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Trozos de ciudad que redescubren estas diez mujeres intuitivas y curiosas. Se han puesto a dialogar con los espacios urbanos para conocer las historias que se agazapan detrás de cada esquina, tras los muros y las fachadas de edificios soberbios y edificios humildes. Y este sendero que han recorrido nos ha llevado a barrios singulares, donde la ciudad de Valencia se representa aquí y fuera, y a otros menos emblemáticos pero que también están en el futuro de esta ciudad mediterránea. En parejas han elegido y recorrido diez barrios bulliciosos, sosegados, históricos, periféricos, han posado su mirada de mujeres que cuentan y han lanzado estas diez piezas con cada uno de ellos, publicadas por el Ayuntamiento de la ciudad.
Han querido huir de tópicos, de lo ya visto, lo ya oído, lo mil veces visitado y pararse en lo pequeño. Les hemos pedido a cada una de las parejas que elijan unas pocas cosas de su paseo, de su relato. Y unas pocas fotos, de entre tantas postales que plasmar. Les ha costado, pero ahí va: un listado largo para guardarse, para seguirlo con calma, y acudir a él cuando quieras descubrir una ciudad nueva, o mirar de una manera distinta el paisaje mil veces mirado.
La fotógrafa Mónica Torres y la periodista Laura Ballester han elegido un lugar que suscribiríamos todos en esta ciudad: el Centre del Carme, el mejor y más vivo centro cultural de Valencia. Y dentro de ese complejo (mucho más que un museo, mucho más que un edificio del siglo XVI, mucho más que un centro cultural) ambas se han quedado con el claustro renacentista, que nos embauca a todos cuando entramos.
"Es un lugar propicio para la ensoñación, cargado de historia donde sentarse en soledad, tomar un respiro tras pasear todo el día por el centro, relajarse rodeada de la belleza y el misterio del espacio después de visitar alguna de las salas de exposiciones. Encontrar un rinconcito apartado de todo bullicio, recostarse sobre cualquiera de sus muros y abandonarse al lugar entre los sonidos de los pájaros, el frescor de la vegetación y el runrún del propio edificio. Si a todo esto le sumas que este lugar albergó a grandes artistas como Francisco Domingo, Ignacio Pinazo, Joaquín Sorolla, Manuel Benedito, los Benlliure y tantos otros, ya tienes rato para fantasear", apunta la pareja.
Del norte se han ocupado Amparo Simó y María José Carchano. A ambas les resultó fácil elegir: "De entre todos nos quedamos con Mahuella. Fue el primer pueblo que visitamos en nuestra ruta y del que quedamos enamoradas. Impensable que aquel lugar formara parte de València, sobre todo por su lejanía. Fue como descubrir un paraíso dentro de la capital, alejado del bullicioso tráfico y la contaminación, con solo el sonido de los pájaros y del agua. Entrar en Mahuella es respirar tranquilidad, sosiego, paz, armonía. Apenas una plaza rodeada por casas y su iglesia, un olivo milenario y una alquería conforman el barrio. "Un lugar al que no me cansaría de volver una y otra vez y en el que me quedaría a vivir", asegura Simó.
Al sur llegaron con su cámara Consuelo Xambó y con su pluma Inma Gómez. Estamos en L’Albufera, en El Palmar, así que no era difícil decidirse. Estos lugares quedaron fijados en la retina por Blasco Ibáñez, con su celebérrima Cañas y barro. De hecho, el libro dedicado a esta parte de Valencia, revive esa barca correo, que hacía la ruta del ravatxol –nombre que recibía la barca que comunicaba a los pueblos bañados por el lago–, su llegada a El Palmar, la intrahistoria de los lugares que crecieron alrededor de l’Albufera… Consuelo e Inma estuvieron más de un año arriba y abajo en el Castellar-Oliveral, Pinedo, El Saler, El Palmar, El Perellonet, Forn d’Alcedo y La Torre. Y en l’Albufera, en las tierras cultivadas y en las playas del Sud… Y sin duda eligen este paisaje.
Dentro de Trànsits está Orriols, un barrio que nunca aparece en las guías pero que ha merecido el tiempo y la mirada de Estrella Jover y Paula Sahuquillo. "Aquí aún se consigue capturar momentos de autenticidad, es un lugar que ha abrazado la multiculturalidad. Nos encantó ver un grupo de señoras sentadas en sillas y mesas plegables jugando al parchís en pleno Parque de la Ermita, algo habitual. Hasta hay un cine de verano organizado por la gente del barrio. Orriols guarda pequeños tesoros, como la calle de San Juan Bosco, con hileras de casas bajas de distintos colores. Es un barrio para ser paseado, sin relojes, sin navegador y con esa curiosidad sin prejuicios que nos ayuda a conocer los sitios desde la gente que los habita", cuenta Estrella.
El parque de Marxalenes "es tranquilo, conserva elementos patrimoniales claves, como el edificio de la primera estación del antiguo trenet o enormes y antiguas industrias. Aunque en lo que nos detuvimos fue en las dos casas del siglo XIV: la alquería Barrinto, ahora convertida en biblioteca, y la alquería de Félix, donde se esconde un Aula de Naturaleza: en el patio interior reina la vegetación y hay hasta un lago. Y en la última planta, una estructura original de seda del siglo XVIII".
Al barrio de Benimàmet llegaron Almudena Torres, Concha Tejerina y se quedaron prendadas del chalé de Panach, una vivienda residencial burguesa de principio del siglo XX que acoge ahora la Biblioteca Pública Teodoro Llorente y está rodeada de un inmenso jardín. "Después de horas recorriendo calles, nos apetecía sentarnos en alguno de sus bancos, desconectar y percibir esa placentera sensación de estar lejos del bullicio de una gran ciudad y junto a un edificio lleno de libros".
También les llamó especialmente la atención el apeadero de Carolinas y sus eucaliptos rojos. "En Benimàmet destaca este lugar, construido por el arquitecto Vicente Valls en 1945 y que ha sido conservado y restaurado para integrarse en el entorno de este pulmón verde en esta pedanía valenciana", apunta Concha. Y a pocos metros han crecido los dos eucaliptos rojos más altos de València. Un siglo tiene uno de ellos, el que mide 56 metros.
Cuenta la fotógrafa Empar Bessó (que junto a Angélica Morales han repasado estos barrios periféricos): "La primera vez que pisé las calles del barrio de l’Agulla, tuve la sensación de que conocía el lugar, y nunca había estado allí. Al lado de la ruidosa y contaminante avenida del Cid, me encontré con unas calles de ensueño, con casas antiguas, árboles en todas las calles… y de golpe lo entendí. Me encontraba cómoda porque era como si paseara por mi pueblo, Picanya". Un minuto antes estaba entre tráfico, fincas altas, multitud con prisas y, de repente, me encontré con casas bajas y antiguas, árboles, sin tráfico, la gente paseando tranquilamente… Fue como volver a casa".
Eva Ripoll y Pilar Algarra se adentraron en uno de los barrios con más solera de la ciudad. Y eligieron para la guía este antiguo mercado modernista del centro de la ciudad, recuperado ahora como centro de ocio y gastronómico. "Cuando salgo a fotografiar me gusta andar y andar por diferentes trayectos, siempre descubro otras formar de mirar, detenerme en el tiempo e imaginar historias que han pasado por los mismos caminos. He elegido el Mercado de Colón de mi barrio porque todas sus calles me llevan allí como un descanso en pleno centro y una maravilla para mis ojos; la belleza me invade, me invita a seguir, a emocionarme y me carga las pilas para ver las cosas de diferente manera. Me encanta la arquitectura modernista", cuenta Ripoll.
Coincide con ella la periodista Pilar Algarra, que explica así su elección: "Es uno de los mejores exponentes de ese corto y fructífero periodo que fue el Modernismo. Llegó a Valencia de la mano del arquitecto Francisco Mora, muy influido ya por el modernismo catalán de Gaudí. Es una apuesta por el detalle y la ornamentación en busca de una mayor alegría estética. Puro gozo para los burgueses valencianos de principios del XX y, tras una ardua remodelación, un lujoso espacio comercial para disfrutar del dolce far niente en el XXI".
Este barrio, repleto de casas bajas, de vecinos en bicicleta, de estudiantes universitarios que le han dado una importante vida cultural, fue una localidad independiente hasta finales del siglo XIX. De pedanía pasó a ser considerado barrio en los años 70. Está cada vez más de moda y se ha convertido en un punto de encuentro fundamental para todo lo que se mueve en la ciudad. La fotógrafa Providencia Morillas y la periodista Carla Melchor han elegido la plaza de Benimaclet porque, dicen, "es un crisol de culturas descomunal, sobre todo los viernes, cuando tiene lugar el mercado semanal, donde todo se puede encontrar… Los vecinos salen a la calle para rendir tributo a un hábito que no ha muerto en este barrio desde hace medio siglo. Gracias a un ritual como este, el visitante puede trasladarse en el tiempo y escaparse –sin moverse– al pueblo que un día fue Benimaclet".
Eva Máñez y Pilar Almenar escogieron Poblats Marítims, una de las partes más singulares de Valencia. "Es mucho más que un barrio. Es Algirós y la huerta del Camí Vera, es el bullicioso Cabanyal-Canyameral, es el puerto, la playa y el olvidado barrio de Nazaret. Son sus mercados cuidados y repletos de manjares, es la gastronomía típica única de este barrio, su semana santa marinera, los edificios modernistas con mosaicos, las bandas de tambores y cornetes, sus centros culturales, su historia y su tejido social", describen.
"Pero si hay un eje que vertebra todo este territorio es el mar. Por eso hemos elegido una foto de la subasta de pescado de la lonja. Aunque poca gente lo sabe en Valencia hay una lonja donde llegan barcos pesqueros todas las tardes para abastecer, sobre todo, a los mejores restaurantes de la ciudad. Es una estampa preciosa ver llegar a los barquitos con el moderno edificio del Veles i Vents a su espalda. Parece increíble que, entre el puerto deportivo, los modernos edificios de emprendedores y la terminal de cruceros lleguen estos pequeñitos barcos trayéndonos los mejores pescados y mariscos del Mediterráneo. Los barcos amarran en el muelle de poniente (quedan muy pocos barcos en la cofradía, apenas 16), descargan y pasan directamente a la subasta. Todo es muy rápido, en menos de 30 segundos se ha vendido una caja de pulpos o, lenguado, escorpa, mabras, langosta, sepia, dorada, palaias, etcétera".
Entre los numerosos bares de la zona destacan 'La Paca', 'Casa Montaña', 'Bodega Anyora', o 'La Lusitana'. "En la calle del Rosario, el bar 'La Paca' es el más canalla de El Cabanyal. De hecho su lema 'Nada en Vano todo en vino' es ya toda una declaración de principios. Entre cuadros pintados por Laia, la propietaria, y trastos del rastro igual puedes codearte con artistas y técnicos del vecino Teatre El Musical que con hipsters, turistas despistados o canbanyaleros de toda la vida. No es de extrañar que hasta alguien se arranque a cantar flamenco".
Gente joven, ambiente desenfadado y tortillas de patatas de premio. Llegar hasta aquí es adentrarte en el corazón del barrio. Hasta las procesiones de Semana Santa pasan por la misma puerta. Muy cerca de allí un clásico: 'Casa Montaña', una bodega centenaria que aún mantiene el sabor añejo y los toneles de madera. El barrio está eclosionando y cada día hay más y mejores establecimientos de restauración. Nuestros preferidos a parte de esos dos, son: 'Bodega La Aldeana', 'Bodega Anyora', 'La Lusitana' y 'Ca LaMar'.
Otro de los barrios emergentes, periférico también. Han trotado por él Irene Marsilla e Isabel Olmos. "Hay espacios que te abrazan como en una eterna bienvenida. Lugares, plazas y calles donde te sientes tan cómoda como al entrar en tu propio hogar y oler el aroma inconfundible de tu refugio. En València uno de esos barrios es L’Hort de Senabre, una pequeña bombonera donde se mezclan las raíces subterráneas de la huerta con la memoria de un ir y venir trabajador, humilde, incesante, y un presente labrado en el puro mestizaje".
Señalan ambas como eso que no hay que perderse, "las curiosas casas de La Previsora, un variopinto complejo levantado a principios de siglo XX para ofrecer viviendas dignas a los funcionarios de entonces –maestros, carteros...– cuyo salario era más que reducido". Estaba inspirado en iniciativas similares impulsadas para mejorar las condiciones de vida de la clase obrera en ciudades como Manchester. Casas de doble altura, con patios individuales, con árboles frutales y cuyo precio actual no tiene nada que ver con el que tuvo originalmente.
Imprescindible también en este paseo, dicen, es el parque ubicado sobre el antiguo huerto de Senabre que da nombre al barrio. Y "una plaza viva y repleta de gente siempre y un mercado, el de la Valvanera, que es uno de los pocos mercados interiores en uso que permanecen abiertos en València".
En el bar 'Garden', según cuentan, hay que probar la tortilla de patatas. Y hay que visitar, como apuntan también, la "popular y tradicional" 'Taverna Amparín', un clásico de Valencia. Se trata de "un espacio que parece congelado en el tiempo por sus muebles y aromas, y que es famoso por las inconfundibles patatas bravas, sus faves y su morro acompañados de un vermú artesano. Antes iban a comer los trabajadores de las fábricas que la rodeaban".
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