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Cádiz, en estas fechas, es hogar del gaditano… y de más de 350.000 personas que peregrinan a la meca del carnaval en busca de la guasa fina que se despacha en la Tacita de Plata. Si eres uno de esos forasteros, no olvides aquello que entonaban los comparsistas de Los Millonarios en aquel pasodoble que firma Juan Carlos Aragón:
“Igual que en una mezquita al llegar te descalzas si quieres entrar,
todas las calles de Cádiz también son el templo de una religión
que da a la vida sentido. Por eso te digo si vienes de fuera
o si eres de aquí, pero aún no te enteras qué es el Carnaval:
No es una fiesta más, ni una feria de tantas;
Es un modo de estar”.
Así que ya sabes, llévate puesto el disfraz, que de Puertatierra para dentro no caben los siesos, y grábate a fuego el ‘Vamoaescuchá’ para disfrutar del compás, plaza a plaza.
“Aquí no nos hace falta mucha parafernalia. Si encarta, nos montamos una tradición en dos años”, cuenta el presidente de la Peña 'Los Dedócratas', Martín Periñán cuando, al echar la vista atrás, rememora los inicios de la pestiñada, el evento gastronómico que abre la veda en las calles a las coplas carnavaleras. “La popularidad del Concurso oficial de agrupaciones carnavalescas (COAC) fue creciendo hasta que se alcanzó el centenar de participantes. Con semejante cantidad de aspirantes a coronarse, no quedaba otra que adelantar las fechas, así que nos vimos un 8 de enero con los pestiños todavía atragantados y con ganas de chirigotas”, rememora.
La ironía que lleva forjada a fuego el gaditano hizo que esta anécdota se convirtiera en una festividad que toma la Plaza de San Francisco el sábado antes de que el Gran Teatro Falla levante el telón. Desde las 21.00 horas, se reparten 12.000 unidades de pestiños y 120 litros de anís que sirven de acompañamiento a las actuaciones de coros juveniles, antologías de coplas y chirigotas. “Se puede decir que es la primera prueba de fuego para las agrupaciones, que tienen la oportunidad de ver la reacción de la gente a alguna de sus letrillas antes de subirse a las tablas”, explica.
Al día siguiente, a partir de las 13.00 horas, los hambrientos de fiesta y sabor a mar pueden continuar el homenaje en la Plaza San Antonio donde la Peña 'El Molino' distribuye nada menos que 500 kilos de ostiones, 300 kilos de pimientos asados, 50 barriles de cerveza y 1.000 litros de manzanilla de Sanlúcar de Barrameda. En paralelo, la peña 'El Erizo' lleva los papelillos hasta la calle Virgen de la Palma con la erizada. "Estar en La Viña por Carnaval ya es para dejarte con la boca abierta", dice con orgullo el presidente de la Federación de Peñas de este barrio gaditano, Manolo Henry. Allí se alimentan los estómagos rugientes con más de 650 kilos de erizos de mar, una degustación que va acompañada por las actuaciones en un tablao de seis agrupaciones carnavalescas.
Después de este deleite gastronómico, los cuerpos están a tono y la ciudad se dispone a empaparse de sátira hasta la final del concurso, primer día oficial de la semana grande del carnaval. “Lo que pasa en este teatro es mágico. Es un vaivén de grupos, de cambios de escenario (hasta nueve en una sola noche), de repertorios y composiciones musicales inéditas. En un mes que dura el concurso, Cádiz es capaz de crear más de un centenar de músicas distintas. Eso solo lo hace el talento de esta tierra y, al año siguiente, otra vez”, relata Paz Santana, periodista de Canal Sur.
Este año cumple su mayoría de edad narrando carnavales. En esos 18 años al ritmo del tangai ha vivido aventuras de todo tipo. “Manolo Santander, uno de los autores de la fiesta, me contaba que uno de los figurantes se murió justo antes de cantar en el teatro. Tuvieron que esperar a que llegara el juez para el levantamiento del cadáver y casi no llegan a tiempo para actuar. Vamos, que hubo un momento que, más que en el difunto, pensaban en que se quedaban sin salir”, dice divertida.
Esta pequeña anécdota da la dimensión de lo que el Falla representa para los gaditanos. Nuria Camerino, de 29 años, vive en la misma calle donde se levanta el Gran Teatro Falla, un imponente edificio con fachada exterior de ladrillos rojos y estilo mudéjar. "Desde niña he vivido muy de cerca el carnaval. Siempre siento un pellizquito en el estómago al escuchar a las primeras agrupaciones cuando hacen su pasacalles de llegada al Falla", narra emocionada. En los días de actuación, los bares de la zona (Dúrcal, La Bella Italia..) están llenos hasta la bandera y la plaza queda dominada por la algarabía de bombos, cajas, antifaces y caretas que provoca el trasiego de las agrupaciones desde sus locales de ensayo hasta el escenario.
Es probable que los profanos en materia desconozcan que el concurso contempla cuatro modalidades. Los coros están compuestos por un máximo de 35 cantantes y diez músicos que deben interpretar su repertorio a tres voces arropadas por guitarras, laudes y bandurrias. Las comparsas cantan a dos voces como mínimo, con acompañamiento musical de bombo, caja y hasta tres guitarras, sin sobrepasar los 15 integrantes. Las chirigotas, las más famosas fuera de la Tacita de Plata, son fácilmente reconocibles por su tamaño (una docena de componentes, como mucho) y porque se unen en una sola voz al entonar sus letrillas sarcásticas. Los cuartetos, en cambio, son los grandes 'tapados' de la fiesta. Lo primero que puede chocar al visitante es que, a pesar de su nombre, puede estar compuesto por tres o cinco personas. Lo más genuino de estas agrupaciones es la parodia y el sonido de los pitos de carnaval, con los que se ayudan para sacar el tono.
"Lo más bonito de esta fiesta es que la mayoría de los participantes son capaces de hacer virguerías sin formación musical", destaca José Manuel Sánchez Reyes, que este año firma las letras de la chirigota ‘Los de Cádiz Norte' junto a Manolo Santander. Empezaron a esculpir en septiembre las coplas que se someterán al exigente criterio del jurado y del graderío, que a menudo es el más imprevisible. "Lo que hace que esta competición sea verdaderamente adictiva es que nunca sabes si lo que llevas va resultar un 'pelotazo' o te toca morder el polvo", admite.
Sin mucho esfuerzo, este reconocido autor del Carnaval y redactor de Diario de Cádiz recupera de su memoria una colección de cintas VHS. "Mi hermano y yo teníamos grabadas todas las actuaciones como si fuese un tesoro", cuenta sonriente. "Para la gente de Cádiz, todos los que se suben a las tablas del Falla son cercanos, como de la familia", añade. Sin embargo, con el paso de los años la fiesta fue ganando reconocimiento internacional y en 1998, la comparsa Los Piratas, con letra y música de Antonio Martínez Ares, pasó a la historia como la primera agrupación mainstream. Sólo hay que echar un vistazo a las ventas de CDs que registró Discos El Melli esos carnavales. Sin embargo, desde los años 60, se ya se habían dado ejemplos notables de grupos que se profesionalizaron. Sin ir más lejos, la comparsa de Enrique Villegas conocida como Los Escarabajos Trillizos (1965), tuvo una gira dentro y fuera de Andalucía e incluso llegó a aparecer en la película Acompáñame de Rocío Dúrcal.
"Aquel barco corsario fue nuestra gran oportunidad", apunta Antonio Quintana, artesano de Ras, una empresa gaditana que lleva elaborando escenografías desde 2001. Han llegado a trabajar para más de 35 agrupaciones carnavalescas un mismo año y han visto a nueve de las formaciones que llevaban su sello en una misma Final del Gran Teatro Falla. "De aquí salen las papas de mucha gente", puntualiza. Su imaginación ha tocado varios firmamentos carnavaleros -el de 'El Cielo de Cádiz' y el de 'Los Ángeles Caídos'. "Cada trabajo es un reto. Nos encantan las agrupaciones que confían en nosotros y nos permiten que, a partir de una idea incipiente, surja un universo entero", indica con entusiasmo. Como el talento no tiene barreras, han dejado que las tablas del teatro pasen a un segundo plano para trabajar con grandes marcas como Dockers, Nike, Adidas, Reebok o Coca-Cola. "El carnaval es precioso, pero no da para vivir...", explica.
Algo parecido sucede en el taller de costura La Aguja Veloz. Montse y su madre llevan dando puntadas ágiles a tipos de carnaval -nombre con el que se conoce el vestuario de las agrupaciones- desde hace más de una década. "Nadie se imagina 'la trabajera' que lleva esto", confiesa la costurera. "Esta vez hemos decidido darnos un descanso, pero otros años nos hemos 'echado para el cuerpo' más de cuarenta trajes que nos han tenido cosiendo sábados y domingos hasta las once de la noche", añade. Su entregada labor les ha valido tres Agujas de Oro, un galardón que otorga Canal Sur desde 1991.
"El concurso de agrupaciones es un espectáculo en el sentido más amplio de la palabra. De un telón en negro se ha pasado a una explosión de color, con atrezos cada vez más complicados", apuntilla Santana. "Eso no quita que la esencia de la fiesta es la misma de siempre. Un buen carnavalero no perdona un domingo de coros", sentencia. La periodista gaditana se refiere los carruseles que se celebran alrededor de la plaza de abastos. Allí los coros cantan sobre bateas y ofrecen sus tangos a las miles de personas que abarrotan las inmediaciones del mercado.
Los vecinos de la provincia no temen a una 'bulla'. "Nos gusta vivir así la fiesta, pero no hay necesidad de que te des un baño de multitudes si no es lo tuyo. En el de Cádiz caben muchos carnavales: uno para masas, otro más 'gadita'... Cada cuál tiene su público y hasta su propio tipo de humor", señala Ana García Barea, de San Fernando (Cádiz). Carnavalea, por ejemplo, es una iniciativa que nació con el objetivo de dar a la fiesta un ambiente más íntimo, casi privado. Los organizadores prometen encuentros exclusivos con los autores del carnaval de Cádiz en establecimientos míticos.
Lolo Medina, en cambio, representa el otro extremo. "Llevamos seis años cantando a Cádiz por las esquinas y no lo cambiamos por nada", afirma convencido. Forma parte de la chirigota callejera V de Vavetta, compuesta por un médico, un químico, un trabajador social, un ingeniero electrónico y un profesor que dedican su tiempo libre a componer coplas entre cerveza y cerveza. Aunque no les pesan las horas, son tajantes sobre su salto al concurso oficial. "Aquí está el carnaval sin tapujos, el que te permite cantar sin pensar qué te dará el triunfo y, sobre todo, el que te coloca más cerca de la gente", asegura. En alguna ocasión incluso se han encontrado de frente con el protagonista de sus letras. "Hubo una vez que estábamos entonando la crítica a un cargo local y nos dimos cuenta de que estaba entre el público. No duró mucho, se fue sin esperar al final", relata entre risas.
Belén Mata, de 29 años, es una de esas andaluzas que ha tenido que buscarse la vida en Madrid. La lejanía no impide que siga esperando cada febrero para escaparse al sur y ejercer de chirigotera en otra ilegal. La pasión le viene de lejos, desde los cuatro años, cuando participó por primera vez en el concurso oficial de tanguillos. "Llevo la vida entera contando carnavales y me enorgullezco de la fiesta porque es auténtica. Mantenemos la idiosincrasia y, si tuviera que convencer a un indeciso, le diría que aquí se está en la gloria. No hay manera mejor de conocer al gaditano autóctono, en su máxima expresión", remata. Dicho y hecho. ¡Qué se oigan los pitos!