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Una de las acepciones de jam del diccionario Collins es "mucha gente estrujada en un espacio pequeño". Si aliñas eso con mucha improvisación, música a la altura, algo de intimidad, un público diverso, pocos prejuicios y bastante buen rollo, el resultado es una jam session.
Ha llovido mucho desde aquellas que se celebraban allá por los años 30 en Kansas City hasta las que acogen hoy tantísimas ciudades del mundo. Sin embargo, la esencia sigue intacta. Prueba de ello son los innumerables rincones de Madrid que esconden alguna de lujo. Estas son solo algunas de las más destacadas, tanto por su longevidad como por su calidad y su capacidad de hacer disfrutar a cualquier noctámbulo, amante o no de la música en vivo.
A punto de cumplir 15 años ininterrumpidos de música en directo, 'El Junco' es un auténtico referente de la escena madrileña actual. Aunque abrió sus puertas como un club de jazz tradicional, ha ido ampliando su oferta y hoy tiene como eje central todos los géneros que abarca la música negra, que suena tanto desde la cabina como desde las jam sessions que se celebran tres días por semana.
"Son un punto de encuentro importante entre los muchísimos músicos que componen el movimiento actual. Si sabes tocar y desenvolverte, tienes las puertas abiertas, lo que genera un intercambio bastante íntimo con el público", asegura Carlos Lezcano, programador de la sala.
Con esta filosofía, los martes, la cantante gaditana Pastora Andrades le da un toque flamenco al género en la Voodoo Jam, donde es capaz de incursionar en la música popular brasileña y, segundos después, darle la vuelta a la sesión con un Agustito ketamero. Los miércoles, la Back To The Roots aporta el toque más tradicional de la música de raíz negra, con bandas que tienen más que ver con el blues, el soul y el R&B. Los jueves, un cuarteto de amplia trayectoria pone el broche final a estas sesiones de lujo tocando boogie, reggae y disco en ON FIRE!
"Cada una de las jams tiene musicazos: es la importancia que le damos a ofrecer una base de calidad", apunta Lezcano, al recordar que trabajan a diario con artistas vinculados a bandas de éxito (Ketama, Raimundo Amador o Fuel Fandango) y por sus jams pasan algunos de la talla del trombonista neoyorquino afincado en España Norman Hogue.
Es necesario descender por su escalera para adentrarse en esta acogedora guarida de ladrillo visto, luces bajas y pequeñas banquetas, que mantiene prácticamente intacta la estructura de los años 60, cuando ya tenía licencia de local de hostelería.
Tras la barra se encuentra Julio, el encargado, que empezó a trabajar en 'La Coquette' en 1993, 11 años después de que abriera sus puertas. Por eso sabe de buena tinta que, tanto con los mejores bluesmen de Chicago como con los nuevos músicos de la ciudad, aquí siempre se ha apostado por "el blues, el blues y el blues". Eso es lo que atrae a un público muy dispar: fieles de 60 años que vienen desde que abrió sus puertas, jóvenes, turistas y cualquiera que disfrute la buena música. Todos ellos se sienten como en casa en esta suerte de templo del blues, género al que rinde homenaje mediante shows en vivo seis noches por semana, de martes a domingo.
Ese último día se celebra la que "dicen que es la jam de blues más pura de Madrid", revela Julio, al recordar que en el local se ha tocado "de todo", hasta "instrumentos que no había visto nunca". Cree que merece la pena acoger este tipo de espectáculo más informal porque "hay mucha gente que no tiene fechas, que quiere tocar, que está empezando, y es un buen día para foguearse un poquito". Su extensa duración y la gran cantidad de personas que pasan por ella son buena prueba de su éxito.
El próximo diciembre celebra su 15 aniversario, con el honor de ser, desde hace un par de años, Patrimonio Cultural de Madrid. Porque, antes de convertirse en un espacio de referencia para la música en directo, fue, durante dos décadas, un cabaret underground y, previamente, un restaurante de la estrella del cine Sophia Loren. Lo revela, entre risas, su gerente, Pedro Carrillo, aún algo sorprendido por este reciente descubrimiento.
La sala ha estado vinculada desde sus inicios a la Escuela de Música Creativa, por lo que nació con una motivación muy concreta: "Necesitábamos un sitio donde los alumnos se foguearan, que pudieran tocar frente a un público, y, al mismo tiempo, empezamos a programar conciertos de jazz y músicas negras", recuerda Carrillo, socio de la escuela.
Precisamente porque la sala se concibió de esa manera, las jam sessions están presentes desde el primer día y, actualmente, hay dos establecidas: la Afro Jam, que la noche de los lunes consigue sacar a bailar hasta al más cohibido de la sala, y la Cosmosoul de los domingos, guiada por una banda de lujo que mezcla con éxito la diversidad cultural de sus cinco integrantes, de origen nigeriano, guineano, argentino, napolitano y español.
A ellas se suman todos los meses otras jams puntuales de todo tipo de géneros, desde el hip-hop, hasta el flamenco, pasando –siempre– por el jazz. El objetivo de todas ellas es el de "dar cancha a los grupos emergentes" en un ambiente que cada noche ofrece "sorpresa, novedad y variedad" y permite que músicos en formación se junten con artistas consagrados en el escenario.
A la vuelta de una de las principales arterias de la ciudad, la calle Fuencarral, se esconde 'El Intruso'. Eso es precisamente lo que no te sientes al cruzar la puerta del local, donde el buen rollo que se respira te hace sentir en casa desde el minuto uno. "Es mi principal preocupación: que haya buena energía y que la gente esté a gusto. Procuro intentar que sea algo de verdad, que no estén por estar. Si el ambiente es bueno y sincero, se nota, se palpa", asegura Álvaro Oliver, responsable del local y encargado de la programación.
Con ello en mente, las jams que acoge el 'Intruso' los dos primeros días de la semana de forma gratuita llegan justo después de espectáculos de comedia. Así, el público se involucra con el show desde el inicio y puede disfrutar al 100 % tanto de las sesiones aflamencadas de los lunes como de las más jazzeras que se celebran los martes. "No damos nada por sentado y siempre nos abrimos hacia otros estilos. No queremos hacer algo exclusivo, no queremos ser un garito solo de jazz, queremos nuestro gusto personal y variado", dice Oliver.
Para él, lo que define a una jam session es que en ella se siente una energía "muy personal" y todo depende de la calidad de la música que suene y de la conexión que tenga el artista que sube con la banda base. "Cada día parece una sala diferente y eso lo hace más entretenido y divertido", confiesa.
Después de 17 años de música en vivo, 'Marula Café' presume de albergar en las Vistillas una de las jams más longevas (y diferentes) de Madrid. La Rootsjam lleva ya un lustro apostando por el hip-hop para amenizar la noche más complicada de la semana: la de los domingos. "Nunca sabemos si acaba o empieza la semana, pero siempre lo hace de la mejor manera". El rapero Abraham Arturo Álvarez, más conocido como Artes, es el maestro de ceremonias de esta jam, que todas las semanas se llena de rimas y ritmos 4/4, acompañados de batería, saxofón, piano, bajo y mucho flow.
"Indagamos en los sonidos hip-hop puros, desde lo más clásico hasta lo más convencional", cuenta el MC, quien asegura que trata de salirse de los estereotipos que rodean al rapero tradicional y utiliza las rimas para contar historias y realizar crítica social. "De esa manera, enganchamos a la gente. Quien no haya escuchado rap en su vida, se lo pasa en grande porque conectamos muy bien".
En cuanto se abre la jam, prácticamente cualquier artista de cualquier tipo de disciplina puede sumarse. "Ha habido quien se ha subido a taconear porque venía de una actuación de flamenco, gente que acababa de actuar en el Circo del Sol, y raperos reconocidos como Kase-O o Frank T". Con esa misma intención de "conectar" con el público, dos miércoles al mes, 'Marula Café' ofrece algo diferente en la Trip Jam, "un viaje a la música viva", a la vanguardia del soul y del hip-hop con jazz. Además, todos los jueves, en un ambiente más relajado, Adriana Terrent explora los distintos registros del jazz y el soul en la Cat Cake Jam, una de las pocas de la ciudad que lidera una mujer.
La sala 'Juglar' nació en 1997 con el objetivo de generar un fuerte movimiento cultural en el barrio de Lavapiés. "En esa época encajaba la música, el teatro, el cine, la danza y cualquier cosa que representara cultura", recuerda Javier, su dueño, que lleva estos 22 años recibiendo a los clientes al otro lado de la barra. Con la proliferación de salas y el cambio de hábitos, en la actualidad, el local está centrado en sesiones de DJs y los shows en directo, siempre con "la calidad" como denominador común.
A los cerca de 4.500 conciertos que han celebrado en este tiempo, desde hace cinco años, se añaden las jam sessions. Aunque algo menos conocidas que las de otras salas, tanto las que se acogen puntualmente como las infalibles de cada miércoles reúnen a jóvenes artistas con un público fiel que ha sabido ver el encanto de esta sala de trayectoria. "Es una manera para que los músicos interactúen y se formen en el escenario. La improvisación es máxima, no es como en un concierto en el que hay un repertorio clavado, por eso salen cosas muy curiosas y muy buenas", asegura Javier.
Al ser un local que abre la puerta a cualquier tipo de género (flamenco, funk, rock, soul…), cuenta con dos jams radicalmente distintas que se van alternando semana tras semana. Quien vaya un miércoles de latin podrá sumarse a los ritmos de las maracas y los tambores para bailar salsa, cumbia y lo que surja, mientras que, quien asista a los miércoles de blues, podrá disfrutar del talento de la joven Zed Blues Band. También del de los saxofonistas, armonicistas, guitarristas, bajistas y cantantes que se unen a ellos para revivir a músicos de la talla de Eric Clapton, Bryan Adams, B.B. King o Stevie Ray Vaughan.