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Es muy posible que cualquiera que pasee por la céntrica calle Castellar, en el corazón de Sevilla, se sienta atraído repentinamente por la ópera que suena tras las ventanas del número 33. Cuentan Daniel Maldonado y Luciano Galán, los artistas que habitan y crean al otro lado de esos muros, que esta música es fuente de inspiración para su trabajo. Ellos son el alma de ‘The Exvotos’, artífices de un arte muy singular cuya identidad se halla muy marcada: sus piezas, codiciadas por un gran público siempre atento a sus novedades, parecen gritar su nombre a voces. Solo ‘The Exvotos’ hace las cosas así.
Daniel nos abre las puertas a su universo, que se despliega ante nosotros desde el mismo instante en el que accedemos al zaguán de la casa. Un edificio del siglo XIX al que se mudaron hace apenas un año y en el que han encontrado su verdadero lugar. Antiguas portadas y columnas de madera recuperadas de anticuarios y mercados, muchas de ellas, religiosas, han sido rehabilitadas por ellos mismos y decoran ahora el espacio. Sobre una enorme mesa, un gran puñado de figuras coquetamente conservadas bajo campanas de cristal. Todo llama la atención. Todo es fantasía. Todo es -ya lo hemos dicho- marca ‘The Exvotos’.
Atravesamos una puerta y aparecemos en el taller, un espacio diáfano a dos alturas organizado por tareas, ya sea el modelado, el horno o la policromía. Gran parte de las mesas, de madera y de varios metros de largo, fueron recuperadas también de conventos: “en ellos hacían las monjas sus dulces”, comenta Daniel. En un rincón y bajo la atenta mirada de las decenas de cabezas-recipiente -sus piezas más famosas y codiciadas- de todos los tamaños que rellenan repisas y estanterías, Daniel y Luciano toman asiento. Y allí, rodeados de barros y pinturas, de bocetos y utensilios de toda índole, narran con soltura cómo se conocieron 20 años atrás.
“Yo soy de Utrera y Daniel de Arahal”, comenta Luciano. “Empezamos a estudiar aquí, en Sevilla, en la Escuela de Arte, pero aún no nos conocíamos. Cuando terminamos los estudios nos dieron una beca de trabajo con la que yo me fui a Venecia y Daniel, a Lisboa, con la curiosidad de que Daniel se fue con todos mis compañeros y amigos de clase, y yo con los suyos. A la vuelta hicimos una fiesta, en ella nos conocimos… y hasta hoy”.
Así de fugaz fue el inicio de un proyecto que, por aquel entonces, no podían imaginar que llegaría tan lejos. Pronto unieron sus vidas y sus trabajos, y juntos se fueron a un taller en el que compartieron espacio. Cada uno inmerso en su materia -Daniel en la pintura especializada en cerámica y Luciano en la escultura en madera y terracota- enseguida se dieron cuenta de que, uniendo sus disciplinas, podían hacer grandes cosas. “Empezamos haciendo escultura y pintando un montón de exvotos, el exvoto típico sevillano”, comenta Luciano. “Exponíamos en mercadillos de arte y la gente venía y decía: he estado con los de los exvotos. Lo vimos clarísimo: nos estaban dando el nombre para nuestra marca”, afirma.
Ya bautizados, empezaron a tener una clientela interesante, coleccionistas sevillanos que se sentían atraídos por sus peculiares obras. El boca a boca hizo el resto. Apenas cinco años después de iniciar su camino juntos, apareció en sus vidas una herramienta que revolucionó su carrera en todos los sentidos y para siempre: gracias a Instagram se les abrió una puerta al mundo que hizo que los encargos comenzaran a lloverles desde los rincones más insospechados del planeta. Hoy, sus piezas se hallan repartidas por países como Estados Unidos, Nueva Zelanda, Taiwán o Emiratos Árabes.
Es un hecho innegable que la agenda de Daniel y Luciano se encuentra a rebosar: solo se mueven por encargos y hacerles uno significa casi un año de lista de espera. Sus trabajos abarcan las disciplinas más variopintas, desde vajillas a acuarelas, pasando por la pintura decorativa de paredes o proyectos como el de la chimenea del ‘Marbella Club’, que llevaron a cabo unos años atrás. Pero, si hay unas piezas que siempre están presentes en su taller y de las que se sienten muy orgullosos, son esas cabezas-recipiente que nos contemplan. “Ten en cuenta que es una pieza muy decorativa, hemos creado algo que va bien en una decoración muy clásica, pero también muy moderna”, comenta Daniel. “Es un arte útil porque puedes lucirla sola, pero de repente te sirve de jarrón y sigue teniendo su belleza. Supo encontrar su hueco rápidamente”.
La inspiración para su creación la tomaron de las cosas bellas que la misma vida les aporta, desde la naturaleza al cine; desde la música clásica a la religiosidad popular. “Pero que nos inspire la religiosidad popular no quiere decir que todo esté encaminado a que sea católico”, apunta Luciano. “De hecho, todo surgió en Roma, donde fuimos a los Museos Vaticanos y nos encontramos con una sala repleta de cabezas de terracota que eran ofrendas a los dioses del Imperio romano. Nos pareció súper interesante: era un exvoto, ya fuera de lo que es la religión católica en sí, y decidimos hacer la historia nuestra. Así nació la cabeza-recipiente: fue de nuestras primeras creaciones”, añade.
Formas antropomórficas que, de alguna manera, han protagonizado casi siempre su obra, incluso cuando en sus inicios realizaban encargos para hermandades de Semana Santa. “Hay gente que ve la cabeza-recipiente y dice: ay, tiene la cara de la Virgen del Rocío, y no, te digo yo que no, aunque no es intencionado”, apunta Daniel.
Al fin y al cabo, ambos proceden de ese universo artístico. Un universo del que hablan con cierta nostalgia: han sido muchas las figuras de vírgenes y santos que han salido de sus manos. Esculturas que hoy se encuentran procesionando las calles de nuestro país. “Dentro muchas van decoradas con leyendas y otros detalles”, nos desvelan. “Normalmente las imágenes por dentro están pintadas en color liso, pero las nuestras las decoramos enteras para el disfrute de las pocas personas que pueden verlo: siempre buscamos un rinconcito donde podemos dejar nuestra creatividad. Ya en la cara, en las manos, en la policromía… va un poco de nosotros. ¿Pero que además queremos pintarla por dentro de pájaros y de flores? Pues la pintamos”, confirman.
El ambiente en el taller de ‘The Exvotos’ es acogedor, pura inspiración artística. Llama la atención la pieza interior de un órgano de iglesia que decora una de las paredes. Los cristales de la ventana contienen un trampantojo a modo de visillo que han pintado: pocos son los viandantes que no caen en la tentación de fotografiarse frente a ellos. En el interior, la calma más absoluta: una suave brisa recorre la estancia de tanto en tanto, cuando abren la puerta del patio interior plagado de plantas.
La misma puerta por la que, de repente, se cuela el sonido de las campanas de una iglesia. “Ahora empieza San Juan de la Palma, después las de San Marco… y el Omnium Sanctorum también se escucha. Incluso las de la Basílica de la Macarena, según el viento que haga”, comenta Luciano, que acto seguido toma en sus manos un tiento -una vara que sirve para calmar el pulso a la hora de pintar detalles menores, según nos cuenta- y se pone manos a la obra con una de las cabezas. Daniel hace lo propio con el modelaje.
“Nuestra manera de trabajar es que primero hacemos un boceto a papel. Una vez que lo vemos claro, lo pasamos a tres dimensiones y hacemos un modelo a tamaño reducido. Cuando vemos que el volumen es correcto, lo hacemos al tamaño que debe de ir, y cuando ya lo hemos corregido todo y nos encanta, pues le hacemos una matriz… algo para que cuando empecemos a trabajar, nos facilite todo de tal forma que cada modelado salga hueco”, nos cuenta Daniel. Un modus operandi que llevan poniendo en práctica desde hace 21 años. Una carrera que les ha dado una complicidad que se nota al verlos narrar su historia, pero también al trabajar.
Daniel saca algunas piezas de una de las vitrinas: se trata de la colección de platos que bautizaron con el título de Ora et Labora. Un convento ficticio en el que cada plato es una monja. “Nuestra forma de expresarnos y, en general, de ver la vida y el arte, por supuesto, trasciende a lo meramente religioso o arquitectónico, a lo meramente escultórico. Nosotros lo mezclamos todo con un poco de humor y un poco de hacer algo distinto. Siempre sin ofender, claro”, apunta Luciano. Y siempre, lo tienen muy claro, volcados en aquello con lo que disfrutan. “Un día nos prometimos que trabajaríamos lo que pudiéramos abarcar con nuestras manos y ya está”, afirma, contundente, Daniel. “Nosotros nos sentimos artistas, no artesanos. El artesano es alguien que repite algo que ya está creado, pero nosotros, como artistas, somos creadores”, concluye.
El arte de ‘The Exvotos’, a pesar de su exclusividad, ya que todas son siempre piezas únicas, es democrático: intentan abarcar a todo público que sigue su trabajo y está atento a las novedades. Más allá de las piezas que moldean, han creado una especie de línea de merchandising con la que venden bolsos o acuarelas seriadas hechas por ellos a precios de lo más competitivos. Para las cabezas-recipiente la cosa oscila entre los 100 y los 1.500 euros. “Cuando te pones ya en una posición en la que haces solo lo que te gusta, y de lo que te gusta, vives, es súper satisfactorio. Porque estás dedicado realmente en cuerpo y alma, te entregas más porque es lo que quieres hacer. Y si encima tiene aceptación… ¿para qué queremos más?”, manifiestan ambos.
Así es como el alma de ‘The Exvotos’ se mantiene viva día a día. Porque cada vez que los sevillanos dejan volar su imaginación, surge la magia, que es consecuencia de su verdadero amor al arte. Un arte con esencia a sur.