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Quizás, a priori, pase inadvertido. Tal vez, el constante ir y venir de locales y foráneos que pasean a todas horas por la que es, sin duda, una de las vías más transitadas de Granada, provoque que caminemos más concentrados en el trayecto, que en los edificios que nos rodean. Sin embargo, solo necesitaremos levantar un poquito la vista para descubrirlo: en el número 14 de la avenida Gran Vía de Colón de Granada se alza, desde comienzos del siglo XX, una esbelta construcción de corte modernista. Un histórico enclave hoy transformado en el 'Palacio Gran Vía de Granada', un hotel 5 estrellas que desde hace poco más de un año constituye un emblema más de la ciudad.
“El edificio era la antigua Banca Rodríguez Acosta, un edifico de 1905 que ocupa el solar donde antes se hallaba el Palacio de Cetti Meriem o Casa de los Infantes, que es un palacio árabe del siglo XV”. Quien nos habla es Daniel Alende, subdirector del hotel. Un granaíno de adopción al que su tímido acento gallego delata los orígenes, pero que se declara un profundo enamorado del proyecto en el que se halla inmerso desde que empezó a gestarse, allá por 2018.
Es por eso mismo que conoce cada detalle de su historia: “El palacio estuvo en pie muchos siglos, pero acabó por abandonarse y se derruyó. Cuando hicieron la Gran Vía a principios del siglo XX tiraron varios palacios para hacer la calle recta y uno de ellos fue el Palacio de Cetti Meriem”, añade. Fue entonces cuando tomó protagonismo esa familia cuyos apellidos ya empiezan a resultarnos familiares.
Los Rodríguez Acosta se hicieron con el espacio y levantaron en su lugar un moderno y majestuoso edificio cuyo proyecto cayó en manos de Juan Montserrat Vergués, arquitecto de la época. La planta baja fue utilizada para ubicar el banco, mientras que en la primera planta situaron el domicilio familiar. Las zonas superiores fueron para el servicio, y el sótano se aprovechó para instalar calderas y almacenes. El 14 de Gran Vía inició entonces una nueva etapa llena de gloria que incluso hoy, más de un siglo más tarde, aún puede palparse en el ambiente.
Aprovechamos para hacer check-in y la curiosidad no nos permite dejar de mirar hacia todos los rincones. Para empezar, ofrecen unas toallitas húmedas que nos refrescan al instante. Sentadas junto a Irene, conserje del hotel y especialista en hacer realidad los deseos de los huéspedes, nos dejamos mimar con un rico café mientras rellenamos los formularios pertinentes. ¿Lo siguiente? Un detalle que nos conquista al segundo: disponen ante nosotros tres esencias tradicionales de Granada -agua de narciso, agua de jazmín y agua de neroli- para que escojamos la que más nos convence. Durante toda nuestra estancia, la habitación que nos asignen olerá de esa manera.
Pero los estímulos en el 'Palacio Gran Vía' no son cualquier cosa, y es que cada estancia, cada rincón del hotel, posee algo especial que contar. Aunque ya hace mucho de aquellos tiempos en los que los granadinos venían hasta aquí para abrir una cuenta, invertir sus ahorros o pedir un préstamo personal, existen mil detalles que hacen que aquellos recuerdos permanezcan presentes.
¿Un ejemplo? Las cinco cajas fuertes que hay repartidas por el edificio. “La propiedad tenía las llaves pero nadie sabía abrirlas porque cada caja tenía un mecanismo: una doble llave, una palanca secreta... Cuando por fin se logró, se encontraron varios talonarios de diversos bancos de Europa, un talón de acciones de la inmobiliaria Sur de España e incluso un acta de diputado de Granada porque los Rodríguez Acosta también se dedicaban a la política”, nos desvela Daniel.
La especial relación entre pasado y presente la vemos de nuevo al acercarnos al salón del hotel, donde las ventanillas de los cajeros originales, tras ser restauradas, continúan luciendo su singularidad en el mismo lugar donde siempre estuvieron. Hoy le acompañan muebles de corte más modernos, sofás tapizados en terciopelo y un buen puñado de revistas y libros con los que entretenernos.
El mobiliario señorial y el ambiente sofisticado que se respira también en el antiguo despacho del director nos transporta, ipso facto, a principios del siglo XX. “Las entradas son originales y se han mantenido”, añade Daniel. “La escalera noble que sube a la primera planta, que era la que daba acceso a la vivienda familiar, también es la misma. Incluso en la planta baja, en la primera y en la segunda, permanecen los suelos hidráulicos”.
El patio interior, amplio y coronado por una claraboya de la que cuelgan decenas de bombillas, también ha sobrevivido a sus orígenes y permite que la luz natural acompañe en los desayunos, almuerzos y meriendas. En un lateral destaca una fuente con sus correspondientes peces como residentes, mientras que una bonita vidriera, que conecta con la escalera interior, añade aún más glamur al lugar.
En el edificio tenemos cinco obras de arte catalogadas, y una de ellas es la vidriera de la escalera, hecha por la familia Maumejean, que está firmada abajo y es del año 1907. Era una familia francesa que estaba especializada en pintura sobre vidrio y que también trabajó en la catedral”, apunta Daniel. Además, hay que sumar el artesonado de estilo mudéjar que hay sobre la escalera, el patio interior con su fuente, y dos excepcionales pinturas que decoran los techos de la suite y la junior suite.
Y es que cuando la familia Poyatos se hizo con la propiedad en 2018 y puso en manos del arquitecto Carlos Quintanilla el proyecto de reforma con la idea de transformarlo en hotel de lujo, tuvo muy presente que la prioridad era respetar todo lo que pudiera salvarse, aunque el reto no fuera tan sencillo de alcanzar. “Después de ser la Banca Rodríguez Acosta, y a lo largo de todo el siglo XX, el edificio tuvo muchos otros usos: fue sede de la Banca de España, Inmobiliaria Sur de España, Comares... Y hubo una época en la que cada planta estuvo ocupada por un negocio diferente. Muchas de esas empresas lo que hicieron fue tapar las paredes, los techos... y por eso hubo zonas que tuvieron que ser tratadas especialmente y recuperadas”, comenta el subdirector.
En la intimidad de cualquiera de las 38 habitaciones con las que cuenta el 'Palacio Gran Vía', la experiencia no hace más que mejorar. Cada una de ellas tiene sus peculiaridades, ya que a la hora de darles forman han tenido que adaptarse a la disposición del edificio: las de la primera planta, por ejemplo, cuentan con los techos más altos, ya que ahí se hallaba el domicilio familiar. Repartidas en ocho categorías diferentes, no falta en ellas ningún detalle. Desde la calidad de sus sábanas a las toallas bordadas o los amenities de primera línea, todo está pensado al milímetro. Muchas de ellas conservan sus suelos originales, y los que no se pudieron recuperar, han sido sustituidos por materiales parecidos.
El relax absoluto lo alcanzamos al disfrutar de un baño de espuma en la habitación, o mejor aún, con una experiencia muy especial en el hamam. La zona del sótano cuenta con gimnasio y spa en el que un equipo de profesionales asegura momentos de desconexión con tratamientos y masajes a la carta. Aunque, cuando se trata de hablar de disfrute, la gastronomía siempre ocupa un lugar clave en la lista.
El festival gastro se da en 'El Patio', el restaurante del hotel, donde proponen una cena ya sea pidiendo a la carta o dejándose llevar por su menú degustación de cinco pases entre los que destacan su steak tartar de solomillo de vaca madurada o su strudel de manzana. Todo maridado con cócteles o vinos de la región.
La oferta culinaria de Palacio Gran Vía se complementa con otra propuesta: 'La Sucursal', el espacio que en su día ocupó el despacho del propio Rodríguez Acosta, y que es hoy una agradable cafetería con una decoración de corte clásica abierta todo el día. “Lo que ofrecemos en ella es una carta de desayunos tardíos y meriendas, diferentes chocolates del mundo y una experiencia única, el Tea Sommelier, que consta de una la selección de tés e infusiones cuya tipología, historia y modos de preparación son explicados al cliente, y que se marida con diferentes pastas morunas”, cuenta Daniel.
La guinda al pastel la descubrimos al subir al cielo de Granada: 'Miralba' es el nombre con el que se bautizó al rooftop del hotel. Un espacio donde la intimidad de los huéspedes está asegurada, y donde es fácil olvidarse del mundo: ya sea con una clase de yoga al amanecer, tomando el sol en sus hamacas o saboreando uno de sus afamados cócteles.
Al asomarnos, casi al alcance de la mano, se hallan la Catedral de Granada, las callajuelas del Albaicín y la omnipresente Alhambra. Admirándonos en la distancia, cómo no, la siempre bella Sierra Nevada. Un colofón a la altura de la propia historia de este lugar.
'PALACIO GRAN VÍA GRANADA'. C. Gran Vía de Colón, 14, Centro, 18010 Granada Teléfono: 858 81 92 00