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“Aquí no hay inteligencia artificial que valga”, señala rotundo Luis Vallejo, encargado general del Palacio de La Granja de San Ildefonso, al tiempo que agarra con las dos manos una enorme manivela de hierro que sale del suelo y empieza a darle vueltas. Estamos al borde del estanque que remata la Cascada Nueva, en cuyo centro se alza la Fuente de Andrómeda, cuando del monumental conjunto escultórico empieza a manar el agua.
Los primeros momentos brota tímida, sin apenas despertar la atención, pero a medida que Vallejo gira la gran barra de hierro, los chorros ganan fuerza y rompen el aire. En apenas unos segundos, los surtidores, sus hilos de agua, las salpicaduras, la espuma en que se desmenuza el agua, difuminan las esculturas. Los borbotones siguen en aumento, hasta que el chorro principal se eleva a 30 metros de altura.
Satisfecho, Vallejo exclama “aquí jugamos la Champions, nuestras fuentes están en otra liga; son las mejores del mundo”. No le falta razón al indisimulado orgullo de este enamorado del conjunto de fuentes palaciegas más importante del mundo. Ahora que se celebra el 300 aniversario de su construcción y lucen perfectamente restauradas, es el mejor momento para visitarlas.
Es lo que hizo el pasado 6 de junio el rey Felipe VI, cuando acudió al encendido de la Fuente de Andrómeda, que había permanecido apagada las últimas ocho décadas. Situada a 1209 metros, la fontana más alta de los jardines de La Granja luce esplendorosa. La restauración se ha prolongado tres años en los que se ha acometido la reparación de su conjunto de válvulas, tuberías y surtidores, originales del siglo XVIII.
El flamante encendido de la Fuente de Andrómeda es uno de los eventos programados por Patrimonio Nacional para celebrar el tricentenario del Real Sitio segoviano. Es un conjunto de aperturas de espacios vedados hasta ahora, puesta en funcionamiento de las fuentes y la celebración de diferentes eventos, que hacen imposible evitar la visita al recinto palaciego este verano.
La restauración y puesta en funcionamiento de las fuentes, la apertura de las buhardillas donde estaban las estancias de la servidumbre palaciega y la Torre del Reloj, y la reorganización de la impresionante colección de tapices destacan en la amplia programación, a disposición en la página web de Patrimonio Nacional.
El Palacio de La Granja vive en este tricentenario el tiempo del agua. “Esto es lo que es La Granja: agua y agua como esta”, asegura Vallejo junto a la Fuente de Andrómeda. Por citar algunos datos que ayuden a comprender la magnitud del conjunto de fuentes, surtidores y conducciones, señalar que solo el mecanismo del chorro principal de esta fuente supera 1350 kilos, a los que se añaden los 900 de los surtidores complementarios.
De temática mitológica, como el resto de los hontanares monumentales de los jardines, el grupo escultórico creado por René Fermin representa el rescate de Andrómeda encadenada. Es el momento en que su amante Perseo impide que sea devorada por el monstruo enviado por Poseidón, celoso este de su belleza. Perseo acuchilla al monstruo y le enseña la cabeza de la Medusa, para que se convierta en piedra. “Fijarse en las heridas del dragón”, señala Vallejo. En efecto, los agujeros infligidos por la espada del héroe en el cuerpo de la bestia se transforman en surtidores.
Acto seguido nos desplazamos al mayor orgullo de los jardines: la Fuente de la Fama. Creada por los franceses Demaudré y Pitué, representa a la figura mitológica que cabalga un caballo alado que pisotea a la envidia, la maldad, la ignorancia y la ruindad. A sus pies, cuatro mujeres simbolizan a los ríos Ebro, Duero, Pisuerga y Guadiana. Antes que por todo ello y por la armonía de sus formas, esta fuente destaca por la fuerza de su chorro. Y para demostrarlo, el ingeniero hidráulico responsable da la orden para que arranque sus mecanismos. Antes que por todo ello y por la armonía de sus formas, esta fuente destaca por la fuerza de su chorro. Y para demostrarlo, el ingeniero hidráulico responsable da la orden para que arranque sus mecanismos.
De la cúspide de la fuente surge un chorro de agua que con rapidez inusitada gana altura. Enseguida dobla la altura de las estatuas y al poco, supera la de los grandes árboles que crecen a su alrededor. No para con ello y sigue hacia lo alto.
Los espectadores apuestan por ver si alcanza la línea de cumbres de la Sierra de Guadarrama que cierra el horizonte. Enseguida lo hace y va más allá. Inagotable e impetuoso, el chorro sigue unos metros hasta que la gravedad vence su fuerza y el agua cae hecha borbotones y espuma. “Alcanza 47 metros. No hay otra fuente que logre esa altura. Las de Versalles, a pesar de la fama que tienen, solo alcanzan 12 metros”, explica Vallejo. Y así, la Fuente de la Fama, lleva 300 años.
El agua continuará brotando hasta que una manivela cierre sus mecanismos. “Sería imposible poner en marcha las válvulas de otra manera que no sea así. Esta fuente, igual que todo el sistema hidráulico de los jardines, funciona con las llaves, mecanismos y conducciones originales que se instalaron hace trescientos años, cuando mandó construir los jardines Felipe V”, explica Vallejo. Y para demostrarlo, nos hace descender por una trampilla hasta las galerías que recorren el subsuelo de paseo y parterres. Por ellas se extiende la compleja red de tuberías que llevan el agua a las 27 fuentes de las que presume La Granja.
“Cuando han venido a ver estas instalaciones los ingenieros de Versalles y de otros jardines europeos, no se creían que sean las originales. Ellos las tienen guardadas en un Museo, nosotros las tenemos aquí, en funcionamiento”, relata el orgulloso encargado general del Palacio de La Granja. El secreto es sencillo: están construidas a la manera y con el mismo material con los que hace 300 años se construían los cañones. “Si los cañones aguantaban las balas de plomo sin rajarse, cómo no van a resistir estas cañerías el paso del agua”. De igual manera, las válvulas y llaves que regulan el caudal que surte las fuentes son de hierro fundido. “Las hicieron los artesanos que construyeron las campanas de la Colegiata. Es un sistema único en el mundo”, relata Vallejo.
Una intrincada red de 14 kilómetros de cañerías de hierro fundido, de 500 milímetros de diámetro, que a lo largo de los tres últimos siglos han sido custodiadas y reparadas a mano, como se hacía cuando se instalaron. Y Vallejo nos muestra la manera tradicional, que aquí se continúa usando, de reparar con metal fundido las junturas y codos cuando las cañerías hacían agua.
Los jardines, junto con el Palacio, conforman un conjunto único en el mundo, resultado del capricho de Felipe V. El más afrancesado de los borbones, nieto del rey Luis XIV de Francia, quiso tener en su Corte una copia de los jardines de Versalles. Todo comenzó en 1720, cuando el rey melancólico compró a los monjes jerónimos la granja de San Ildefonso. Amante de la naturaleza del Guadarrama, su deseo fue construir un Real Sitio para retirarse de los ajetreos cortesanos.
Uno de los espacios que acaban de ser abiertos al público es el hoy llamado Patio de la Fuente. Se trata del antiguo claustro en torno al cual se inició la construcción del palacio. De severas formas e íntimas dimensiones, da paso al interior del edificio. Con rapidez inusitada, en 1723, los reyes pudieron instalarse en el flamante palacio, construido bajo diseño de Teodoro Ardemans. Alrededor del edificio, Felipe V puso especial interés en los jardines, encargando su diseño al paisajista francés René Carlier. Dispuso este para las 146 hectáreas las abundantes aguas que regalan los arroyos que descienden de las alturas de Peñalara.
El Museo de Tapices permite ahora adentrarse en las salas donde se exhibe la monumental serie El Apocalipsis, tapices catalogados entre los mejor conservados de la colección de Patrimonio Nacional y que hasta ahora han podido verse en contadas excepciones. Se trata de ocho enormes piezas cuya superficie total alcanza 400 metros cuadrados. “Fueron encargados por Felipe II antes de 1561 a los artesanos de los Países Bajos Wilhem Pannemaker y Jan Gheetels”, explica el conservador Roberto Muñoz.
Destaca en ellos el magnífico estado de la trama y la urdimbre que les dan cuerpo. “Están tejidas con hilos de seda y lana, entorchados con filamentos de plata dorada, lo que hace que brillen cuando se pasa por delante, logrando un efecto con el que el monarca impresionaba a sus visitas”, relata Muñoz. Situado en las dependencias de los infantes y la llamada Casa de Damas, anexo al ala derecha de palacio, el Museo de Tapices alberga lo más granado de la extensa colección de estas piezas que custodia Patrimonio Nacional.
Bajo una luz tenue, que impide la degradación de los colores de los paños, y colgados de paredes ligeramente inclinadas, para evitar que el peso de las telas acabe deformándolas, destacan varias series, aparte de la de El Apocalipsis. Son tantas y de tanto interés, que para contemplarlas al detalle harían falta varias jornadas. Los Honores, formada por nueve tapices y que se mandó tejer en 1520 para conmemorar la coronación de Carlos V, La creación del hombre y Los trabajos de Hércules son algunas de las más reseñables.
Una de las sorpresas que regala el nuevo recorrido del Palacio de La Granja está en los aposentos privados de los monarcas. En uno de los muros cuelga una singular colección de carboncillos. De pequeño tamaño, representan diferentes paisajes y escenas campestres. A simple vista no destacan. Lo hacen cuando se sabe que los pintó Felipe V, gran aficionado a las artes y a la pintura. Como también lo fue la reina Isabel de Farnesio, autora del retrato de su esposo que cuelga junto a los apuntes del soberano.
En estas mismas estancias y hasta el mes de octubre, se puede disfrutar del espectáculo Atardecer en Palacio, que permite a los visitantes contemplar las vistas de los jardines que disfrutaban los monarcas desde el balcón principal de su dormitorio a la caída de la tarde.
Por primera vez se ha habilitado la visita a las dos últimas plantas del palacio, clausurada hasta ahora. Aquí estaban las estancias, por llamarlas de algún modo, de los sirvientes del Real Sitio. “Entre los sirvientes también había distintas clases. Había algunos con importancia, mientras que otros se ocupaban de las tareas más bajas y, de acuerdo a esas categorías, así eran sus alojamientos”, explica Virginia Albarrán, conservadora de Patrimonio Nacional.
Los de rango más alto disponían de mayor y mejor espacio; algo así como pequeños apartamentos con cocinas, nichos dormitorio y un sencillo mobiliario. Los últimos criados dormían en diminutos chiscones abuhardillados, donde solo tenían un jergón de paja tirado en el suelo. Vida austera de trabajo a tiempo completo, por la que solo recibían tan humilde techo y los últimos sobrantes de la comida de palacio. Absoluto contraste con el lujo, dispendio y boato de los inquilinos de las dos primeras plantas.
En estas alturas también se visita la Torre del Reloj. Fabricada por Thomas Hatton, relojero oficial de Felipe V, la enorme maquinaria del ingenio lleva en funcionamiento tres siglos. Este artesano también construyó el reloj de sol que también puede verse encastrado en una de las balaustradas de los balcones que abren al Patio de la Herradura.
Siempre que las reservas de agua lo permitan –algo que parece seguro, dada las abundantes precipitaciones de las semanas pasadas– se realizarán más de cincuenta espectáculos en las diferentes fuentes. Estas se activan tres veces por semana, pudiendo contemplarse con dos recorridos diferenciados.
Aparte de ello, están previstos varios espectáculos extraordinarios; los próximos se celebrarán la festividad de Santiago Apóstol, el 25 de julio y el día de San Luis, el 25 de agosto. Todos los sábados de julio y agosto, tendrá lugar a las 22 horas un espectáculo de encendido nocturno en la Fuente de los Baños de Diana.
La entrada básica al recinto es nueve euros. El acceso a los jardines es gratuito miércoles y domingos de 15:00 a 19:00 horas. Para contemplar las fuentes en funcionamiento la entrada tiene un coste de cinco euros, excepto el espectáculo del día de San Luis, patrón del Real Sitio de La Granja, que es gratuito.
PALACIO REAL DE LA GRANJA DE SAN ILDEFONSO: Plaza de España, 15, Real Sitio de San Ildefonso (Segovia). Tel. 921 47 00 19.