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“Nos alojamos en este hostal dos años antes de comprarlo: hicimos un viaje en moto desde Valencia… y nos enamoramos de Peñíscola. Un tiempo después de nuestra escapada, vimos que su propietario, el holandés Guido Buitenhuis, lo traspasaba… ¡y no lo dudamos! Siempre habíamos soñado con tener nuestro propio bed & breakfast donde cuidar a los clientes como si fueran nuestros amigos”. Xavier Grunder es suizo y Miia Tyynelä, finlandesa. Ambos llevan la hospitalidad en las venas: tanto, que Xavier nació en un hotel en Crans-Montana, en su Suiza natal, y procede de tres generaciones de una familia dedicada por completo al negocio hotelero. Miia, por su parte, llevaba dos décadas trabajando en el sector de la hostelería en Valencia.
La casa que ocupa el hostal ‘Dios Está Bien’ tiene 500 años: fue el anterior propietario quien, con paciencia, trámites y tiempo -necesitó tres años y medio-, la reformó para crear lo que es hoy. Desde que él decidió irse a Barcelona para dedicarse al café de especialidad, son Xavier y Miia los anfitriones de esta casa de huéspedes suizofinlandesa con personalidad propia. Hace seis años ambos cogieron las riendas para convertirlo en algo muy diferente al resto de oferta hotelera que hay en esta zona tan turística.
Sus clientes son lo primero… y se nota. “Sabemos sus nombres, sus necesidades o qué desayunan. ¡Y también los de sus mascotas! No me imagino nuestro hotel sin perros. Intentamos personalizar el servicio al máximo, porque nos gusta la hostelería de cercanía y muy familiar. Es un trabajo precioso, porque cada día conocemos a personas nuevas con muchas historias que contar”. En verano son sobre todo viajeros nacionales los que se alojan en este hostal pet friendly, pero muchos huéspedes extranjeros -franceses, holandeses o suizos- vuelven año tras año, a partir de septiembre, y siempre duermen en la misma habitación, como si estuvieran en su casa.
Cada una tiene una decoración diferente: El Castillo, San Roque, El Papa Luna, Los Peregrinos, El Bastión, Los Templarios… y nuestra favorita, Atalaya, que está en la última planta. Algunas son más coloristas, otras más sencillas o rústicas, pero todas rezuman la acogedora esencia suizofinlandesa que empapa cada rincón.
Cada estancia está llena de detalles y de piezas únicas: la puerta de una antigua granja como cabecero de cama, cortinas de diseño finlandés o lámparas de los años 60 del hotel de la montaña suiza que pertenecían a la madre de Xavier. Una vez al año, durante Rocart, el Festival de Arte y cultura de Peñíscola que tiene lugar en septiembre, exhiben obras en las propias habitaciones y el hostal se convierte en una galería de arte.
Sus raíces con carácter europeo también se perciben en el desayuno: un auténtico festín matutino que incluye gofres suizos o tostadas de pan de avena o zanahoria que hacen ellos mismos, servidos con mantequilla y mermelada casera para los más golosos o con tomate, jamón y queso manchego para los que son de arrancar el día con algo salado. Todo lo presentan sobre una preciosa vajilla finlandesa, que la propia Miia ha traído de su país.
El café de su ‘Espresso Bar’ es de Tornado Coffee Roasters, el microtostador artesanal de cafés de especialidad de Granollers (Barcelona) que creó el antiguo propietario del hostal. Sus batidos caseros, smoothies o frappuccinos también causan sensación. No nos extraña nada que sus 25 combinaciones diferentes de desayunos estén en boca de todos: muchos peñiscolanos o turistas no alojados en el hostal también vienen a desayunar a su coqueta terraza, en una calle peatonal en pleno casco antiguo, justo detrás del Castillo del Papa Luna.
Además, sirven meriendas o cenas en ‘La Terraza de Benedictus XIII’: en su carta encontrarás sandwich americano de roastbeef o vegetariano con falafel o tostas con sobrasada, queso de cabra y miel. De sus países traen muchos productos, como el queso raclette suizo o la mostaza finlandesa, pero también apuestan por la materia prima de la provincia de Castellón, como el aceite Sant Mateu, de olivos milenarios de la variedad farga, o el vino de una bodega ecológica de Torreblanca.
Antes de irnos, subimos a su peculiar azotea: ese lugar en el que te das cuenta de que estás en pleno entramado medieval -e irregular- de callejuelas en el que disfrutar de unas vistas de postal. Aquí, lo que apetece es quedarse tomando el sol, leyendo o teletrabajando con vistas al Mediterráneo y a la Sierra de Irta. De noche, es el lugar perfecto para observar las estrellas.
Cuando lleves aquí unas horas, te darás cuenta de que Peñíscola te atrapa: a Xavier y a Miia también les pasó hace unos años cuando lo pisaron por primera vez. Ahora, abren a sus huéspedes y amigos las puertas de su casa con esa calidez tan característica que da ganas de volver una y otra vez a este mágico rincón de la costa levantina.