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La sierra que acoge el Palacio de La Granja fue motivo de consenso entre todas las dinastías de la monarquía española. Fueron los Trastámara quienes primero levantaron aquí una ermita a San Ildefonso –miembro de una importante familia visigoda de Toledo–, luego los Austria y los Borbón remataron las bellezas del lugar. Azuzados por estos montes y ríos únicos, perfectos para escapar de la capital a cazar y a pescar.
El Parador de la Granja está en el corazón del Real Sitio, en la Casa de los Infantes, que Carlos III y su mujer, Amalia de Sajonia, terminaron de embellecer para sus hijos, Gabriel y Antonio. Porque fue este rey de la Ilustración, al que Madrid debe todo, quien organizó geométricamente el Palacio que hoy conocemos.
A Leticia García, la responsable de eventos del Parador, se le ilumina la cara y se le disparan las manos cuando habla del lugar. Sabe que está en un sitio privilegiado, porque "este Parador es nuevo, se acabó en el año 2007, después de que esta Casa de los Infantes estuviera mucho tiempo abandonada. La restauración es preciosa". Se vuelve, alza las manos mostrando los balcones –enormes, con contraventana gris sobre el pino de Valsaín que ha logrado filtrar su resina y reproduce las antiguas– y se abren a la sierra. Aquí, el gran vestidor, allí la cama enorme, con cabecero de madera, mosquitera y faroles de estilo militar "porque también era zona de cuarteles. Estaba el Cuartel de la Guardia de Corps, que ahora es el centro de convenciones nuestro".
A veces, que las cosas lleguen tarde, ayuda. Debe ser aquello de que las prisas nunca fueron buenas. A esta Casa de los Infantes don Gabriel y don Antonio –levantada originalmente en 1770 por José Díaz Gamoens– la espera le ha beneficiado. Los hijos del rey que vino de Nápoles y fue El Político, además del Mejor Alcalde de Madrid, disfrutaron aquí. Sobre todo el protagonista de esta habitación, ni más ni menos que prior de la Orden de Malta, quien debió de encontrar muchos momentos para el estudio. Luego llegaron otros hechos históricos, hasta llegar al siglo XX, en que fue cárcel en la Guerra Civil y después abandonado hasta que el fuego lo arrasó en 1987.
La restauración iniciada por Paradores, cuenta Leticia, y acabada en este siglo, más sus dimensiones, ha permitido crear suites como esta –o la del otro infante, don Antonio– con mobiliario moderno, estilo algo minimalista e ilustrado –"se ve en las láminas de las paredes, en el aspecto racional y elegante", cuenta la responsable de eventos– y el tamaño del edificio ha dado para crear 14 suites, similares a la de don Gabriel. "Pero esta hace esquina, es un placer. Aunque todas lo son", añade la joven empleada.
Además de los cabeceros con antiguos portones, las falsas mosquiteras, los baúles de viaje que se utilizan como mesillas de noche y los tonos neutros del salón, el dormitorio, el baño y el magnífico vestidor, están los altillos de madera frente a las ventanas. Es fácil imaginarse aquí con un libro entre las manos, viendo nevar o llover. O simplemente, ver salir el sol entre el canto de los pájaros de un mes de mayo como este. De hecho, por esta habitación –y sus vecinas– pasan escritores o artistas que se refugian para crear.
Otros han llegado hasta aquí por obligaciones de trabajo, pero encantados, cuando las Noches Mágicas de La Granja de San Ildefonso y su festival eran eso, mágicas, con un atractivo especial. Volverán. Seguro. Pero mientras lo hacen, dormir aquí, evocando a un infante como el pobre Gabriel, que murió antes de cumplir los 36 años, un mes antes que su padre, y que para Carlos III fue un motivo más de deterioro y tristeza, tiene su aquel. Si además pensamos en otros más cercanos que pasaron por aquí por trabajo en el Festival –Lorenzo Queen, Diego El Cigala, Isabel Pantoja– la colisión de tantos mundos da para arrebujarse y soñar en esa cama o esos sillones, oyendo la brisa en los árboles. Un placer.
Y pese a la belleza de esta habitación, es imprescindible darse los garbeos por los pasillos con los enormes arcos de ladrillo recuperado; pararse a admirar la lámpara de Cristal de La Granja –recuerden, la Real Fábrica de Cristal de La Granja es histórica– que nos recibe en el hall; pararse en los huecos que aparecieron durante la restauración y respirar la Ilustración Imaginada que intentaron transmitir los restauradores. Botánica, vidrio, enciclopedia, sabiduría.
NOTA: Para el 30 de Mayo –San Fernando, patrón de La Granja– 25 de julio y 25 de agosto, fechas clave para los jardines y ver correr las fuentes, es fundamental reservar con muchísima antelación.