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Oncala se llena de acebo en Navidad. Foto: Raquel Soria

Feria del Acebo de Oncala (Soria)

Sobredosis de acebo

Actualizado: 06/12/2016

Hay un lugar en Soria que guarda un tesoro capaz de transmitir el espíritu prenavideño, comparable al primer mordisco de turrón, es "El Acebal de Garagüeta", la planta mágica de los druidas. El más grande de la Europa meridional. En Oncala, el pueblo "dueño" de tal joya, se celebra estos días la Feria del Acebo.
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Pocos saben que Soria esconde la extensión de acebo más amplia de Europa meridional (406 Has.): el Acebal de Garagüeta, declarado Reserva Natural en 2006, una de las pocas masas puras de acebo que quedan en toda la Península Ibérica. “El rey Acebo” ataviado de rojo y verde, destaca en el yermo monte invernal, y aunque solo es un arbusto o pequeño árbol, en esta zona podemos encontrar ejemplares centenarios de más de ocho metros de altura. El acebo, ancestralmente sagrado para los celtas, es en la tradición católica sinónimo de la Navidad.

Para visitar el acebal de Garagüeta lo más recomendable es coger la N-111 dirección Logroño y dirigirnos a Arévalo de la Sierra. En el centro de esta localidad, muy cerca del Ayuntamiento, encontramos la Casa del Parque del acebal de Garagüeta, un centro de interpretación para que el visitante conozca todos los secretos del acebo, el pueblo de Garagüeta y su entorno. Encontrar el camino al acebal es fácil, ya que está muy bien señalizado.

Atardecer en el acebal de Oncola. Foto: César Sanz.
Atardecer en el acebal de Oncola. Foto: César Sanz.

A menos de 13 kilómetros, con una extensión mucho menor pero de igual belleza, se encuentra el Acebal de Oncala, un pequeño pueblo enclavado entre la Sierra de Alba y la Sierra de San Miguel, que conserva el encanto de los pueblos de piedra sorianos. Sus vecinos no sólo protegen y mantienen el acebal, también le dedican, desde hace casi una década, una feria en el puente de la Constitución (este año se celebrará durante los días 8,9 y 10 de diciembre).

Es la Feria del Acebo de Oncala la que da el pistoletazo de salida a la Navidad más tradicional. Las calles del pueblo entero lucen engalanadas con guirnaldas y coronas hechas de acebo y alrededor de una decena de puestos ponen a la venta todo tipo de arreglos naturales elaborados con este arbusto, además de belenes, decoración navideña, dulces y productos típicos de la zona, donde destaca el queso puro de oveja, una delicia para los más queseros. Ni rastro de Papá Noel.

La feria ofrece diversas actividades pensadas para un público familiar: rutas guiadas al acebal de Oncala, donde expertos de la zona descubren los secretos de este bosque que ha llegado a dar cobijo hasta a 1.500 cabezas de ganado; talleres para aprender a crear centros naturales con acebo o elaborar turrón, y una pista de patinaje para que las familias se diviertan. Los adultos podrán alegrar el alma y templar el cuerpo probando el ponche navideño, que tiene allí nombres tan insólitos como potorro, perolo o tinara.

Oncala también es conocido por su famoso belén viviente. El último día de feria, el sábado por la tarde, las casas se abren para mostrar escenas que representan oficios tradicionales (costureras, leñadores, panaderos, ganaderos y pastores...), donde no faltan los animales para divertimento de los más pequeños. La Virgen y San José se pasean en burro por las calles hasta llegar al pesebre, donde más tarde, ya nacido Jesús, van recibiendo ofrendas y, por supuesto, la visita de los Reyes Magos. La estampa no puede ser más navideña, con pastores de los de verdad. La muestra culmina con una taza de chocolate caliente para los visitantes, que el año pasado fueron más de 1.000.

Las ovejas campan a sus anchas en el Museo de Pastores. Foto: Museo de Pastores.
Las ovejas campan a sus anchas en el Museo de Pastores. Foto: Museo de Pastores.

Pero Oncala no es solo acebo y estampas navideñas. Este pequeño pueblo a las orillas del río Linares ofrece a sus visitantes tesoros sorprendentes. La Iglesia de San Millán guarda en su interior el que sin duda es el mayor tesoro artístico de toda la comarca, diez tapices flamencos confeccionados entre 1630 y 1665, ocho de los cuales están tejidos sobre cartones de Rubens. El Museo de pastores, en la antigua casa de la maestra, es una buena muestra de la vida de los pastores trashumantes. Los niños se quedarán con la boca abierta cuando descubran que estas gentes cruzaban media España andando con sus ovejas dos veces al año.

Un viaje invernal en familia por una tierra repleta de historia en busca de una Navidad que creíamos perdida.

Torreznos, un bocado irresistible. Foto: Shutterstock.
Torreznos, un bocado irresistible. Foto: Shutterstock.

Dónde comer

La zona es un paraíso para los amantes de la buena comida tradicional, con profusión de platos que reflejan su pasado pastoril, siendo el cordero, cómo no, el rey de la mesa. Los platos más típicos son el cordero en caldereta, las migas con chorizo o sus famosos torreznos. También es buena zona para degustar todo tipo de preparaciones con boletus, especialmente la crema y las croquetas. A menos de media hora en coche de Oncala, los dos sitios más recomendables según los lugareños son Los Cerezos, en Yanguas, un centro de turismo rural que puede servir como base de operaciones para una visita por la zona. Y el restaurante Villa de la Peña, en Bretún, especializado en sopa de ajo, migas de pastor, cocidos de puchero y carnes a la brasa.

En estas fechas, nada más entrar en un bar de los alrededores es típico pedir un caldo para entrar en calor, por eso encontraremos carteles en casi todos los establecimientos con el mensaje “Hay caldo”. Una costumbre encantadora (y necesaria dadas las bajas temperaturas) que no hay que dejar pasar.