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En Las Hurdes, el comensal regresa a los inicios de los tiempos con unos platos que apuestan por los de siempre, esos que hacía la abuela pero también los que se preparaban para pasar el día en el campo atendiendo las tierras o el ganado y que sorprenden al que los descubre por primera vez, como la tradicional ensalada de limón. Además, es imposible que una comarca rica en productos propios no presuma de una cocina de proximidad que usa desde sus cabritos y cerdos –¡qué embutidos!–, pasando por su miel, fruto de sus múltiples colmenas o un aceite, que se cuela poco a poco en el ámbito nacional.
Si se visita la zona, nuestras recomendaciones son las mismas que hace cualquier hurdano que aprecie la buena mesa, tirando de esos platos tradicionales pero ya tocados por una pizca de atrevimiento, en algún caso; o por la innovación, en otros, sin abandonar jamás los sabores regionales.
Justo donde se acaba el valle más estrecho habitado en Europa, en la alquería El Gasco, un restaurante acapara todas las atenciones de Las Hurdes. En poco más de dos años, se ha hecho famoso entre locales y forasteros gracias al boca a boca y con una carta atrevida para la comarca, que apuesta por el producto extremeño como si le fuera la vida en ello. "El embutido es de los cerdos de aquí, de Las Hurdes, que sabemos de dónde vienen y la calidad que tiene; y lo mismo nuestro cabrito!", asegura Jorge Aceituna Crespo, uno de los artífices de este proyecto.
Después de recorrer medio mundo –Argelia o Alemania, entre otros países–, este hurdano regresó a la tierra natal con su compañero, Alex Markak, un transilvano (sí, sí, natural de Transilvania), y montaron este pequeño y acogedor local con vistas al río en la misma casa en la que nació Jorge. Todo dentro del restaurante es un guiño a la familia o a la comarca. Por ejemplo, su camarera está hecha con las cajas en las que se ataban los cabritos; una estantería antigua de la panadería de su abuelo porta los recuerdos de sus viajes; y una caja para gallinas ponedoras, funciona como estante.
El Carpacho de ternera con virutas de queso y balsámico (hecho con ternera morucha de la zona); la Ensalada de limón hurdano (el antiguo desayuno de los pastores de la zona); la Pizarra de embutidos de las Hurdes; las Chuletitas de cabrito lechal (también de la zona); o la Sartenada de pescado, son algunos de los platos incluidos en sus menús. El cliente puede degustar uno corto (25 euros); uno largo (30 euros); o el diario (12 euros con postre incluido).
"La carta la cambiamos bastante a menudo y además nos adaptamos sin problemas a los caprichos de nuestros clientes fijos. Si sabemos que viene alguien a por un plato que le gusta mucho se lo hacemos aunque no esté en la carta", presume Alex de ese trato personalizado que les vale tener el restaurante lleno casi todos los fines de semana. No lo olvide, si lo quiere probar es importante reservar.
"Aquí, además, cuidamos la gastronomía tradicional aunque estemos innovando. Por ejemplo, si ponemos pulpo en vez de servirlo con unas patatas normales, lo ponemos con patatas meneás, que son de la tierra", concluye Jorge, hoy más pendiente de la sala mientras Alex se centra en los fogones. Y, sin sorpresa alguna después de todo lo contado, en su bodega, por supuesto, no faltan los vinos extremeños.
"El Cabrito al polen es un plato que lleva en la familia más de 40 años. Lo empezó a hacer mi abuela, que era apicultora y cocinaba mucho con miel y polen. Un día probó, nos gustó a todos y ahora es el plato estrella de mi restaurante", cuenta orgulloso Carlos Javier Paz, el dueño ahora del negocio familiar que abrieron sus padres en 1977, primero como bar y luego como hotel y restaurante en Caminomorisco.
No solo el cabrito defiende en este local la gastronomía hurdana, pidiendo el Pica-pica jurdano para dos o tres personas uno ya abre apetito con los sabores de esta tierra: farinato (morcilla patatera con anís), queso de cabra curado, queso en aceite, croquetas de prueba de cerdo y patatas meneás.
La Sopa de tomate, servida en una cazuelita, es "una reinvención de la tradicional de toda la vida", explica Carlos, siempre atento y que, además de darte buen servicio en su casa, si dispone de tiempo funciona como el mejor embajador de turismo de Las Hurdes, aconsejando al cliente qué lugares visitar sobre un mapa de la zona si fuera necesario.
El dueño recomienda, si no apetece el plato estrella (arriba señalado), tirar por la Chuletillas a la miel, que vienen servidas con un pedazo de panal de abeja. Todo arropado de una selección de vinos extremeños, los preferidos de Carlos. "Trabajo mucho con Bodega Õran (de Badajoz) aunque aquí tenemos para todos los gustos", concluye antes de servir una variedad de postres que incluye una Tarta de la Abuela para rememorar.
Más de una década de experiencia y una apuesta por el desarrollo sostenible, con productos ecológicos y un alojamiento que intenta respetar el entorno y el medio ambiente, son dos puntos importantes a tener en cuenta para hacer una visita a este local. Eso y que la comida no defrauda, por supuesto. Rubén González, de 38 años, lleva el negocio y gestiona los fogones. "Empecé el proyecto con 26, dos años de construcción, errores y dolores de cabeza sin que pudiese abrir el negocio, hasta que ya por suerte el 5 de octubre del 2007 inauguramos", explica para referirse a unos inicios difíciles.
Ya en la mesa, los entrantes huelen a Extremadura, y casi más a Cáceres que a Badajoz. Buenos quesos, embutidos o verduras del terruño. La Ensalada del Posadero, uno de los clásicos de la casa, se sirve con queso de cabra caramelizado, compota de manzana, polen y frutos secos. "La carta la vamos renovando cada temporada utilizando en su mayoría productos de Km 0 y a ser posible ecológicos; además, sembramos nuestro huerto y en verano casi abastecemos por completo la cocina con productos locales", asegura Rubén.
Siguiendo la tónica de los establecimientos anteriores, aquí también se apuesta por la cocina de proximidad, en la medida de los posible, verduras y carnes, que es lo que viene a comer la mayoría de la gente a Las Hurdes, son de la zona. Como el cabrito hurdano, en este caso a la brasa o al horno por encargo; la presa ibérica o la ternera. El Fuego de ternera (medallón de solomillo de retinto ahumado con hierbas aromáticas y foie) se mantiene siempre. Y, ojo, a su Confit de pato cocinado al horno con reducción de vino y cerezas. ¡Se deshace en la boca!
Tiene pescados, aunque aquí se aleja de la tierra con el atún rojo, la merluza, el salmón o el bacalao; sin embargo, son una buena opción si se quiere descansar de la carne. Para cerrar, volvemos a las proximidades con un Semifrío de cerezas, por ejemplo, pero le recomendamos que no se marche de La Posada sin probar, aunque solo sea un poquito, su inolvidable Crema Extremeña.