de romances y muerte entre adolescentes, con retazos de la vida de Julián Romero, y a ella se encomiendan las parejas que buscan el amor eterno. Habrá que probar...

Un Mickey Mouse, un envoltorio o un Miralles

También hay varios miradores que nos van ofreciendo distintos encuadres de la estampa paisajística que se despliega en la vertiente este de la ciudad. El de Florencio Cañas está dedicado a aquel concejal que impulsó, al parecer hasta con dinero de su propio bolsillo, la pavimentación del casco antiguo; mientras que el del Rincón del Beso rinde tributo al paisajista Víctor de la Vega, “artista del pincel que elevó la historia de Cuenca a los murales eternos”.

Exposición de Objetos Encontrados de la Fundación Antonio Pérez de Cuenca

Los ‘Objetos Encontrados’ de Antonio Pérez.

En la misma Ronda de Julián Romero se ubica la Fundación de Arte Contemporáneo Antonio Pérez. El espacio era un antiguo convento de las Carmelitas Descalzas y desde 1998 se exponen aquí obras del coleccionista y editor Antonio Pérez. Desde un Warhol, del que era muy amigo, a creaciones de Carmen Calvo, Lucebert, Antonio Saura, Rafael Canogar, Luis Feito o Manolo Miralles. De este último destaca la exposición, en la antigua capilla del convento, de sus irreverentes y caricaturescos curas, dibujos en tinta china de la primera mitad de la década de los 60 y que permanecieron inéditos durante medio siglo.

Los curas de Manolo Miralles en la Fundación Antonio Pérez de Cuenca

Los dibujos caricaturescos de curas del canario Manolo Miralles.

Y junto a estos cuadros y esculturas, el visitante se encuentra con el busto de un Mickey Mouse, una señal de tráfico, unos envases de caramelos Pez o una lata de refresco aplastada. “Son los Objetos Encontrados de la vida cotidiana, que sometidos al filtro de la mirada de Pérez le recuerdan obras de otros artistas, creando así sus conocidos Homenajes, que beben de la corriente de Marcel Duchamp (ready-made) y Picasso (objets trouvés)”, explica un guía de la Fundación.

Cárcel de la Inquisición y parroquia octogonal

Al acercarnos al Castillo, la ronda se ensancha. “Las casas son un pelín más modernas, del siglo XVII, porque antiguamente nadie quería vivir cerca de la fortificación; eso podía significar quedarte sin vivienda si se requería expandir la muralla”. De la alcazaba musulmana apenas se conservan restos en el foso y al castillo primigenio se le mocharon las torres y almenas por orden de la reina Isabel la Católica. “En Cuenca se vivieron casi dos guerras consecutivas: los 11 meses de la batalla del trabuco, a cañonazo limpio entre partidarios del Reino de Castilla y del Reino de Aragón; y posteriormente entre leales a Isabel y los que defendían los intereses dinásticos de su sobrina Juana la Beltraneja. Los daños, por tanto, han sido cuantiosos”. Así que la función que ha tenido el castillo, hasta fechas muy recientes, es la de prisión. Los inquisidores estuvieron desde finales del XVI hasta principios del XIX y Felipe II ordena que aquí tenga su Tribunal y Cárcel Perpetua la Santa Inquisición. Hoy es el Archivo Histórico Provincial y cuenta con visitas guiadas.

Vistas del castillo de Cuenca desde el mirador de la catedral

El castillo, al fondo a la derecha, visto desde el Patio de la Limosna de la catedral.

Justo frente al castillo, donde se apostaron los partidarios de la Corona de Aragón durante la guerra del trabuco, se levanta la parroquia de Santiago y San Pedro. “Es una iglesia a prueba de bombas: la destrozaron en dicha batalla, en la Guerra de Sucesión, la última de las Guerras Carlistas, saqueada por las tropas napoleónicas y finalmente bombardeada en la Guerra Civil española”. En origen fue mezquita “y se piensa que fue la primera cristianizada en Cuenca”. Por eso, cuando en el siglo XVIII se encarga su remodelación a José Martín de Aldehuela -el arquitecto del majestuoso Puente Nuevo de Ronda- éste diseña una cúpula octogonal. “Algunos lo interpretaron como un guiño templario, pero en realidad es una evocación al 8, que tumbado es el símbolo del infinito, que es una de las formas que tienen los musulmanes de referirse a Alá, al no poder representar de manera corpórea a Dios”.

Paseando por la calle del Trabuco de Cuenca

La cúpula octogonal de la parroquia de Santiago y San Pedro.

Los ojos de Zaida

Nuestro paseo por el casco viejo de Cuenca termina regresando a la Plaza Mayor por la calle del Trabuco, con la hoz del Júcar como guardian. Las aguas color esmeralda del río, que baja con bastante cauce entrado el invierno, son producto de las algas que lo habitan. En los últimos años se ha repoblado de truchas y nutrias. Por el Cerro de la Majestad discurren varias rutas de senderismo. Una de ellas cruza por debajo de las dos oquedades de la roca en las que alumnos de la Universidad de Bellas Artes de Cuenca -donde, por cierto, estudiaron y coincidieron los chicos de Muchachada Nui- pintaron unos enormes ojos azules. “Dicen que es la mirada de Zaida. Cuenta la leyenda que esta princesa musulmana se enamoró de un joven plebeyo cristiano, Sancho, pero que su amor no estaba permitido por los hermanos de ella. En las cartas que logran intercambiarse se prometían amor eterno y llegaron a plantear su fuga de Qünca. Sin embargo, la familia de la princesa descubrió el plan y acabaron matando al joven y encerrando de por vida a la princesa en una torre”.

Mirador de las hoces del Júcar

Unas vistas espectaculares desde el mirador de las hoces del Júcar.

Y como no podía ser de otra manera en una ciudad sembrada de historias, acabamos con la de la Cruz del Diablo, junto a la ermita de las Angustias. Dicen que hace mucho tiempo el hijo del oidor de Cuenca era todo un rompecorazones. “Engatusaba a las mujeres para obtener favores carnales y las engañaba a todas. Hasta que un día llegó una forastera, doña Diana, de una belleza arrebatadora a la que no lograba seducir. Pasaron los meses y en víspera de Todos los Santos, don Diego recibió una carta de doña Diana para salir extramuros en la noche de Difuntos y allá que fue el mozo. Pero cuando empezaron a intimar y él metió la mano por debajo de la falda notó que las suaves piernas se habían convertido en patas y pezuñas de cabra y que la dama mutaba en el mismísimo Diablo. Así que el joven echo a correr despavorido y cayó en el patio de un convento de franciscanos, donde se abrazó a una cruz. En la piedra sagrada quedaron grabadas las garras de Satanás, y don Diego se encerró de por vida como monje”. Bueno, ya saben, todo es fantasía en esta ciudad encantada.

Pontidos y puerta de la posada San José en la ronda de Julián Romero de Cuenca

Uno de los pontidos que cruzan la ciudad y entrada a la Posada San José.