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Con nombre de cuento de las Mil y Una Noches y bajo el mágico influjo del pueblo de Mojácar, 'El Cortijo de la Media Luna' se erige en un oasis de calma en el que, nada más cesar el motor del coche, hasta el sonido de la gravilla bajo los pies se antoja un estruendo. Un silencio solo quebrado por el canto de los pájaros y que la señalización rústica se encarga de preservar. "No gritar" y la advertencia de que los niños deben estar bajo la vigilancia de sus padres contribuyen a recordar dónde se está y qué se busca.
Lourdes López Escribano, de origen conquense pero una "mojaquera más" desde hace más de 30 años, tenía muy claro lo que buscaba. Tanto como para decidirse en cuanto la vio por una ruina en medio de una montaña en la que solo sobrevivía una desvencijada cocina.
El lugar, como no puede ser menos en un pueblo de marcado carácter hippy y bohemio, sobre todo en aquellos años, albergaba a un grupo de pintores que allí se reunía. No había agua ni luz, pero sí creatividad, la apuesta por un modo de vida alternativo y una pared en la que alguien pintó la media luna que le daba nombre y que Lourdes, con buen criterio, conservó. La idea de un alojamiento turístico –la inicial fue un cámping– ya le rondaba, pero hasta 1998 no encontró el emplazamiento y los pocos ladrillos supervivientes sobre los que edificaría lo que es hoy.
Gracias a su tenacidad, en 2002, tras más de tres años de obras, abre como casa rural, y también gracias a esa persistencia llegó la electricidad al entorno. Remontarse a estos orígenes –hay que recordar que no han pasado ni 20 años– haciendo uso del wifi en una de las numerosas terrazas de las que dispone confirma ese dicho zarzuelero que asegura que "hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad".
Sin duda, los exteriores y las vistas son bazas irresistibles del cortijo. Ese horizonte de color autóctono añil mediterráneo invita a la contemplación, al recogimiento, a la lectura o a degustar un vino o algún plato, ya que también cuenta con servicio de restaurante. Una carta corta que la propietaria, con sólidos argumentos, califica de "cocina inteligente".
Como es obvio por su ubicación apartada de núcleos urbanos, aunque totalmente accesible por un camino asfaltado que parte de la espalda de la gasolinera, no se pasa por delante de la puerta y se prueba a entrar a comer o a cenar. Por tanto, el reto que se marcó la dirección fue la elaboración de alguna especialidad que mereciera la pena el desplazamiento expreso.
Y lo ha logrado con un plato nada mojaquero, pero que, si se hace con buena mano, es un imán gastronómico de primer orden. Así, las dos veces por semana que se ofrece cocido madrileño, "con un toque de azafrán", se convierten en citas con clientes asiduos que vuelven al aroma del caldo y de las croquetas que se elabora con la carne del cocido y que son –uno da fe– una delicia. Con motivo del inicio de la temporada veraniega, según adelanta López Escribano, la voluntad es reorientar la carta hacia platos más tradicionales en la zona almeriense, justo en el año en el que es capital de la gastronomía española.
'El Cortijo de la Media Luna' cuenta con siete habitaciones, cuatro dobles y tres superiores, dotadas estas de enormes terrazas o un baño circular integrado en la propia estancia. Señas de identidad nítidas en todas ellas son la limpieza y la sencillez que se cumplen a rajatabla. Además, se complementan con varias dependencias tanto en sus jardines (piscina, barras de bar e incluso un templete para masajes), como en el interior, con un salón para reuniones que se habilita con eventos programados, un comedor acotado en una galería que le inunda de luz y un rincón con piano incluido para tomar un café o una infusión en el que uno se imagina pasar toda la tarde sin darse ni cuenta del tiempo. Mención especial es la opción de un masaje por parte de la especialista lituana Zygrida, en horario nocturno, con velas aromáticas, música relajante y con la luna que en el mar riela de fondo. Todo un sacrificio.
Todo este inventario de espacios se antoja frío si no se destaca el verdadero espíritu del cortijo que es "atender a todo el mundo bien", tal y como lo resume Lourdes, quien además se quita mérito ya que "la gente me gusta". La cercanía en el trato y el reducido número de alojamientos permite, por ejemplo, acordar el uso de la pequeña pero agradable piscina, habilitada para darse un chapuzón, y fijar franjas horarias para el uso de ella por parte de los clientes. Es decir, se puede disfrutar en pareja o una familia de manera exclusiva durante el tiempo pactado.
En general, por la naturaleza del establecimiento, son parejas o matrimonios con hijos ya mayores los más asiduos, en mayor porcentaje extranjeros en invierno y visitantes nacionales en verano. 'El Cortijo de la Media Luna' abre todo el año, excepto enero o febrero y, con carácter general, no admite mascotas aunque, en función del calendario, se puede preguntar si hay alguna excepción. Los precios en temporada baja están fijados en 65-75 euros por noche, según tipo de habitación, y en alta pasa a 115-125 euros.