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Ronda

Bandoleros, romanticismo, toros y leyenda

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Las correrías de antiguos bandoleros, el romanticismo de amores prohibidos, el triunfo de toreros y artistas y las crónicas literarias que ha generado Ronda a lo largo de su historia, invitan a descubrir sosegadamente esta imponente localidad, declarada Conjunto Histórico-Artístico. Su núcleo urbano cuenta con tres zonas que el visitante puede identificar claramente por su distinto paisaje arquitectónico. Estas zonas de la ciudad están delimitadas por el llamado Tajo de Ronda, un espectacular desfiladero de unos 100 metros de profundidad. Al sur de esta garganta encontraremos la antigua medina árabe. En el norte del Tajo, por su parte, se ubica el barrio del Mercadillo, que surgió a partir del siglo XVI y constituye la parte más moderna de Ronda. Tres puentes unen ambos barrios: el Puente Árabe, el Puente Viejo y el Puente Nuevo, éste último auténtico icono de la ciudad. Está situado junto a la Plaza de España y antaño fue utilizado como prisión. Las vistas de la Serranía de Ronda desde este puente son inigualables. Además de la ciudad árabe y el barrio del Mercadillo, podemos encontrar un tercer núcleo diferenciado en el barrio de San Francisco, separado por las murallas. El patrimonio cultural de Ronda es un festival para la vista, así que conviene visitar la ciudad con el suficiente sosiego para paladear lo mucho que nos ofrece. Los baños árabes de Ronda, de finales del siglo XIII, por ejemplo, son los mejor conservados de España. El Palacio de Mondragón, de 1314, alberga actualmente el Museo Municipal y exhibe unos jardines verdaderamente excepcionales. Las mencionadas murallas árabes, por su parte, hicieron de Ronda una de las ciudades más inexpugnables de Andalucía. Entre los rincones pintorescos de la ciudad destaca la Plaza Duquesa de Parcent, repleta de monumentos, entre los que destaca la iglesia de Santa María la Mayor. Otro lugar de obligada visita es la Plaza de Toros de Ronda, cuna de la tauromaquia, construida en 1785. También deberíamos visitar el Palacio del Rey Moro, con unos espectaculares jardines diseñados por el mismo arquitecto que proyectó el Parque de María Luisa en Sevilla. Estos jardines dan acceso a La Mina, una escalera de 231 peldaños que conducen a un río. Durante siglos esa escalera, con un continuo subir y bajar de esclavos, fue la única fuente de aprovisionamiento de agua para la ciudad. 

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