Establecimientos gastrónomicos más buscados
Lugares de interés más visitados
Lo sentimos, no hay resultados para tu búsqueda. ¡Prueba otra vez!
Añadir evento al calendario
Escribo este post en un salón luminoso, con muebles de colección de los años 50. Al otro lado de la ventana, la sierra de Mariola, un paraje frondoso, en Bocairent, a poco más de una hora de Valencia o de Alicante. Me espera una habitación acogedora con vistas a la montaña. Stephane e Ylena, la pareja de franceses que regenta este hotel, la 'Finca Micalas', recaló aquí después de trotar durante años por el mundo. Me han servido un brownie casero, hecho por él, con nueces de sus propios nogales. No se puede empezar mejor a contar una historia…
Se conocieron en Dubái, donde ambos vivían y trabajaban, mientras visitaban un museo: el arte es la pasión de ambos, de ahí la colección de pinturas, objetos, libros y muebles que llena el hotel. Buscando un proyecto vital se marcharon a Creta, donde regentaron durante varios años un café francés. Pero el bullicio, "en Creta no hay personas, hay turistas", los hizo desistir.
En busca del silencio llegaron aquí, a esta finca. "Llevábamos tiempo detrás de algo como esto. Queríamos un sitio lejos de la costa, en plena naturaleza, donde poder levantar algo especial y cuando llegamos aquí lo tuvimos clarísimo desde el minuto uno", cuenta Stephane en un castellano sorprendentemente bueno para el año escaso que lleva en España. La finca era una casa familiar de 2.500 metros y 35 hectáreas de terreno, que solo se usaba en vacaciones y que llevaba cerrada más de diez años. Con mimo y con paciencia arreglaron siete de sus 14 habitaciones, descolgaron los cortinajes, repoblaron la casa con todos los enseres atesorados a lo largo de los años y se quedaron a vivir.
En el hotel y en sus alrededores parece que se haya parado el tiempo. Si nos dijeran que estamos en 1900, que es de cuando data la casa, nos lo creeríamos. No hay ni rastro de civilización, pese a que el pueblo más cercano, Bocairent, está a apenas unos minutos. Pero el sendero sin señalizar que te lleva desde la carretera a la casa, lo deja todo atrás, y al llegar solo ves una finca sólida, grande y soleada, con ventanales y balcones amplios, rodeada de arboledas. Y un silencio absoluto que solo rompen los pájaros y las pisadas del dueño de la casa, que baja cordial a recibirnos.
Cada una de las siete habitaciones, que pronto serán 11, que componen este hotel apartado y solariego es diferente. Son todas coquetas, confortables y están aderezadas con las reliquias que esta pareja ha reunido a lo largo de sus viajes por el mundo y que siguen escogiendo en cada rastro que visitan.
Stephane conocía España, había venido de vacaciones muchas veces y le gustaba el país. "Nosotros buscamos un turista que no tiene nada que ver con el que va a la costa. Ese viajero que quiere una atención personal y lugares como los de esta finca. Esto es diferente", asegura el dueño. Ylena, que aún no domina el español, asiente convencida.
Hace apenas un año que se instalaron y parece que la aventura va bien. Han llegado para quedarse y el hotel está lleno prácticamente todos los fines de semana durante el invierno y casi todos los días durante el verano. "A veces alquilamos la casa entera para un grupo, para una familia, es un lugar ideal para eso", apunta el dueño. La finca tiene además una piscina gigantesca de 20 metros, y con agua natural (que se renueva cada día por tanto), que funciona en cuanto llega el buen tiempo y que convierte el hotel en un lugar ideal para pasar unos días estivales.
Casi todos los clientes que pasan por el hotel, desde que lo abrió hace un año, son españoles y buena parte de la Comunidad Valenciana. Aquí encuentran exactamente lo que van buscando, "todos saben bien a lo que vienen, un lugar donde pararse, donde pasear, con un buen clima", apuntan los dueños. Uno puede instalarse un viernes por la tarde, desayunar en la terraza, pasear por la finca, darse un chapuzón, sestear a la sombra de las pérgolas, comer las exquisiteces que prepara el dueño…
En resumen, se puede no salir del hotel y tener la sensación de que se han hecho un montón de cosas. Pero también se pueden hacer incursiones a lugares cercanos: a Bocairent, por ejemplo, que tiene un barrio histórico bien chulo. Así que un plan perfecto para no pensar, para pasar un relajado fin de semana, sin tocar el coche si uno no quiere, podría ser este:
Si te gustan los muebles distintos y la decoración exquisita tardarás un poco más en instalarte, porque no podrás parar de mirar y preguntar: ¿de dónde han salido estas sillas de madera? ¿y estos cuadros? ¿y este sofá vintage? ¿y estos saleros? Stephane explicará la procedencia: llegaron de Grecia, de Nueva York, de Dubái, de la India, de París, del rastro de un pueblo cercano. "Los saleros son de Polop, de un mercadillo que se organiza los domingos. Por cierto, –cuenta el dueño–, hay un museo de saleros muy interesante en Castell de Guadalest". Y así, cada objeto cuenta una historia personal. Llega la hora de ver tu habitación que siempre será luminosa y te invitará al sosiego. Y a las nueve estará lista la cena en el salón comedor. Puede que ese día haya de postre ese brownie casero con el que nos recibieron.
Puedes madrugar o dejarte querer: no hay hora límite para desayunar. "Podrás comer durante el día a cualquier hora. Solo hay una norma: el último servicio de la cena es a las nueve", nos explican. Y a juzgar por lo copioso que es el desayuno te lo puedes tomar como si fuera el almuerzo. Mermelada casera, hecha con los albaricoques de sus frutales, tortilla francesa, quesos de la zona, jamón… La mermelada de moras salvajes, a la que este cocinero entregado le añade té, es una de las especialidades que se pueden degustar en el desayuno.
Todo listo pues para dos horas de senderismo por la Sierra de Mariola, para dar un paseo corto por el bosque que circunda la finca o para llegar hasta el pueblo. Si es verano, la piscina está dispuesta con las tumbonas alrededor, para quedarte mirando a las musarañas el día entero. Si es invierno, espera el salón caldeado por la chimenea. La cena vuelve a estar lista con un menú distinto. Y el silencio y la paz harán que puedas dormir a pierna suelta.
A pocos kilómetros de 'Micalas' nace una singular ruta vinícola, la de Terres dels Alforins, al sur de la provincia de Valencia, entre las comarcas de la Costera y la Vall d’Albaida. Es toda una escapada enoturística y si te dijeran que estás en la Toscana, te lo creerías, por los verdes, los ocres, los viñedos… En Fontanars del Alforins está el restaurante 'Casa Julio', que siempre va a ser un acierto.
Pero si quieres volver al hotel, el dueño te puede preparar un arroz o un atún Vizcaya, para comer, antes del regreso. Es una de las estrellas del menú de 'Micalas'. "Es un plato muy personal que tiene mucho éxito. Le pongo hierbas y un producto, el pimentón espelette, que viene del país vasco francés. Es parecido al pimentón de aquí pero más fuerte, con más sabor. Lo encargo especialmente para este plato, porque solo se encuentra allí", aclara.
La pareja propietaria tuvo claro desde el principio que la cocina sería tan importante como el hospedaje, así que le ponen la misma pasión a las dos cosas. "Me gusta mucho cocinar, –apunta él–, se me da bien, y los clientes agradecen mucho no tener que salir a buscar un sitio. Aquí pueden desayunar, comer, cenar… Aquí hay muy buen producto y mi cocina es eso. He ido escogiendo platos de la zona y confeccionando un menú basado en lo local. A veces también le pongo toques internacionales".
A Ylena se le da mejor el arte, no sabe cocinar, pero es una buena compañera en los fogones. Stephane cocina desde que tenía 14 años. Empezó a viajar justo después de acabar sus estudios en ingeniería informática (fue de los primeros en dedicarse a la inteligencia artificial). Así que los continuos viajes –o mejor, la necesidad de parar– y el amor a la cocina le llevaron hasta aquí, hasta Bocairent, donde cortar leña, preparar el menú, seleccionar los cuadros que va a colgar en las paredes o mejorar su español con el contacto con los huéspedes, es todo lo que desea hacer en la vida. Pero lo mejor llegó al poco tiempo de instalarse. "Un vecino nos habló de Matilde, la dueña de la masía de al lado, que vendía productos de su huerto. Así que le compramos las verduras a ella, y alguna fruta, e incluso queso fresco de cabra que hace ella", explica.
"En el futuro queremos tener una cocina más grande, en la masía de abajo, para poder organizar comidas más extensas, pero no queremos una empresa enorme. No muchas más habitaciones ni mucho más trabajo. Nosotros nos dedicamos a la finca, a arreglarla, así que no queremos abarcar más. Otra de las ideas es destinar la casa a grupos que quieran hacer meditación o simplemente una semana de silencio, con una cocina especial también", cuenta Stephane.
"Creo que la restauración le da un sentido especial al sitio. A mí me gusta mucho buscar ingredientes típicos, lo hago siempre y cuando encuentro un producto característico del lugar en el que estoy, lo incorporo a mi cocina", continúa mientras aviva el fuego. Está muy satisfecho de su estofado típico de Córcega: "Tiene de especial la manera de cocinarlo, lo tengo cinco horas a baja temperatura, y le pongo doble de tomate y vino tinto". Y de tarta de queso, de la que, en un alarde de generosidad, nos regala la receta antes de irnos.
PASO 1: Para la base lo primero que hay que hacer es picar las galletas y mezclarlas con la mantequilla y el azúcar hasta que forme una masa. Poner la masa en un molde de 18/20 cm y 8/10 cm de altura, presionar para que quede en el fondo y hornear durante 10 minutos. Finalmente, sacarlo y esperar a que se enfríe y se endurezca.
PASO 2: Para la crema, mezclar los huevos, las natas, el requesón, el limón, el licor, el café y el azúcar en la batidora; añadirlo al molde que hemos horneado. Colocar de nuevo en el horno, lo más alto posible, al baño maría, a 160 ºC durante una hora. Apagar el horno, abrir la puerta un poco durante 20 minutos más y dejarlo dos horas fuera.
PASO 3: Cuando esté fría, añadir 150 gramos de mermelada de moras, que previamente hay que dejar de 3 a 4 minutos en una cazuela al baño maría junto a 10 gramos de agar agar u hojas de gelatina. Guardarla como mínimo una noche en la nevera antes de consumirla.
'FINCA MICALAS' - Polígono, 19. Bocairent, Valencia. Tel. 666 92 09 40.