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Hubo un tiempo en que Carabanchel era sinónimo de marginalidad. Hoy las tornas han cambiado y se le ha proclamado como un soho madrileño. Pero ni uno ni otro. Este barrio, el más poblado de la capital -con una población de 243.959 habitantes censados en 2018-, ha sido siempre un lugar de asentamiento para aquellos que venían a labrarse un futuro. En los años 60 lo habitó una gran población procedente de Castilla y, en la actualidad, mayoritariamente por latinoamericanos. Ambos grupos demográficos contribuyeron, y lo siguen haciendo, al desarrollo del barrio, pero a ellos ahora también se les han unido madrileños que han salido huyendo de distritos más céntricos de Madrid debido a la gentrificación y a los altos precios de los alquileres.
Actualmente Carabanchel es un barrio multicultural que afronta sus problemas -principalmente el envejecimiento de su población y el cierre por jubilación de comercios de toda la vida que, de la noche a la mañana, mutan en casas de apuestas- con un arma muy poderosa: la cultura. Pero empezamos nuestro recorrido de la mano de algunos habitantes del barrio que nos han querido explicar cuáles son las principales bondades del mismo. Carabanchel está muy bien comunicado por el transporte público, por lo que empezamos nuestra ruta bajándonos en la estación de Metro homónima donde, nada más salir de su boca, topas con uno de sus edificios más emblemáticos: el Hospital Central de la Defensa Gómez Ulla. Además de un moderno bloque -centro de referencia nacional de enfermedades altamente infecciosas, por cierto-, cuenta con edificaciones históricas (datan de 1896) que se estrenaron albergando a los heridos que llegaban de la Guerra del Rif.
Como el barrio es muy extenso es mejor centrarse en algunas calles. El Paseo Marcelino Camacho es una de ellas. Tanto en ella como en sus vías adyacentes hay negocios tan interesantes como Espacio Vilarinyo (Juan Alonso, 5) que, además de funcionar como sala de ensayo, es un centro donde imparten talleres centrados en la danza contemporánea; o ‘Rocket Carabanchel’ (Antolina Merino, 2), una boutique con una importante selección de prendas y accesorios rockabilly y que cuenta con camisas vaqueras, jeans (con vuelta), creepers y boogies, vestidos, bandanas, bolsos… Cuenta además con una línea de productos -camisetas, sudaderas, parches e, incluso bodies para bebés- con el barrio como protagonista de sus estampados.
Por supuesto, existe una interesante oferta gastronómica marcada quizás por el pasado de la zona, ya que en la antigüedad Carabanchel estaba llena de cultivos de garbanzo, ingrediente esencial para elaborar uno de los platos estrella de la Comunidad de Madrid: el cocido madrileño. Aquí y allá se pueden encontrar establecimientos “de los de toda la vida”, esos que reúnen -delante de la barra exterior o en la terraza- a los amigos los domingos al mediodía para tomar el aperitivo y que cuentan con una carta con bocadillos, hamburguesas, sándwiches o platos combinados a precios muy interesantes.
También hay locales centrados en la cocina latina donde ofrecen chicharrón, pikemacho o patacón, aunque para direcciones interesantes la ‘Taberna La Romana’ (Laguna, 139), un negocio familiar comandado por Jesús y Pilar cuyas propuestas están consideradas de alta cocina. Buena bodega, exquisita selección de panes y aceites, y unos platos considerados por los entendidos como vanguardistas, arriesgados y sorprendentes.
Recetas de inspiración oriental como las gyozas de pollo y verduras con mayonesa de soja, de trufa, semillas de sésamo negro y brotes, y el pan bao con carrillada en salsa, alioli de ajo negro, cebolla morada y chips de boniato conviven con otras de tradición más local como la ensaladilla de atún con patata violeta, mayonesa y un toque de huevo duro, las migas caseras con chorizo y huevo frito, o medallón de solomillo ibérico con foie fresco, salsa Pedro Ximénez y taquitos de jamón. También es una opción de lujo para tapear con su pan de la casa con gulas, gambas al ajillo y alioli, o sus patatas bravas de la casa.
Carabanchel cuenta con otras opciones como ‘Vegania’ (Nuestra Señora de la Luz, 62), un restaurante vegano abierto en 2018 por Nicolás Tomaselli y Daniel Sánchez, dos chefs que han preparado una selección de platos a base de productos de calidad donde, además de raciones para picar (croquetas del día; fingers de queso ahumado con sirope de agave y mostaza; gyozas a la plancha con salsa hoisin…) cuenta con sugerencias como la paella de no pollo o de boletus y setas, ensaladas y, como asegura Daniel, “nuestro plato estrella son las hamburguesas, y la verdad es que nos las curramos: hacemos salsas, quesos…”.
Tienen burguers tan apetecibles como la Beyond Meat, elaborada a base de bacon con salsa boloñesa, queso fundido, cebolla caramelizada, lechuga, tomate y pepinillos en pan de semilla. O la de Avena y Tomate, una hamburguesa casera de tofu y tomates secos con cebolla caramelizada, queso azul, bacon, lechuga y veganesa de pesto. “Nosotros vemos la escena gastronómica de Carabanchel muy bien”, asegura el chef. “Después de la pandemia lo que hemos notado es que la gente sale cada vez más por sus barrios. Aquí viene mucha gente que no es vegana, pero que siente curiosidad”.
Para bajar la comida nada mejor que visitar algún enclave histórico, porque Carabanchel cuenta con algunos puntos muy interesantes que visitar como La Colonia de la Prensa; la Iglesia de Santa María la Antigua -una construcción mudéjar del siglo XIII-; la impresionante rejería de La Puerta Bonita, o el Cementerio Británico -donde se encuentran enterrados algunos personajes emblemáticos de la historia de Madrid como la de William Parish, director del Circo Price entre 1880 y 1916 y yerno del fundador, Thomas Price, un domador de caballos irlandés; la de Margarita Kearney Taylor, primera propietaria del salón de té ‘Embassy’, o la del francés Emilio Huguenin Lhardy, creador del restaurante ‘Lhardy’-.
A pesar de su deterioro, merece la pena ver la fachada del palacete de la Fundación Goicoechea Isusi, edificio actualmente abandonado que fue edificado como hotel en 1890. Aunque la joya carabanchelera por excelencia es La Quinta Vista Alegre, una serie de edificios históricos y jardines recién rehabilitados y abiertos al público que resultan una auténtica delicia para los sentidos, y eso que el barrio puede presumir de espacios verdes porque cuenta con interesantes parques como el de Eugenia de Montijo, el Pinar de San José o el de Las Cruces, de gran afluencia vecinal.
Tal caminata merece un descanso en la Plaza de Oporto, una zona arbolada protegida del intenso tráfico por parterres y árboles donde hay terrazas de restauración, el típico puesto de castañas y batatas asadas -muy recomendable en los meses otoñales- y, si apetece recuperar fuerzas y darse un capricho, muy cercana está la chocolatería ‘La Olla del Chocolate’ (General Ricardos, 163), donde además de ofrecer los churros y porras con chocolate de rigor, hay batidos y zumos de frutas naturales, amén de otras propuestas dulces y saladas.
La cuestión es recuperar fuerzas para adentrarse en una de las zonas com más tirón del barrio: el Polígono ISO de Carabanchel, una zona industrial repleta de imprentas, talleres y fábricas (principalmente textiles) que desaparecieron en la década de los 90 y que actualmente se ha convertido en refugio de artistas, artesanos y músicos. Empezamos por una de sus calles más potentes, la Avenida de Pedro Díaz, para descubrir a algunos de estos emprendedores. De este modo descubrimos que Carabanchel cuenta incluso con su propia cerveza artesana: ‘Patanel’ (Pedro Díaz, 21). “Hacemos todo en alta fermentación y luego tenemos una rubia, una roja, una más amarga, una negra, una de trigo y, a veces, hacemos cosas especiales como una con bourbon que hacíamos antes. Ahora tenemos una de nueve grados, que es muy potente…”.
David Ortega y sus socios comenzaron el proyecto hace seis años. “Estábamos en un bar que vendía cervezas de importación, pero con marcas que podías encontrar en el supermercado. En aquel momento el movimiento de cervezas artesanas empezaba a tener auge. No había una marca local de Carabanchel, que es un barrio con más de 200.000 habitantes y pensamos: ¿Por qué no trabajar de forma local en un barrio? Que es un poco la idea de recuperar la identidad que las ciudades han ido perdiendo… ¿Por qué no tenemos identidad en los barrios de Madrid? Y así se nos ocurrió hacerla. Yo por aquel entonces intentaba hacer cerveza en mi casa, con unos resultados asquerosos, así que me empecé a formar en serio, invertimos para hacer unas etiquetas y una tirada de 1.000 litros y en dos semanas desapareció”, recuerda el cervecero.
“Así empezamos a vender y vender más, a buscar almacenes donde guardar la cerveza en condiciones, aumentamos las tiradas hasta los 2.000 litros para bajar costes… todo el dinero que ganábamos lo invertíamos en promocionarla, hacíamos panfletos, invertimos en una web, compramos barriles y grifos para acudir a algún evento que nos salía, sacábamos otro estilo de cerveza… Total, evolucionar. Así que, cuando ya creamos una marca que empezaba a ser conocida, decidimos montar nuestra propia fábrica”, sentencia David.
‘Patanel’ se divide en dos partes: la fábrica, donde elaboran y envasan sus cervezas, y el bar, un establecimiento de estilo industrial con la intención de convertirse en “una alternativa a la hostelería que hay en el barrio”, asegura David. “Carabanchel está un poco chapado a la antigua y los bares, por ejemplo, tienen todos el mismo rollo. Ya empiezan a salir más cosas nuevas. El cambio generacional de este tipo de negocios empieza ya a notarse”. Además de su cerveza, cuentan con vermut de la firma madrileña Zarro. “Nos gusta jugar un poco con producto de cercanía, lo tiramos con una rodaja de naranja, con una aceituna y un toque de soda, no es un martini puesto en un vaso y punto pelota, ponemos un poco de cariño a lo que servimos”. Además hay cafés naturales, refrescos, copas… y para acompañar cuentan con una gama de entrantes divertidos, pizzas y hamburguesas originales.
Accedemos a una de las plantas superiores del mismo edificio, una antigua fábrica textil que aún conserva sus montacargas e infraestructuras características, para charlar con Pilar Balsalobre y Carlos Jiménez, cuyo estudio multidisciplinar ‘PhotoAlquimia’ es representativo de la primera oleada de artistas que llegaron a la zona. Además de la fotografía, ‘PhotoAlquimia’ desarrolla otras líneas de trabajo en el diseño de menaje como sus premiados Ajorí, un ajo con cerámica convertido en unos prácticos aceitera, vinagrera o salero, o TitoBowl, pensado para la degustación de aceitunas. Para llevar a cabo estos trabajos, Pilar y Carlos suelen colaborar con artesanos. “Hay que tener muchísimo respeto hacia estas personas que llevan toda la vida realizando una técnica”, comenta la Directora de Arte de ‘PhotoAlquimia’.
Otro de sus puntos fuertes son las instalaciones a base de latas recicladas y pintadas. “Nos fascinan las miradas”, asegura Pilar, por lo que no dudaron en instalar la penetrante mirada de Salvador Dalí en la fachada de un edificio cercano. “Fue un trabajo muy bonito porque involucramos a mucha gente del barrio de todas las edades. Nos traían las letras que tenían o encontraban y, al final, cuando estuvo montado, les escuchabas decir: mira, esa lata la cogí yo”.
‘PhotoAlquimia’ participó activamente en uno de los eventos culturales más atractivos del barrio: ArtBanchel, un evento anual donde los artistas y diseñadores de la zona celebraban una jornada de puertas abiertas. Tras la pandemia, ya están pensando en poner en marcha otro proyecto, pero esta vez más abierto, “más transversal, que incluya más campos como la artesanía o la ecología”. No habrá que perdérselo.
En la agenda cultural carabanchelera siempre hay algún evento de calidad. Destaca su Semana de Cine, un festival considerado como antesala de los Goya y que este pasado invierno llegó a su 40ª edición. Además, el evento incluye un Certamen de Cortometrajes, uno de los más valorados del panorama nacional. El teatro es otra de las disciplinas más vivas del barrio. El telón de Tarambana (Dolores Armengot, 31), una sala de teatro de pequeño formato, se levanta para presentar obras tanto para niños como para adultos.
La historia de este espacio comienza en 1999, cuando la compañía Taramabana se funda para representar su obra infantil Gaia. A partir de ahí los componentes deciden crear, en 2004, una sala homónima que con el tiempo se ha consolidado como un espacio imprescindible en la escena alternativa teatral madrileña. En la sala se realizan, además, muchas actividades como talleres formativos para actores, festivales de cortometrajes o conciertos.
La música es otro de los puntos fuertes del barrio. “Tenemos varios locales de ensayo de varias plantas cada uno”, dice David. “Podría decirse que contamos con el número de músicos y de locales de ensayo más grande de todo Madrid. Hay bandas super potentes ensayando aquí”. El ir y venir de gente cargada con guitarras u otros instrumentos es incesante. El Observatorio (Algorta, 25), por ejemplo, además de tener salas de ensayo en alquiler cuenta con estudio de grabación, tienda especializada y una cafetería donde se respira un ambiente bohemio mientras se contemplan unas espectaculares vistas de la ciudad.
Matilda (Matilde Hernández, 32) es otro espacio de alquiler para grupos y solistas -pronto va a ampliar su oferta con The Dj Box, espacios con todas las comodidades y tecnología para que los djs puedan practicar sin molestar a los vecinos. Tienen una terraza -muy concurrida, por cierto- y un bar donde degustar bocadillos, hamburguesas y raciones variadas. Además, Madreams (Pedro Díez, 28), Círculo Ipanema (Calle del Parque de Eugenia de Montijo, 50) y la destacable Gruta77 (Cuclillo, 6), que además de locales de ensayo cuenta con una sala de conciertos donde se dan cita grupos de la escena underground madrileña del rock local e internacional.
Nos vamos de Carabanchel, pero antes nos han recomendado probar los hojaldres que elaboran en ‘Maison Raôul’ (Pedro Díez, 21), una panadería-pastelería de estilo francés que ofrece desde barras de panes artesanales de trigo, centeno o espelta hasta pizzas, pasando por tartaletas tatin, macarons o los típicos croissants, milhojas y napolitanas. Los sabores y la gran calidad de sus productos sorprenden tanto como este barrio castizo que merece la pena descubrir.