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Construir este alojamiento en un monte en Extremadura ha sido para Iryna Zhelvanava y Óscar Muñoz una aventura con verdaderos retos, que han exigido mucha dedicación y la superación de varios obstáculos. Más de diez años les ha llevado arrancar el proyecto de sus vidas. “La búsqueda de parcelas empezó en 2012”, recuerda Óscar junto a Iryna, los dos con esa sonrisa radiante que dan los sueños cumplidos.
Este alojamiento rural está compuesto por tres casas bioclimáticas enterradas con capacidad para cuatro o seis personas, dependiendo de cada una, en un terreno de diez hectáreas con unas vistas increíbles al pico Almanzor de la Sierra de Gredos. Las casitas se llaman El Carpintero, con una característica puerta redonda de color verde; La Costurera, amarilla; o El Druida, roja. Aunque esta coincidencia no tiene nada que ver con los nombres, según asegura Óscar: “La Costurera es en honor a mi abuela y a la madre de Iryna, que son costureras; El Carpintero, por mi abuelo y mi padre; y El Druida, la casa más grande, es por mí. A mí me gusta mucho el tema de la fantasía, de la mitología y el paganismo”, se ríe el dueño de los alojamientos, que recuerda algunas de las tradiciones de origen pagano de la provincia como el Peropalo o el Jarramplas.
La historia de los dueños de ‘Comarca de Vératton’ bien podría haber servido como inspiración para un buen libro. Iryna llegó de tierras lejanas obligada por unas circunstancias difíciles. “Yo soy de Bielorrusia. Conocí España porque empecé a venir con el programa de ‘Los niños de Chernóbil’ con una familia de Córdoba. Desde los diez años hasta los dieciséis iba con la misma familia que son como mis segundos padres. Así me enamoré de este país”, recuerda Iryna, quien conoció a Óscar años después cuando llegó a Madrid a estudiar el máster Enseñanza de español como lengua extranjera.
La carpintería de las casas se suma a ese toque único.
Óscar, de Ávila, que también estudiaba en la capital cuando conoció a su futura mujer, siempre fue un gran lector, afición que ha alimentado sus sueños. “Yo soy muy friki. Me encanta la fantasía y la arquitectura, y lo terminé fusionando en este proyecto”, explica delante de la casa de El Druida. La idea de la comarca comenzó a tomar forma hace una década con la compra de muebles antiguos que la pareja fue restaurando poco a poco y guardando para decorar las viviendas que respiran un aire inglés del siglo XIX. Las lámparas, los interruptores o la vajilla de las cocinas remontan a otra época y otro lugar. Y el toque especial lo ponen los detalles que adornan los alféizares de las ventanas, como un juego de tocador de la abuela de Óscar en una de las habitaciones de la casa más grande.
La carpintería, encargada a un artesano local, tiene obras de arte como las enormes puertas redondas de las entradas. Con un peso de 130 kilos llevan bisagras y sujeciones metálicas interiores que son verdaderas obras de arte. El efecto interior impacta casi más que el exterior con las ventanas circulares, los arcos de separación de las habitaciones y toda la viguería. A esta experiencia singular de vivir en una casa tan especial, los dueños han agregado elementos que son un lujo. En la cocina, el gas marca la diferencia para los cocinillas; en la habitación y el baño, las sábanas y las toallas de algodón peinado son una caricia; o en el salón, la chimenea es el toque acogedor por excelencia.
Más allá de la fantasía visual y colorida que suponen estas casas y de ese interior que invita a quedarse, son viviendas bioclimáticas sostenibles. “Estar literalmente enterradas en el monte les da una temperatura media de entre 24 y 19ºC, dependiendo de la época del año. Tenemos además una instalación de energía solar fotovoltaica propia y un pozo para abastecimiento de agua”, explica Óscar. El aislamiento de las cubiertas y los muros implican una obra de ingeniería que no solo garantiza la temperatura sino también el drenaje del agua de la lluvia. Además, este tipo de arquitectura enterrada junta, como afirma el propietario, el deseo atávico de guarecerse en una cueva con la comodidad y el lujo de una casa moderna. Como un sueño que atrae desde el subconsciente.
En los alojamientos, hay un pequeño desayuno cortesía de los dueños, pero no dispone de servicio de comidas. Si uno no quiere cocinar en las casas, Iryna y Óscar pueden recomendar varios lugares para comer o cenar en los dos pueblos cercanos, Villanueva y Madrigal. Sin embargo, se recomienda llevarse algo para picar y arrancar la primera noche aislados del mundo en medio del silencio de La Vera.
Y como punto final, desvelamos un par de maravillas extra para los amantes de los cuentos. En la casa El Druida, una librería deslizante oculta un cuarto secreto que enamora a grandes y pequeños. También encontrarás lujos maravillosos como las bañeras nórdicas en el exterior de cada vivienda: encender la leña para calentarlas por la noche y darse un baño contemplando las estrellas es una experiencia mágica. Como estar bajo el influjo de un hechizo.
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