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Playa de Port Bo.

Verano en las calas de Palafrugell (Girona)

Ronda por las calas de una Costa Brava inspiradora

20/10/2024 –

Actualizado: 05/07/2024

Fotografía: Miguel Cuesta

Cuentan que Joan Manuel Serrat compuso buena parte su álbum Mediterráneo en el extinto hotel 'Batlle', frente a la playa de Port Bo de Calella de Palafrugell. También que Josep Pla se atrincheró a escribir aquí durante la posguerra. Muchas décadas después, Calella todavía preserva unas esencias marineras que ya no se ven en casi ningún pueblo de la Costa Brava. Pero ante todo conserva una colección de calas deliciosas que podemos concatenar gracias a unos Caminos de Ronda que se mueven entre lo íntimo y lo panorámico.
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Muchos piensan que la comarca del Baix Empordà es la guardiana de las esencias catalanas más genuinas. Seguramente no les falte razón, aunque cuando uno mira a la fachada marítima de Calella podría llegar a pensar que está ante uno de esos pueblos blancos de Málaga. Quizá ambos mundos estén conectados por alguna arteria mediterránea submarina. Sea como sea, este antiguo asentamiento de los pescadores de Palafrugell es uno de los más irresistibles de la Costa Brava, con sus barracas de pescadores, el entramado original de las casas de las familias marineras y la arquitectura tradicional de fachadas encaladas.

La playa del Port Bo.
La playa del Port Bo.

La playa del Port Bo es el corazón y casco viejo de Calella, desde donde zarpaban los pescadores, pero también las embarcaciones comerciales con productos como los corchos de fábrica de Palafrugell, hoy reconvertida en museo. La playa sigue atestada de barcas de pesca que ahora conviven con bañistas, generando un ambiente a medio camino entre lo popular y lo exclusivo, como solo los catalanes saben conjugar.

Restaurante 'La Blava'.
'La Blava', un restaurante con solera.
¿Una comida con vistas?
¿Una comida con vistas?

La perspectiva es especialmente pintoresca cuando la enmarcamos en la arquería del paseo marítimo, en la que se asientan restaurantes con mucha solera como 'La Blava', que ofrece las capturas del día. Seguro que la estampa inspiró algunas líneas de Serrat o Pla.

Palafrugell fue un antiguo asentamiento de los pescadores.
Palafrugell fue un antiguo asentamiento de los pescadores.

Patrullar calas por los caminos de ronda

El Sendero Mediterráneo GR92 recorre 583 kilómetros a lo largo de toda la costa catalana, desde Portbou, en la frontera francesa, hasta Ulldecona, más allá del delta del Ebro. Solo la provincia de Girona acumula más de 200 kilómetros de este GR cuyo recorrido coincide en muchas ocasiones con el de los antiguos Caminos de Ronda.

Palafrugell es uno de los destinos más irresistibles de la Costa Brava.
Palafrugell es uno de los destinos más irresistibles de la Costa Brava.

Se trata de unas vías peatonales paralelas a la escabrosa Costa Brava que surgieron durante el siglo XIX para que la Guardia Civil pudiera vigilar la frontera marítima y a los contrabandistas. Ahora se han convertido en uno de los recursos más valiosos para el turismo de la zona.

La Plageta y Calella desde Punta dels Burricaires.
La Plageta y Calella desde Punta dels Burricaires.

El Camí de Ronda de Calella a la Platja del Golfet es uno de los tramos más sencillos y a la vez pintorescos de toda esta red. Partiendo desde la playa del Port Bo, el camino suma poco más de 2 kilómetros relativamente llanos hasta la playa virgen del Golfet, ubicada justo antes del célebre Cap Roig, con sus jardines y su castillo. De camino, vamos a pasar por un buen puñado de calas de arena y roca, unas más urbanas y otras vírgenes, además de por una serie de pasadizos subterráneos y miradores que le infunden mucho dinamismo visual al recorrido.

El mirador de la punta dels Burricaires.
El mirador de la punta dels Burricaires.

Camino de Ronda desde Calella a la playa del Golfet

Antes de echar a andar hacia el suroeste, podemos rendir tributo a un hijo célebre de Palafrugell: Manuel Juanola Reixach. A este farmacéutico, inventor de la fórmula de las pastillas Juanola, su pueblo le ha dedicado un mirador marítimo. Desde este, tenemos que atravesar la vieja Calella dejando a la izquierda la playa del Port Bo o de Les Barques, para luego callejear tomando altura hasta que veamos asomar La Plageta, una miniatura encajonada entre las rocas.

Playa del Port Pelegrí.
Playa del Port Pelegrí.

Esta da paso a la playa del Port Pelegrí, con unos 75 metros de arena gruesa y servicios de ducha y socorrista, a la que caracterizan las viejas barracas de pescadores abovedadas. Entre ambas, podemos asomarnos al mirador de la punta dels Burricaires.

Estas calas son un paraíso para los buceadores.
Paraíso para los buceadores.

Poco a poco vamos dejando atrás el núcleo urbano, y sin embargo ahora se aparece la cala con mayor encanto arquitectónico, la de Sant Roc, a la que flanquean unas construcciones de piedra con aires de fortaleza. A la cala le atribuyen 20 metros de longitud, aunque su arenal probablemente apenas alcance los 10, siendo un espacio rocoso, particularmente interesante para bucear. Dejando a un lado San Roque, comenzamos a subir una escalinata en la que, justo antes de su último tramo de escalones, debemos girar a la izquierda para acceder a lo que sería propiamente el Camino de Ronda.

La cala con mayor encanto arquitectónico, la de Sant Roc.
La cala con mayor encanto arquitectónico, la de Sant Roc.

Conviene ir girando la vista hacia atrás de vez en cuando porque, particularmente en la primera parte del camino, las mejores vistas quedarán a nuestra espalda. De hecho, la antesala del sendero es un mirador con vistas a la cala de Sant Roc y con Calella de fondo. Después comienza un subibaja flanqueado por un pequeño bosque.

Entre el bosque y el mar.
Entre el bosque y el mar.
El recorrido está plagado de calas de postal.
El recorrido está plagado de calas de postal.

El tramo viene a ser el más adecuado para los bañistas aventureros, ya que tenemos una serie de minúsculas calas de roca de gran belleza, pero donde escasean las zonas planas donde tumbarse a tomar el sol; la que en Google Maps aparece indicada como cala Foradada es el punto de referencia.

La cala Foradada desde el Camí de Ronda.
La cala Foradada desde el Camí de Ronda.

La segunda mitad del sendero es estrictamente panorámica, e incluso se anuncia con carteles el peligro que supondría atreverse a descender hacia el acantilado. Si estamos atentos, allá a lo lejos pronto aparecerá la torre del castillo de Cap Roig, que sin embargo se irá ocultando a medida que nos acerquemos a la deliciosa playa del Golfet, de la que pocos dudan que sea la más hermosa de Calella y puede que de todo Palafrugell.

La playa del Golfet, encajonada entre acantilados.
La playa del Golfet, encajonada entre acantilados.

Se trata de un arenal virgen de 75 metros de largo por unos 20 de fondo, encajonado entre acantilados de roca. Aunque merece mucho la pena el camino, también se puede acceder desde las calles que hay sobre los acantilados.

Se trata de una un arenal virgen de 75 metros de largo.
Se trata de una un arenal virgen de 75 metros de largo.

Camino de Ronda de Calella a Llafranc… y Tamariu

Calella es una de las pedanías costeras de Palafrugell, como lo son Llafranc o Tamariu, que también presumen de buenas calas y playas. Existe, a su vez, un Camino de Ronda que va hacia estos núcleos, aunque no tiene el mismo encanto que el del Golfet, ya que a veces transita calles abiertas al tráfico, y además tiene que salvar desniveles bastante más importantes. No es ningún impedimento para quienes disfrutan caminando, pero puede que el común de los mortales prefiera usar el coche para explorar esta zona nororiental de la costa de Palafrugell.

Conjunto munumental Sant Sebastià de la Guarda.
Conjunto munumental Sant Sebastià de la Guarda.

En esta zona es particularmente interesante el conjunto monumental de Sant Sebastià de la Guarda, situado a medio camino entre Llafranc y Tamariu, a unos 160 metros sobre el nivel del mar. Lo primero que llama la atención es un elegante faro clasicista en cuya fachada podemos leer que se inauguró, reinando Isabel Segunda, en 1857. Entonces funcionaba con una lámpara de aceite y ahora lo hace con electricidad, bajo la autoridad portuaria de Barcelona, con un alcance de 60 kilómetros. Parte de sus instalaciones las ocupa un restaurante japonés rodeado por un bonito jardín mediterráneo, con unas vistas que podrían llegar a quitar el hambre.

El mirador de Joaquim Turró.
El mirador de Joaquim Turró.
Llafranch desde el mirador.
Llafranch desde el mirador.

Frente al faro, desde el mirador de Joaquim Turró, se consiguen buenas vistas a la playa de Llafranc, pero patrimonialmente, lo más valioso del conjunto se encuentra tras la torre. Aquí vamos a encontrar una ermita y hospedería del siglo XVIII; luego una torre vigía construida en el siglo XV para anticiparse a habituales invasiones de piratas y corsarios, y en cuyo interior hay un pequeño centro de interpretación; y finalmente, un asentamiento íbero de unos 2.600 años de antigüedad, que recientemente se ha consolidado y señalizado para visitantes.

Tamariu y la platja dels Liris.
Tamariu y la platja dels Liris.

Para los que busquen espacios vírgenes y remotos, uno de los atractivos que ofrece hacer el tramo entre Llafranc y Tamariu a pie sería el de visitar la cala Pedrosa, una pequeña playa de guijarros de unos 30 metros de largo por 30 de ancho. Mucho más accesibles y con arena fina o granulada son las playas de Tamariu. La principal suma unos 160 metros de arenal y dispone de todos los servicios esperables. Flanqueándola, podemos encontrar rincones más tranquilos y coquetos en la playa dels Liris o en la cala de Aiguadolça.

La cala d'Aigua Xelida.
La cala d'Aigua Xelida.

El día ha sido intenso, pero quizá todavía queden ganas de seguir rondando playas. Ya en los límites de Palafrugell, la cala d'Aigua Xelida es una de sus otra de las más hermosas de su término municipal. Se enmarca en una de las zonas más abruptas de su línea de costa, donde la mayoría de las calas solo son accesibles en barco. Aigua Xelida es una bonita excepción a la que podemos descender a pie por unas escaleras. Allí abajo se aparece un paraje encantador, también inspirador, que se mereció unas líneas en el Viaje frustrado de Josep Pla.