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El intenso frío ya ha llegado a la Sierra de la Culebra, al noroeste de Zamora, una reserva natural protegida que alberga la mayor densidad de población de lobo ibérico de toda la Península Ibérica y de Europa. Allí, en la localidad de Robledo de Sanabria, se encuentra el Centro del Lobo Ibérico de Félix Rodriguez de la Fuente que ofrece la oportunidad de ver de cerca a este inteligente animal que, desde septiembre de 2021, ya no es considerado una especie cinegética, frenando así su caza al norte del río Duero.
"Se calcula que en España hay entre 2500 y 3000 lobos", cuenta Jesús Palacios, director del centro. "Los científicos cuantifican los lobos por manadas. El último censo de 2014 era de 297 manadas, 179 están en Castilla y León, y 11 en la Sierra de la Culebra, una cifra importante teniendo en cuenta el espacio que es. El resto de lobos hasta llegar al 95% se distribuyen entre Asturias, Cantabria y Galicia", detalla.
La visita arranca en la entrada del centro, donde una serie de paneles informativos explican datos sobre su biología, hábitat y costumbres, además de varias salas en las que se exponen desde pieles o cráneos, a varios objetos utilizados en la investigación de la especie. Es un buen lugar para dar respuesta a una de las preguntas que más se hacen los niños: ¿Son el lobo y el perro la misma especie? "No. Ambos pertenecen a la misma familia, pero son diferentes especies. El lobo es Canis Lupus y el perro Canis Familiaris", explica Tomás Yanes, uno de los cuatro miembros del equipo de manejo que, junto Silvia, Carlos y Esther, cuidan los 365 días del año de las manadas que viven en este refugio de 20 hectáreas. Sólo ellos pueden entrar en los recintos e interactuar con los lobos, siendo el invierno una de las épocas en la que los animales están más activos, además de lucir un pelaje más espeso y llamativo, con sus bellos colores grisáceos, mezclados con ocres.
Tomás reúne en círculo a su grupo y enciende un monitor ante la mirada curiosa de sus espectadores. Llega un momento muy especial: las imágenes del nacimiento de la última camada de lobos, ocurrida el 14 de mayo de 2020 tras 62 días de gestación. Todos permanecen en silencio, pendientes de la pantalla, viendo cómo la sabia naturaleza juega su papel más emocionante: dar vida. Jara, acurrucada en una lobera, dió a luz sóla a sus tres cachorros -Luna, Niebla y Félix- que en esta época ya cumplen año y medio. "Fue un momento muy emocionante", recuerda Tomás, que estuvo presente. Y apunta: "los lobos siempre nacen con pelaje negro y durante su primer año de vida, tienen un 50% de mortalidad". Afortunadamente aquí sobrevivieron los tres lobeznos.
"Jara es la única loba que no nació en cautividad". Lo cuenta Silvia Martín, del equipo de manejo y una de las veterinarias del centro. "La recogió una familia del campo siendo un cachorro de pocos días. A los 3 meses se dieron cuenta de que no era un perro y la dejaron en un cajón en el Centro de Recepción de Animales Salvajes de Villaralbo, con una nota anónima. Después llegó aquí donde ha formado su propia familia junto a Sauron -de 10 años- que nació en el Parque de la Naturaleza de 'Sendaviva' en Arguedas (Navarra), antes de llegar a Robledo.
"Ninguno de ellos podría sobrevivir ahora en libertad. No estarían preparados. Su esperanza de vida en estado salvaje es de 7 años. Aquí ya hay 6 animales que superan los 8 años, gracias a un programa sanitario diseñado para ellos que merma la mortalidad natural. Nuestro objetivo, que alcancen los 14-15 años", explica esta zamorana.
Llega el plato fuerte de la visita y lo más esperado para los niños: ver a los animales de cerca. Unas pasarelas de madera conducen hasta el primer observatorio, llamado el Tenadón. Aquí el silencio es primordial para que los lobos puedan coger confianza y acercarse. Escondidos entre robles y pinos, la primera manada mira con cautela a su público. Los más pequeños se aupan y cogen los prismáticos, nerviosos, atentos a cada movimiento tras los árboles.
Para animar la cosa, Silvia entra en acción. Se dirige al recinto cargada de pedazos de pollo y ternera. Dakota -de 9 años- es la primera en salir de su escondite, el resto van detrás atraídos por el olor del manjar que les espera. Reciben alegres a su cuidadora, a la que consideran una más de la manada. Cada lobo tiene un comportamiento y un carácter diferente. De los cuatro hermanos nacidos en 2019, Llagu se acerca sin vacilaciones "de cachorro tuvimos que hacerle una curas diarias por una herida, y eso aceleró su socialización con los humanos". "Mancha siempre coge la comida de mi mano, Sanabria lo hace, pero no siempre y Tera nunca, hay que lanzarle la carne". Por otro lado está Robledo -hijo de Dakota-, que cojea por "una luxación lateral de rótula que tuvo al nacer".
Silvia aprovecha la atención de los visitantes para explicar cómo los lobos son animales muy inteligentes y sociables regidos por una fuerte jerarquía. "En todas las manadas hay un macho y una hembra alfa. Sólo ellos se reproducen", remarca. En este caso, Dakota, fácilmente reconocible por tener el pelaje de las patas más claro, es la hembra dominante por ser la de mayor edad. Entre los machos, Llagu es el alfa, no por edad, sino por fortaleza física. "Al ser animales muy territoriales, nunca mezclamos manadas para evitar conflictos o trifulcas, como ocurre con Clarita y Dakota. Vamos cambiándoles de zonas para que se puedan mover y para que vivan lo más cómodos posible dentro de que están en cautividad".
Los niños se resisten a irse. Tienen a los lobos a pocos metros de distancia y están hipnotizados con cada uno de sus movimientos. Pero la visita tiene que continuar, y el segundo observatorio, El Peñedo, algo más elevado, permite seguir disfrutando del resto de la familia lobezna. "Los machos son más grandes que las hembras", cuenta Tomás. "Pueden llegar a pesar 10 kilos más: mientras un macho pesa unos 43 kilos, la hembra ronda los 34", pone como ejemplo este zamorano que recuerda la importante labor divulgativa que se desarrolla en el centro, donde también trabaja el biólogo Carlos Sanz, que formó parte del rodaje de series como 'El Hombre y la Tierra' junto al naturista Félix Rodríguez de la Fuente.
De vuelta al centro, merece la pena parar en el corral de lobos, "una enorme trampa de piedra que se utilizaba para cazar a estos mamíferos aprovechando la pendiente del terreno para que el animal pudiera entrar en el recinto, pero no salir", cuenta Tomás. Y es que a los lobos, hasta finales de los años 60, eran considerados alimañas y eran cazados hasta tal punto que la especie estuvo casi al borde de la extinción. Fue en 1970 cuando la Ley de Caza los consideró por primera vez una pieza de caza mayor, frenando su captura incontrolada. "Si el lobo existe hoy en la Península Ibérica es gracias a la labor de Félix Rodríguez de la Fuente", recalca Tomás, y "nosotros queremos seguir con su trabajo, demostrando que el lobo es un bellísimo animal y que no siempre es el malo de los cuentos".