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Desde que leyéramos ‘Los peligros de fumar en la cama’, Mariana Enríquez se ha convertido en heredera de la mejor y más leída literatura de terror, y sin duda una de nuestras preferidas. En este volumen de cuentos ya está todo el universo propio de Mariana Enríquez, donde lo terrorífico y siniestro se cruza de forma inesperada en lo cotidiano, donde la pesadilla llega irremediablemente a las páginas de sus libros para quedarse instaurada en nuestras cabezas mediante imágenes difíciles de olvidar. Mariana Enríquez es capaz de utilizar temas y modos del relato clásico de terror, pero dotándolo de una peculiaridad y voz propia, ya sean edificios abandonados o encantados, asesinos en serie, magia negra, huesos desenterrados en un jardín…
Sin embargo, quizá su cumbre, acaso por extensión, sea la turbadora Nuestra parte de noche, donde la historia y lo político (desde la represión de la dictadura militar, la llegada incierta de la democracia o los primeros brotes del sida en Buenos Aires) se trenzan con lo más oscuro, perverso y terrorífico: un padre y un hijo atraviesan esa Argentina desde Buenos Aires a Iguazú, pasando controles militares, con el objetivo de que el hijo cumpla el destino heredado de convertirse en médium de la Orden, una sociedad secreta que contacta con la Oscuridad en busca de la vida eterna. En el menú: atroces rituales que incluyen sacrificios humanos, visiones terroríficas, liturgias sexuales… En fin, una novela de terror imprescindible para no pegar ojo.
Cuando Mariana Enríquez fue “Librera por un día” en ‘Tipos Infames’, recomendó durante unas pocas horas algunas de sus lecturas preferidas, tanto recientes como de siempre, y apareció indudablemente el nombre de Pilar Pedraza. Pedraza es una imprescindible y maestra del género de novelas de terror que en los 13 relatos de ‘Arcano 13’ explora la muerte (no en vano la Muerte es el decimotercer arcano mayor del Tarot).
Pues bien, leer estos cuentos es beberse un oscuro combinado de fantasía macabra y terror gótico que a quien se le suba a la cabeza tendrá la terrorífica fortuna de ver mujeres pantera, vampiros, monstruos de laboratorio, brujas… y una línea de puntos donde poder firmar y poner en venta su alma al diablo.
Esta tercera novela de la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda es realmente interesante, tanto desde el punto de vista literario como para disfrutar de horas de sobrecogedora lectura: un magnífico e inquietante thriller, lírico por momentos, y que plantea un giro perverso para una inquietante novela de colegio de élite.
Fernanda despierta en una cabaña en medio del bosque, maniatada por su profesora de Lengua y Literatura. Un inicio propio de las creepypastas que les obsesionan a ella y a sus amigas del colegio, puro terror en pequeñas historias compartidas en internet donde la frontera entre realidad y ficción es muy borrosa.
Aquí volvemos al recurrente espacio del edificio abandonado, aunque en este caso esté “regentado” por un cocodrilo; asistiremos a desafíos entre amigas que se irán tornando cada vez más perversos, disfrutando con placer culpable de la crueldad humana, y seremos conducidos al horror llevados de la mano por el deseo y la belleza hasta conocer el verdadero color del miedo. Pero bajo este terrorífico argumento subyacen inquietudes como las relaciones entre madres e hijas, entre amigas, profesoras y alumnas… porque todo lo que sondea Ojeda en esta novela lleva dentro un inquietante aire perverso, pero sobre todo gran literatura.
Isaac Rosa es uno de los grandes exploradores del miedo cotidiano, pero elegimos esta novela porque a lo largo de sus 300 páginas nos hace una visita guiada a ese país de nombre “miedo”, que es en el que vivimos a lo largo del año.
Sara empieza a darse cuenta que le faltan regularmente algunos billetes pequeños de su cartera y empieza a mirar de forma distinta a la chica extranjera que dos días a la semana limpia en su casa. A Carlos, en medio de su rutina diaria, un pequeño ruido puede hacerle revivir su recurrente pesadilla con múltiples variantes: la más resumida, alguien entra en casa poniendo en peligro la integridad de él y su familia.
Esta novela es una auténtica pesadilla de la razón, donde los miedos de clase y los fisiológicos vienen alimentados por tópicos de aceptación masiva, donde la inseguridad se expresa en frases repetidas en medios de comunicación y la seguridad privada explota el negocio del miedo como la mejor maestra del género de terror posible.
Una obra que nos hace pensar: quizá las mejores frases para pasar miedo se han dicho de forma azarosa en una conversación de ascensor a raíz de algo sucedido en un bloque de pisos del vecindario, o la hemos escuchado en algún anuncio de la tele.
Un libro de relatos impactante desde el título y la portada de la edición de Atalanta, en la que unos hombres parecen tomar decisiones tras máscaras de gas. Leer a Liudmila Petrushévskaia tiene algo de pesadilla de Poe con la precisión de su compatriota Chéjov para contar la vida cotidiana de gente corriente, a la que lo extraño e insólito parece atravesar de forma inesperada.
Hay terror en el soldado que habla en sueños con su esposa recientemente fallecida, o en la muchacha sin memoria que es recogida por un oscuro camionero y su acompañante encapuchado. Pero también fantasía a raudales en otros textos, como en el que una mujer enorme que descansa sobre dos camas por las noches se convierte en dos preciosas bailarinas que recorrerán su casa. Una autora a descubrir, para que (ojalá) se publiquen más de sus libros.
De Shirley Jackson podríamos elegir para esta lista sus relatos la magnífica novela ‘Siempre hemos vivido en el castillo’, pero es que leer ‘La maldición de Hill House’ (Minúscula) es meterse dentro de una auténtica película de miedo, como las que veíamos siendo jóvenes (y seguimos viendo) con los ojos a medio tapar. De hecho, que conozcamos hay dos adaptaciones al cine y una serie de televisión.
Esta novela ocupa un lugar de honor tanto entre las lecturas de terror psicológico como entre las del subgénero de las casas encantadas. Al viejo caserón de Hill House llegan cuatro personajes reclutados por uno de ellos, el profesor Montague, para realizar un experimento. Os esperan momentos realmente terroríficos… y cualquier pequeño ruido en casa os hará dar un respingo en medio de su lectura.
Dos hermanas muy unidas, tan distintas entre sí que se complementan a la perfección. Julio, la más introvertida e ingenua, se convierte en el blanco fácil para las chicas malas del instituto, pero su hermana, Septiembre, no duda en ponerse frente a ellas, defenderla y hacer lo que sea necesario...
Ese momento, un suceso macabro en el pasado y que se esboza de manera sutil, es el que les conduce al inicio de la novela a mudarse junto a su madre a una opresiva casa familiar. Ese acontecimiento que desencadena el resto de la novela, y que se cuenta pero no se cuenta, es la pieza clave de la historia; a partir de ahí el horror adquiere un nuevo significado.
Leyéndola es fácil pensar en las novelas de Shirley Jackson, que entren ganas de releer algo de Stephen King… pero Daisy Johnson se demuestra en todo momento como una maestra a la hora de perturbar y mantener en suspense al lector, empleando elipsis y racionando la información como quien sabe la dosis justa de veneno necesaria para mantenernos alerta, sin que la dosis sea mortal.
Lo más terrorífico de este relato, aparte de sus grotescas descripciones, es que esta condesa fue un personaje real. Pizarnik se basó en la información recopilada por la escritora Valentin Penrose para su libro sobre Isabel Báthory, la condesa húngara nacida a mediados del siglo XVI y conocida por haber cometido más de 630 asesinatos motivados por su búsqueda de la belleza.
La poeta argentina se detendrá a describir algunos métodos de tortura donde no se escatima en sangre, para realizar un retrato de este oscuro personaje y la siniestra crónica, desde los rumores de lo que está sucediendo en el castillo hasta las evidencias que terminarán con el castigo de la condesa. Los baños de sangre de esta dama darían para preparar unos bloody marys muy especiales con ocasión de celebrar este Halloween.
Sí, más sangre… pero ahora la encargada de la transfusión es otra autora excepcional: Angela Carter, capaz de tomar temas e historias clásicas para escribir textos muy personales e inquietantes, un ejercicio literario de deconstrucción de la tradición occidental para poner el foco de atención en otros aspectos y desde otra mirada.
‘La cámara sangrienta’ son diez relatos que retoman historias de los cuentos de hadas reescritos con una combinación perfecta de varios ingredientes: sensualidad y crueldad, psicoanálisis, Perrault (incluida una Caperucita con cuchillo en su famosa cesta), pensamiento feminista, elementos sobrenaturales, vampiros… Las ilustraciones de Alejandra Acosta reflejan a la perfección lo angustioso y maravilloso, la violencia y lo sexual que afloran en los textos de Carter.
Y, por último, un libro que no debería faltar en la biblioteca de cualquier lector interesado en el miedo, el terror, y en particular tenga interés en esta figura que ha cautivado nuestra imaginación desde hace siglos: el vampiro. Esta antología nos propone un recorrido por todos los modelos literarios de vampiros a lo largo de los siglos XIX y XX.
Tieck, Polidori, Hoffmann, Poe, Baudelaire, Le Fanu, Stoker (por supuesto), Matheson o Aickman son algunos de los autores que en este tiempo han tratado de retratar la terrorífica belleza de este personaje imprescindible en nuestro imaginario colectivo. ¿Y tú? ¿Te atreves con estos libros de terror perfectos para una noche de Halloween terrorífica?