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Fin de semana en Bocairent (Valencia)

El pueblo medieval del Mediterráneo

Actualizado: 15/11/2019

Fotografía: Eva Máñez

Esta crónica es para todos aquellos que ven en el Mediterráneo algo más que la costa, para los que creen que lo rural también puede encontrarse en el interior de la Comunidad Valenciana. En pleno Parque Natural de la Sierra de Mariola (Alicante) está Bocairent, un pueblo de piedra, en alto, bucólico, lleno de sitios insólitos, en la Vall d’Albaida, a la que los enamorados de esta comarca llaman la toscana valenciana.

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La primera vez que vi Bocairent, en una excursión infantil, estaba nevando. Mi primer paisaje nevado. Pensé que estaba lejísimos de mi ciudad natal, -la nieve era cosa de otras latitudes, de otra geografía-, pero no: apenas estaba a una hora de Valencia. Si has llegado hasta aquí, hasta esta comarca alicantina, es que no quieres aceras. Así que, a perderse. Si no, mejor no vayas. Bocairent es intrincado, un pueblo ganado a la roca y cada callejuela encierra una sorpresa. Lo poblaron bereberes, árabes, cristianos y todo ese peso ha conseguido quedarse en los recovecos.

Bocairent es un pueblo que invita al sosiego.
Bocairent es un pueblo que invita al sosiego.

Bello, transitable, el casco viejo, con fragmentos de calles tardomedievales, se ha conservado bien, con sentido común y con salero. Es un guiño permanente a lo rural y hace que uno se sienta de verdad lejos de lo urbano, cuando apenas ha recorrido una hora desde Valencia, como decía, o desde Alicante, por ejemplo. Empezamos el recorrido desde la plaza del Ayuntamiento: ojo a las casonas altísimas, señoriales, estrechísimas, y atención a las casas colgantes que dan al barranco.

En 2008, en plena rehabilitación de la parte más antigua se descubrieron unas casas medievales que se pueden visitar y que, nos contaron los del lugar, muestran cómo eran las viviendas al inicio de la industrialización. La febril época textil de la zona está en esas calles. Junto a este compendio de calles escondidas hay otros tres lugares dentro del pueblo en los que hay que pararse:

Bocairent es intrincado y cada callejuela encierra una sorpresa.
Bocairent es intrincado y cada callejuela encierra una sorpresa.

El primero, el Pont de darrere la Villa, que es un viejo puente del XVI, el más antiguo del pueblo, por el que en su día se accedía a la ciudad. La panorámica desde allí de todo el barrio medieval es hermosísima. El segundo, la singularísima plaza de toros, de 1843, “la más antigua de la Comunidad Valenciana” como nos señaló orgulloso un vecino, al ver que nos parábamos a mirar. Una parte de la plaza está tallada en la roca y parece que de pronto estemos ante un anfiteatro romano. Es un lugar muy particular, se usa poco para corridas y mucho para fiestas deportivas, culturales, según nos explicaron en el bar 'Sifó', donde paramos a picar algo. Aprovechamos para recomendar el bocadillo de embutido de la zona.

Ermita M.D. Desemparats, una pequeña iglesia en el barrio medieval de Bocairent.
Ermita M.D. Desemparats, una pequeña iglesia en el barrio medieval de Bocairent.

Esta mañana de sábado acabamos el paseo por el casco histórico (la ruta mágica, la llaman) en el tercero de los lugares, que queremos destacar especialmente: el convento-monasterio rupestre, del siglo XVI, un convento subterráneo, en su día de monjas agustinas de clausura, excavado en la roca. Sobre él, dos conventos que se construyeron después, y el conjunto hace que el paseo sea redondo. Los amantes de Bocairent están especialmente orgullosos de este monumento.

La Capilla de Santo Blai de la iglesia parroquial Nuestra señora de la Asunción.
La Capilla de Santo Blai de la iglesia parroquial Nuestra señora de la Asunción.

Durante la visita (la entrada cuesta dos euros) coincidimos con un grupo de estudiantes de historia. Uno de ellos, Mario, nos remitió a esta crónica para saber más del convento. Me leí el texto mientras visitaba las celdas en las que vivieron las monjas y efectivamente, “representan bien la soledad y desierto en que se fundaron”. Se entiende a la perfección la vida monacal y lo que significa dedicarse por entero a la “oración y la penitencia”. Es un lugar único, oscuro, muy raro de ver en la Comunidad Valenciana, que merece la pena explorar.

Échate al campo (y al cielo)

Sin prisa alguna, tras la caminata por el casco histórico, el domingo salimos a la naturaleza. Nos paramos en las huertas escalonadas, que siguen siendo una obra maestra de la agricultura (se trababa de ganarle la partida a la montaña, a la roca), en la antigua fábrica textil, tan célebre en la zona y en los saltos de agua, clave para que tuviera éxito la fábrica, para la prosperidad del lugar.

Les Covetes dels Moros, un “monumento humano” oculto por la naturaleza.
Les Covetes dels Moros, un “monumento humano” oculto por la naturaleza.

Abandonamos el casco urbano a través de uno de sus laberintos. Desde uno de los miradores se ve la joya de la corona: les covetes dels moros, un “monumento humano” oculto por la naturaleza. Es una ruta perfecta, sencilla, apta para todos, un sendero familiar de unos tres kilómetros. El macizo está compuesto por 60 pequeñas ventanas interconectadas, colgadas en mitad del acantilado, que encierra aún varias incógnitas: se deduce por sus características que no podían ser solo almacenes, todo apunta a que también eran viviendas, pero nadie lo ha certificado del todo. Están bien conservadas, tienen valor histórico (en 1932 fue declarado monumento nacional) y componen desde el pueblo un paisaje sorprendente e insólito en toda la Comunidad Valenciana.

En el interior de una de las cuevas.
En el interior de una de las cuevas.

Pero lo que merece la pena de verdad es visitarlas. Su acceso es relativamente fácil desde que se instaló una escalera metálica pegada al acantilado para llegar a una de las covetes. Por dentro están conectadas, se llega de una a otra y la entrada está organizada con horarios y precios (1,5 euros). El laberinto es curiosísimo, uno se imagina la vida allí dentro (caso de que fuera verdad lo de las viviendas) dentro de la roca viva. Vivir dentro de la piedra.

Pou Clar o pozo claro es otro de los secretos de Bocairent.
Pou Clar o pozo claro es otro de los secretos de Bocairent.

La ruta del agua tiene dos partes: la de las fuentes, sin salir del centro y alrededores del pueblo. En nuestro paseo contabilizamos diez fuentes y bebimos en todas porque todas están en activo. La que más nos gustó fue la de L’escaleta, la más antigua de todas, (1793, pone en la piedra), de tono cobrizo. Y es una de las que más celebran los vecinos.

El otoño le sienta muy bien a este pueblo medieval.
El otoño le sienta muy bien a este pueblo medieval.

La segunda parte de esta ruta es la que sigue la ribera del rio Clariano, que nace allí, en el pueblo y pasa por el interior de Bocairent. Se transita en unos 30 minutos, según las indicaciones. Chopos, cedros, lavaderos, juncos, nenúfares, molinos de agua, esta doble ruta dura, si la realizas entera, unas cuatro horas. Pero nosotros la hicimos un poco más corta, en poco más de hora y media. Y lo mejor fue que pillamos una temporada posterior a las lluvias intensas, así que el agua fluía por todas partes.

Las aguas cristalinas del Pou Clar atraen todas las miradas.
Las aguas cristalinas del Pou Clar atraen todas las miradas.

Una tercera ruta es la que te adentra en plena Sierra de Mariola. Hay que salir de Bocairent en coche, eso sí. La sierra fue declarada parque natural en 2002, tiene múltiples caminos, puertos de montaña plagados de neveros (o cavas) y con un increíble paisaje vegetal. Será el paraíso de los saben identificar, diferenciar, el tomillo de la salvia, por ejemplo. Si vas con un experto en flora (como nos pasó a nosotros) lo vas a disfrutar de lo lindo. Es imposible recorrer toda la sierra en un fin de semana, pero la propuesta que nos lanzaron arranca en el nacimiento del rio Vinalopó, es una ruta circular de unos ocho kilómetros y dura unas dos horas y media. Está reseñada de dificultad baja y doy fe: si la hice yo la puede hacer cualquiera.

Vista de la subida a la Ermita St. Crist.
Vista de la subida a la Ermita St. Crist.

Como nos había aconsejado un experto en castillos hicimos otra parada obligada, después de recorrer en coche unos 12 kilómetros: una fortaleza dentro del parque natural, la torre de Mariola. En realidad son los restos de una torre de vigilancia musulmana del siglo XI, de unos cinco metros de altura. Aparcamos abajo y subimos una cuesta importante para toparnos con la torre, a la que se puede acceder libremente y desde la que hay unas vistas que, si coincide con un momento invernal intenso, estarán nevadas, como aquel paisaje de mi infancia.

Dejarte llevar, esa es la máxima. Y si además es volando, mucho mejor. Otra forma de descubrir este pueblo medieval es desde las alturas. Volar en globo equivale a no saber dónde vas, respirar, mirar el cielo mediterráneo bajo tus pies y sentirte pequeño e insignificante.

Merece la pena el madrugón para surcar los cielos de Bocairent.
Merece la pena el madrugón para surcar los cielos de Bocairent.

Todo desde arriba se ve de otra manera. Tal y como aconsejan nuestros guías, los que nos conducen por las nubes: “para viajar en globo hay que querer vivir una aventura, hay que dejarse llevar por la curiosidad, querer saber qué hay más allá y no tener ningún sitio concreto al que querer llegar”. Merece la pena el madrugón, (el globo sale a las ocho de la mañana y para asistir a todo el proceso hay que llegar antes, con tiempo y con ganas) porque el momento una vez arriba es muy especial.

Bocairent también se puede descubrir a vista de pájaro.
Bocairent también se puede descubrir a vista de pájaro.

Para comer y domir

Hierbas aromáticas -que se pueden encontrar perfectamente en el paseo relajado por la sierra- y aceite, son las dos señas de identidad que comparten los siete pueblos de la sierra de Mariola. Así que nos paramos en uno que ofrezca ambas cosas. 'El Cancell' es un restaurante típico, en medio del pueblo, de comida tradicional, casera, autóctona.

La pericada de Bocairent, un bocado tradicional que hay que probar.
La pericada de Bocairent, un bocado tradicional que hay que probar.

Y puestos a elegir, nos quedamos con el embutido seco de Bocairent, la pericana, los gazpachos serranos de la Mariola y un fabuloso helado de herbero (o de timonet, pedid los dos), de postre, que para algo tienen las hierbas aromáticas al alcance de la mano. Y en honor a nuestro amigo botánico, vamos a detenernos en el herbero, que en realidad es una bebida espirituosa: para lograrla hay que destilar y macerar las hierbas y las plantas de la zona (una mezcla de manzanilla, hinojo, salvia y otras tantas variedades) con alcohol. Hacerlo en casa, si no vives en la zona, es complicado.

Uno de los platos tradicionales de 'El Cancell'.
Uno de los platos tradicionales de 'El Cancell'.

Bocairent está repleto de casas rurales. En Guía Repsol apostamos por dos hoteles concretos que nos gustaron especialmente: Finca Micalas y Hotel l’Estaciò. Ambos tienen un paisaje frondoso y ambos invitan al sosiego. Y muy importante: sus precios son accesibles y su comida estupenda.

Las combinaciones cromáticas son un juego constante en el hotel.
Finca Micalas' es una masía apartada y silenciosa con siete habitaciones.

En Finca Micalas comimos, dormimos, nos bañamos. Tras el paseo medieval no hay un plan mejor. Si nos dijeran que estamos en 1900, que es de cuando data la casa, nos lo creeríamos. No hay ni rastro de civilización, pese a que Bocairent está a apenas unos minutos.

El sendero sin señalizar que te lleva desde la carretera a la casa, lo deja todo atrás y al llegar solo ves una finca sólida, grande y soleada, con ventanales y balcones amplios, rodeada de arboledas. Y un silencio absoluto que solo rompen los pájaros y las pisadas del dueño de la casa, que baja cordial a recibirnos.

Bocairent es un oasis de paz a una hora de Valencia.
Bocairent es un oasis de paz a una hora de Valencia.

Hotel l’Estaciò se alza en la antigua estación de ferrocarril, un hotel lindo de 14 habitaciones rodeado de pinos. Está a un paso del pueblo (se llega cruzando la carretera), tiene un salón con chimenea, un jardín y un patio interior. El silencio en las habitaciones es total.