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Subida al monte Anboto. En la cima

Ascenso al monte Anboto (Parque Natural de Urkiola, Bizkaia)

Conquista (a cuatro patas) de una mágica montaña de leyenda

20/10/2024 –

Actualizado: 12/12/2022

La perrita Mari juega en casa durante el ascenso al monte Anboto. El Parque Natural de Urkiola es uno de los lugares a los que más suele ir a corretear. Estamos sin duda en el reino de la roca caliza de Euskadi: 6.000 hectáreas que hacen de frontera natural entre las cuencas hidrográficas del Cantábrico y del Mediterráneo.
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El parque natural en el que nos encontramos toma su nombre del Santuario de Urkiola, un templo inacabado -y eso que comenzó a construirse en 1899-. Es lugar de peregrinación de fieles y de los amantes de los animales, que cada 13 de junio en San Antonio acuden en masa a pedir salud para sus mascotas. Así que, cuando hagáis la ruta, ya sabéis, toca pedir por los de cuatro patas. Una curiosidad: las gotas de lluvia separan su camino en el mismísimo tejado del templo religioso. Está construido sobre la divisoria de aguas, así que, dependiendo si caen a la derecha o a la izquierda del tejado, esas gotas irán a encontrarse con el mar Cantábrico o con el Mediterráneo.

Subida al monte Anboto santuario
La ruta comienza en el inacabado Santuario de Urkiola.

El santuario es el punto de inicio para coronar nuestro objetivo de este mes, el monte Anboto, una pirámide casi perfecta de 1.331 metros. Morada de la bruja Mari -sí, de ahí le viene el nombre a la perrita- y lugar de akelarres de brujas y de juicios de la Inquisición durante el siglo XVI, Urkiola es uno de los lugares en los que el bosque autóctono ha sabido hacer frente a la sobreexplotación de algunas zonas cercanas al parque.

Subida al monte Anboto entorno
El entorno del Parque Natural de Urkiola es de los más hermosos de Euskadi.

La ruta no tiene pérdida, puede ser circular o lineal. Nuestro recorrido será circular, pero lo dicho, se puede ir y volver por el mismo camino. La distancia es similar. En poco más de cuatro horas y tras caminar once kilómetros y 700 metros de desnivel positivo estaremos de vuelta en el punto de salida.

Una biodiversidad que fascina

Las indicaciones nos van a acompañar durante toda la ruta. Tras pasar junto a Mari un paso canadiense por el lado izquierdo, nos adentramos en una pista de tres kilómetros de longitud. Apenas ganamos altura y el paseo se hace agradable. Caminamos dejando a la derecha un pinar que, en su parte baja, se funde con los hayedos cercanos al pueblo de Otxandio.

Subida al monte Anboto mares de nubes
Es habitual que se formen mares de nubes entre las cumbres.

Tenemos un par de abrevaderos que casi siempre suelen tener agua. En otoño el agua fluye junto al camino y se hacen pequeños riachuelos. Como os podéis imaginar, Mari y seguro que vuestras mascotas hacen lo mismo… preferirán ir chapoteando por los pequeños riachuelos que bajan de la zona alta de la montaña.

La riqueza del parque es incalculable. Si trasnochamos un poco y nos fijamos bien, seguro que nos cruzamos con algún cárabo, una especie de búho que habita en los árboles del parque. Si lo de salir de noche da pereza, siempre podemos encontrarnos a primera hora con el sonido de algún pájaro carpintero. Tampoco será extraño cruzarnos con algún jabalí o corzo.

Subida al monte Anboto abrevadero
Un abrevadero para refrescarse.
Subida al monte Anboto fuente Pol Pol
El color rojizo del suelo vaticina el sabor metálico de la fuente Pol Pol.

Pero yo me quedo, sin duda, con los árboles. Destacan sobre todo los hayedos, los que están vírgenes de la mano humana y los trasmochos, es decir, modificados por la mano humana para alterar su forma normal y aprovechar más la preciada madera que dan. En toda la zona vais a poder ver que hay dos tipos de hayedos, los que nacen sobre las rocas -en la última parte de la subida os van a acompañar- y los que crecen sobre sustratos silíceos.

Subida al monte Anboto bosque
La gran masa forestal es uno de los grandes atractivos de esta ruta.

En poco más de tres kilómetros llegamos al final de la pista, que nos deja ya en el último tramo de nuestra ruta. La parada es obligatoria no solo para observar todo el cordal que va desde la ermita de Larrano hasta Anboto,también para ir a refrescarnos a la fuente de Pol Pol, un manantial de tres caños que hasta en las épocas más secas suele tener agua.

El nombre de la fuente viene del sonido que hace el agua al caer sobre el suelo. El sabor del agua llama la atención, pero también su color. El anaranjado del suelo sobre el que fluye el agua ya nos avisa de la experiencia para nuestras papilas gustativas. El agua sabe a hierro. Es potable y nos calmará la sed, pero no conviene hincharse bebiendo.

Vistas de postal a cada lado

En la fuente empieza la parte final de la subida. En apenas cinco minutos nos plantamos en el collado de Pagozelai. Desde aquí tenemos la gran pirámide sobre nuestras cabezas: es un tramo de apenas un kilómetro en el que ascenderemos de forma vertiginosa más de 300 metros de desnivel. Aquí se le puede quitar la correa a nuestra mascota. En otoño e invierno el ganado pasa el frío en zonas más bajas. En primavera y verano, la parte final de la subida es territorio de las cabras azpigorri, una variedad de la cabra pirenaica que es criada tanto para leche como para carne.

Subida al monte Anboto precima
Antes de llegar a la cima el terreno se vuelve bastante más abrupto.

Hay varios caminos marcados con hitos. En el caso de que nos liemos con tanta marca de piedra amontonada, podemos seguir también las rocas señaladas con pintura roja. Poco a poco vamos ganando altura mientras cruzamos un precioso hayedo que nos dejará en la parte final de la subida. La vista se abre y ya podemos contemplar el valle de Otxandio a nuestros pies, recorremos un camino entre rocas por los que los perros no tienen problemas en avanzar y nos plantamos en la antecima.

Subida al monte Anboto perro en precima
Apenas quedan unos metros de ascenso.

Este punto suele ser lugar de reunión antes de afrontar la última cresta. Si la roca está mojada, hay niebla o si se tiene algo de vértigo, es un buen lugar para finalizar la marcha. No pasa nada, estamos a apenas 50 metros de la cima, pero puedes contemplar las vistas. Por un lado, todo el Duranguesado y el mar Cantábrico. Por el otro, los valles alaveses que llegan casi hasta la capital, Vitoria-Gasteiz. Mari ya ve la cima y tiene prisa por llegar a un lugar que le es ya muy familiar.

Subida al monte Anboto. En la cima
Solo estamos a 1.331 m de altura, pero en esa cima te sientes infinito.

Nosotros seguimos hasta la cima. Vuelvo a atar a Mari para afrontar los últimos metros de ascensión. La cresta tiene una pequeña trepadita que, con la roca seca, se pasa bien. Los agarres son muy buenos y, paso a paso, vamos ascendiendo el tramo más complicado. Son apenas 50 metros en los que, con atención, no tendremos problema en llegar hasta una zona más herbosa, que ya nos dejará junto al hacha que corona Anboto. El esfuerzo merece la pena y esta vez tenemos regalo, un mar de nubes nos acompaña durante la media hora que estamos en la cumbre. Solo estamos a 1.331 m de altura, pero en esa cima te sientes infinito.

Una bajada distinta

El descenso lo hacemos por el mismo lugar. Lo mejor es bajar con nuestra mascota atada y soltarla una vez acabamos la cresta. Desde ahí hasta que salimos de nuevo al camino normal puede ir suelta y lo agradece. La hojarasca es un buen lugar para hacer la croqueta y jugar con los palos.

Subida al monte Anboto perra y hiojarasca
Ningún cánido se resiste a hacer la croqueta sobre la hojarasca.

Una vez en la pista solo tenemos que volver por nuestros pasos. Como os decía al principio, lo mejor es hacer el recorrido de forma circular y regresar por el monte Urkiolamendi, una loma herbosa que se eleva hasta los 1.000 metros de altura y que nos permite observar las otras moles calizas del parque. Mugarra, Untzillaitz o Alluitz están muy presentes. Merece la pena. El desvío lo realizamos junto a un poste de señalización de rutas, nos salimos de la pista y cruzamos una valla que nos queda a la derecha.

Subida al monte Anboto cima

El mar de nubes nos acompaña en parte del camino.

La vuelta por el camino de Urkiolamendi es totalmente diferente a la de la pista por la que hemos hecho la ida. El último kilómetro y medio lo hacemos pisando hierba de la que dan ganas de comerse a bocados. La subida es muy tendida y se hace muy amena. En otoño solo quedan caballos pottokas. A ellos el invierno hasta les gusta, su pelaje les protege del frío y es habitual verles por los pastos que rodean al santuario. Desde la cima de Urkiolamendi ya solo nos queda bajar hasta el parking en el que hemos dejado el coche. Toca descansar, ¡Un placer!

Subida al monte Anboto pista
La pista facilita el paso tanto de humanos como de mascotas.