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En el mar, cerca de los espigones, hay tablas de paddle surf y siete remeros se esfuerzan sincronizados para navegar con su jábega. Sobre la arena, el aroma de los espetos de sardinas llega hasta un puñado de camas balinesas. Y en el paseo marítimo hay mesas donde se sirven conchas finas y boquerones fritos, pero también tacos mexicanos, camperos, sushi o ceviche. El escenario no es otro que el malagueño barrio de Pedregalejo, que vive inmerso en una revolución gastronómica iniciada hace un lustro. A cambio de perder cierta identidad marinera, ha ganado en variedad de propuestas para disfrutar de sol a sol, convirtiéndose hoy en un lugar para vivirlo del desayuno a la cena. Y lo que venga.
Es este un paraíso para disfrutar de la luz de Málaga en cualquier momento del año. A lo largo de su paseo marítimo la caminata es deliciosa, como el paseo en bicicleta. Uno de los lugares donde aparcarlas para arrancar el día con otro ritmo es ‘La Galerna’ (Solete Guía Repsol). Nacido en 2003, cuenta con una coqueta terraza y un par de salones de aires informales. Su carta de desayunos parece un laberinto, pero da opciones hasta para el más especial de los clientes: en ella hay hueco para el clásico pitufo mixto, por supuesto, pero también para panes e ingredientes a mezclar al gusto del consumidor. “Es un sitio donde sentirse libre: te sientas, elijes tu propia combinación y comes lo que te apetezca, a tu gusto”, dice uno de sus responsables, Fran Montero.
En el menú también hay tés y zumos que evolucionan con las frutas de temporada, así como media docena de ideas que incluyen yogur con frutas o tartas. Más allá, una sabrosa carta de sándwiches, otra de ensaladas que se pueden customizar, hamburguesas, tortillas y, desde estas fiestas navideñas, tacos mexicanos cuyos ingredientes también se pueden personalizar. La fama del negocio hace que sea habitual ver a la clientela sentada en el muro del paseo marítimo esperando hueco. Y aunque el verano es la época que más personas atrae a su terraza, las suaves temperaturas del invierno y la tranquilidad hacen de este rincón un tesoro a encontrar en Pedregalejo.
Para la hora del almuerzo hay pocos bocados más malagueños que un campero. Y pocos lugares también para probarlos como ‘Mafalda’ (Solete Guía Repsol), a un paso de ‘La Galerna’. Nacido en los años 80, el establecimiento ejerce como faro para este bocadillo local al que se apuntan comensales de cualquier generación. Basta ver las colas frente a su entrada o los grupos de jóvenes, adultos, niños o abuelos en las mesas de su terraza. Al campero clásico -jamón de york, lechuga, tomate, alioli- se le suman innumerables opciones que incluyen beicon, tortilla o pinchitos -entre otros-, además del llamado Mafaldón para los más hambrientos. También hay otras opciones como el serranito o hamburguesas veganas, shawarmas de soja o platos combinados. Hasta gazpacho.
Si ‘Mafalda’ representa la tradición en Pedregalejo, ‘Frida Pahlo’ hace lo propio con los nuevos aires del barrio. Este colorido local de dos plantas dice con su nombre buena parte de lo que quiere representar: la figura de la artista mexicana como base y una cocina viajada con raíces en el cercano barrio de El Palo. “Frida ejerce de emblema cultural, luego en los fogones hay platos de muchos lugares”, dice el empresario Pedro Trillo, uno de sus responsables, que abrió el local a finales del verano de 2019, pero que, debido a la pandemia, cree que ‘Frida Pahlo’ arranca ahora su mejor momento tras un tiempo de rodaje.
En el establecimiento hay exposiciones y se programan periódicamente actuaciones de microteatro, presentaciones de libros o pequeños conciertos. Desde la cocina preparan platos que invitan a sentarse sin prisa con vistas al Mediterráneo. Entre ellos, fideos negros tostados con calamaritos, ensaladilla rusa con mayonesa de aceituna negra, costillar a baja temperatura o unas croquetas de solomillo al Pedro Ximénez. Otro de los grandes atractivos del local es su terraza, donde atrapa la sensación de ir navegando en un barco con el mar a los pies. Ahí, un cóctel pone la guinda. “No nos quedó más remedio que ponerlos para disfrutar un sitio como ese”, subraya Trillo.
A su lado se ubica ‘El Cabra’, uno de los chiringuitos malagueños con Solete Guía Repsol y donde aún se encuentra esa Málaga marinera representada en un puñado de boquerones fritos o unas exquisitas conchas finas, navajas o coquinas. No pueden faltar, claro, los espetos de unas sardinas que se asan con paciencia en brasas de olivo sobre una barca posada en la arena. De ese fuego también salen gambones, doradas, lubinas o pulpos. Ensaladilla de pimientos asados, berenjenas con miel de caña y hummus de almendra o algunas carnes, completan el menú de uno de los pocos restaurantes con aires tradicionales que perviven en la zona.
Uno de ellos está a su lado, el chiringuito ‘Andrés Maricuchi’ , nacido en los años 40 del siglo pasado en una Málaga en blanco y negro. Adobos, calamaritos, salmonetitos, jibia, pescadilla y cualquier otro típico pescaíto que forme parte de la clásica fritura malagueña aparece en su carta, donde también hay tortilla de camarones, boquerones en vinagre, zamburiñas al pil pil, búsanos o cigalas de Málaga. Merece la pena preguntar por los pescados de temporada, servidos a la plancha. Un poco más al oeste, ‘Miguel El Cariñoso’, ‘Merlo La Revuelo’ o ‘Hermanos Muñoz’ son también merenderos tradicionales donde degustar los productos de la bahía de Málaga.
Podría formar parte de ellos el aroma a madera que nace de los talleres de los astilleros Nereo, donde aún construyen a mano las jábegas con ojos en la proa que dejaron como herencia los fenicios. Desde allí se ven los techos de mimbre y los aires industriales que hacen de ‘Pez Tomillo’ un lugar singular. Propiedad del grupo empresarial Tu hogar fuera de casa, es un clásico ya del barrio para compartir con los amigos: ya sean unas patatas bravas, un salmorejo de Córdoba, un ceviche de atún, gyozas de pollo frito, carbón de bacalao o pluma de cerdo ibérico con boniato.
Enfrente -todo aquí está cerca- se levanta ‘Misuto’, uno de los locales que inició el camino a la renovación de Pedregalejo cuando abrió sus puertas en 2014. Lo hizo de la mano de Alejandro Contento, Alejandro Salido y Rui Junior, tres amigos que se habían conocido en trabajos anteriores. “Teníamos buena relación, queríamos hacer algo juntos y apostamos por este barrio”, cuenta Salido, que destaca que la suya es una propuesta con base de fusión entre la cocina mediterránea y la asiática, con especial atención a la japonesa. “Tanto Rui Junior como yo hacemos sushi, pero queríamos ir algo más allá y que yo pudiera desarrollar mi cocina más mediterránea”, añade el chef.
Tiradito de pez limón o tartar de atún picante son dos de los bocados más clásicos desde su apertura, como también lo es la ensaladilla rusa con atún confitado, el taco mexicano de costilla ibérica, salsa de aguacate y kimchi, o la peregrina thai, que fusiona lo tailandés con lo malagueño. El restaurante, además, se ha renovado durante dos meses para reabrir con nuevos espacios en su interior, una renovación de la fachada y, también, novedades tanto en el menú como en la carta de vinos e, incluso, una de cócteles. “Ahora, además, será más luminoso y con vistas al mar”, sentencia el cocinero. Porque el Mediterráneo es, sin duda, el alma de un barrio, Pedregalejo, donde la felicidad no solo es posible: es una realidad.