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“Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra…” proclama la salve Cartagenera, inyectando un escalofrío en la muchedumbre que se arremolina y canta ante los pasos de las procesiones de Semana Santa. Muy marciales y silenciosas todas ellas, la noche del Viernes Santo regala a la vista un espectáculo de belleza y color en el encuentro entre Jesús Nazareno y la Virgen Dolorosa: flores rojas rodean la cruz; manto rojo y blancas luces se paran ante el resplandor amoroso del paso de la Virgen, un contraste de verde, rosa y blanco con el fastuoso y larguísimo manto negro que lleva la madre de Jesús. El contraste se repite en la indumentaria de los cofrades, morada en los que llevan a Cristo y blanca en los que portan a la Virgen. Una semana antes, el Santísimo Cristo del Socorro, paso con la cruz inclinada y dos largas sogas tiradas por cofrades, impresiona y sorprende en el comienzo de esta Pascua declarada de interés turístico internacional. Tambores, hipnótico movimiento y la luz de los faroles o cartelas que se mezclan con el desfilar de los piquetes de Infantería de Marina y del Ejército de Tierra. “…a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas…” sigue la Salve en el dolor de la noche.    

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